La civilización del ocio
La crisis económico-financiera actual y el paro que está generando no es más que la aproximación de la civilización del ocio que preconizó el famoso economista inglés Keynes al principio del siglo XX.
El filósofo polaco Adam Schaff, que ha reflexionado mucho sobre la sociedad del futuro, leyendo al economista citado, llega a concluir que las nuevas tecnologías van a producir una verdadera revolución en la humanidad. Al liberar al hombre del trabajo asalariado, le van abrir las puertas del paríso, "aunque no sabemos lo que hay dentro".
Ante la sociedad del ocio que se avecina, el filósofo polaco dice que dentro de unas décadas el mundo va a ser completamente diferente. Ya hoy estmos viendo cómo el honbre está siendo reemplazado por las máquinas, lo que se considera una revolución y una novedad. Se avecina algo que nunca habíamos visto.
No estamos ante una profecía religiosa, sino que es la consecuencia lógica de la evolución social, económica y tecnológica. Nosotros podemos prever esos cambios incluso mejor que el mismo Keynes hace más de 70 años, porque los estamos palpando en nuestro entorno. Nadie que tenga información sobre las nuevas tecnologías puede ignorar que que nos acercamos a una civilización en la que el trabajo humano tradicional va a cambiar radicalmente.
Eso significa que decenas de millones de hombres van a ser parados, pero parados tecnológicamente, como dijera Keynes. Nos encontramos, pues, frente a una situación nueva en la que el trabajo del hombre no será tan necesario. ¿Lo harán todo las máquinas? ¿Renunciamos a ellas?. Lo último no parece viable, es algo irreversible. En cambio, que el hombre tenga que trabajar menos hasta puede considerarse como un don divino que, ante los avances de la creación, nos libera de la maldición de ganar el pan con el sudor de la frente, según el mito del paraíso.
Lo primero a tener en cuenta es que entramos en una cultura nueva, que hay que saber asimilar y después tratar de dar al homble algo que reemplace al trabajo asalariado. Pero posiblemente antes entremos en un largo período de transición con una sociedad patológica, a no ser que unamos todos nuestros esfurzos solidariamente, para evitar una transición traumática a la humanidad.
En todo caso, se cuenta con que la sociedad, que todos formamos, proporcionará a cada uno lo necesario para vivir dignamente. No se sabe si lo que se establezca será la sociedad socialista, el nombre es lo de menos, lo que sí aseguran los analistas es que será una forma de sociedad colectivista.(Marxismo y Cristianismo hoy, Pastoral Misionera n. 158)
En ella la economía no puede campar líbremente sin control alguno, haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, como ha sucedido hasta ahora, sino que se hace necesario un control permanente por parte de los Estados democráticos, de modo que la riqueza creada se reparta de manera eficaz entre todos los ciudadanos.
¿Cómo se hace esto? Pues a través de la comunidad de bienes que conlleva la sociedad colectivista, por lo que al final el denostado Karl Marx tenía razón,como están reconociendo ya altas jerarquías de la Iglesia. En el estudio exhaustivo del capitalismo que hizo Marx intuyó que el parto de este sería el socialimo real. Y no es difícil adivinar que la fuerte crisis económica que sacude hoy al mundo son los dolores del parto que padece el capitalismo.
No hay que darle más vueltas a la crisis, con marcado interés seudopolítico,que sólo benefician a la minoría, o sacrificamos a cuatro mil millones de personas, para que los otros dos mil millones esparcidos por todo el mundo sigan en su stuación de privilegio o, por el contrario, damos vía libre a otro tipo de sociedad en la que todos los seres humanos tengan los mismos derechos.
En este caso la utopía evangélica de la comunidad de bienes se haría realidad. Para los que nos consideramos cristianos la opción es fácil, "o conmigo o contra mí".
----------------------------------
La Iglesia popular es perseguida por los profesionales de la religión
Comunidad es comunión total y no artificial o fingida
La multitud de los creyentes tenían un solo corazón y una sola
alma, y ninguno decía que lo que le pertenecía le era propio,
sino que todas las cosas le eran comunes. Y con gran fortaleza
los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús.
Y todos estaban abundantemente favorecidos, ya que entre ellos no
había ningún necersitado, pues todos los que poseían terrenos o
casas los vendían y llevaban el precio de lo vendido, y lo ponían
a los pies de los apóstoles. Y se hacía el reparto a cada uno
según la necesidad que tenía.
Hechos de los Apóstoles 4, 32-35.
El filósofo polaco Adam Schaff, que ha reflexionado mucho sobre la sociedad del futuro, leyendo al economista citado, llega a concluir que las nuevas tecnologías van a producir una verdadera revolución en la humanidad. Al liberar al hombre del trabajo asalariado, le van abrir las puertas del paríso, "aunque no sabemos lo que hay dentro".
Ante la sociedad del ocio que se avecina, el filósofo polaco dice que dentro de unas décadas el mundo va a ser completamente diferente. Ya hoy estmos viendo cómo el honbre está siendo reemplazado por las máquinas, lo que se considera una revolución y una novedad. Se avecina algo que nunca habíamos visto.
No estamos ante una profecía religiosa, sino que es la consecuencia lógica de la evolución social, económica y tecnológica. Nosotros podemos prever esos cambios incluso mejor que el mismo Keynes hace más de 70 años, porque los estamos palpando en nuestro entorno. Nadie que tenga información sobre las nuevas tecnologías puede ignorar que que nos acercamos a una civilización en la que el trabajo humano tradicional va a cambiar radicalmente.
Eso significa que decenas de millones de hombres van a ser parados, pero parados tecnológicamente, como dijera Keynes. Nos encontramos, pues, frente a una situación nueva en la que el trabajo del hombre no será tan necesario. ¿Lo harán todo las máquinas? ¿Renunciamos a ellas?. Lo último no parece viable, es algo irreversible. En cambio, que el hombre tenga que trabajar menos hasta puede considerarse como un don divino que, ante los avances de la creación, nos libera de la maldición de ganar el pan con el sudor de la frente, según el mito del paraíso.
Lo primero a tener en cuenta es que entramos en una cultura nueva, que hay que saber asimilar y después tratar de dar al homble algo que reemplace al trabajo asalariado. Pero posiblemente antes entremos en un largo período de transición con una sociedad patológica, a no ser que unamos todos nuestros esfurzos solidariamente, para evitar una transición traumática a la humanidad.
En todo caso, se cuenta con que la sociedad, que todos formamos, proporcionará a cada uno lo necesario para vivir dignamente. No se sabe si lo que se establezca será la sociedad socialista, el nombre es lo de menos, lo que sí aseguran los analistas es que será una forma de sociedad colectivista.(Marxismo y Cristianismo hoy, Pastoral Misionera n. 158)
En ella la economía no puede campar líbremente sin control alguno, haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, como ha sucedido hasta ahora, sino que se hace necesario un control permanente por parte de los Estados democráticos, de modo que la riqueza creada se reparta de manera eficaz entre todos los ciudadanos.
¿Cómo se hace esto? Pues a través de la comunidad de bienes que conlleva la sociedad colectivista, por lo que al final el denostado Karl Marx tenía razón,como están reconociendo ya altas jerarquías de la Iglesia. En el estudio exhaustivo del capitalismo que hizo Marx intuyó que el parto de este sería el socialimo real. Y no es difícil adivinar que la fuerte crisis económica que sacude hoy al mundo son los dolores del parto que padece el capitalismo.
No hay que darle más vueltas a la crisis, con marcado interés seudopolítico,que sólo benefician a la minoría, o sacrificamos a cuatro mil millones de personas, para que los otros dos mil millones esparcidos por todo el mundo sigan en su stuación de privilegio o, por el contrario, damos vía libre a otro tipo de sociedad en la que todos los seres humanos tengan los mismos derechos.
En este caso la utopía evangélica de la comunidad de bienes se haría realidad. Para los que nos consideramos cristianos la opción es fácil, "o conmigo o contra mí".
----------------------------------
La Iglesia popular es perseguida por los profesionales de la religión
Comunidad es comunión total y no artificial o fingida
La multitud de los creyentes tenían un solo corazón y una sola
alma, y ninguno decía que lo que le pertenecía le era propio,
sino que todas las cosas le eran comunes. Y con gran fortaleza
los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús.
Y todos estaban abundantemente favorecidos, ya que entre ellos no
había ningún necersitado, pues todos los que poseían terrenos o
casas los vendían y llevaban el precio de lo vendido, y lo ponían
a los pies de los apóstoles. Y se hacía el reparto a cada uno
según la necesidad que tenía.
Hechos de los Apóstoles 4, 32-35.