De A. Cesca a un cura del Opus: Una jibarización de la fe

El día 30 de diciembre del pasado año (2007) publiqué una experiencia de Dios, en una noche de nieve, en la montaña de los pasiegos y al cabo de unos días me escribió la Dra. Alicia Cesca de Santiago del Estero, con una nota “que había enviado al Director del Diario local “El liberal”, en torno a unas “cuestiones de fe” que viene escribiendo un sacerdote de la líneas del Opus Dei. Como no consiguiera que me publicaran esa nota (seguramente por ser, para estos lados, un poco alejada de la concepción de “iglesia” que se tiene) decidí compartirla con mis contactos, y lo incluyo a Ud. ya que de leerlo diariamente, “algo” de todo lo que nos enseña, se me va grabando. Por eso se la comparto porque busco también sentirlo a Dios como tan lindo Ud. lo describe”. Pidiéndole perdón por la tardanza, publico hoy su carta. Gracias, Alicia.

Alicia Cesca. Carta a los amigos.

Les envío esta carta al director que escribí para ser publicada en el Diario El Liberal. Como no lo hicieron hasta ahora y tampoco creo que, a esta altura lo hagan, la comparto con Uds. como una respuesta personal a los artículos que domingo tras domingo viene escribiendo en ese diario el Padre Jesús Negro Marco que me impresionan más que un análisis de las diversas cuestiones de fe, una jibarización de nuestra conciencia de cristianos, como para marcarnos que sin un tutor autorizado (jerarquía eclesiástica), no podemos llegar a Dios
Acepto críticas si no están de acuerdo, ya que considero que ellas nos ayudan a crecer y corregirnos si estamos equivocados. Pero no quería dejar pasar esta oportunidad de expresar lo que pienso, que es radicalmente opuesta a lo que este sacerdote escribe. Y además porque creo que nuestra Iglesia necesita de un mayor compromiso de nuestra parte para que se empiecen a notar los cambios que tanto necesita y no “un maquillaje de cambio” como se pretende hacer ver en algunas ocasiones. Y por algún lado debemos comenzar, ya que algo no debe andar bien para que estemos como estamos

Lo hice con la convicción de que estos escritos lejos de acercar a los hombres más a Cristo y a la Iglesia los alejan más de ella con sus planteamientos infantiles, como si todo se solucionaría por cumplir, ritos, cultos, aceptar ciegamente dogmas, sentir temores, etc. En lugar de buscar la forma de que, mancomunadamente, trabajemos por hacer de este mundo un mundo mejor, para que podamos entender que el amor de Jesús, desde una perspectiva más acorde a nuestro tiempo, es el eje transformador de la humanidad. Es como si con esas notas buscara, no digo intencionalmente pero sí equivocadamente para mi entender, una anulación de nuestro libre pensamiento quizás por temor a que razonando cuestionemos lo que durante siglos nos han impuesto y que nos permite re descubrir todo lo que albergamos en nuestro interior

La nota no es de mi plena autoría sino es una recopilación de conocimientos que he ido aprehendiendo después de dos años de Cursos de Cristología con el P. Ariel Álvarez Valdés, de escritos de Leonardo Boff, teólogo brasileño, y del blog del Dr. Xabier Pikaza Ibarrondo, también teólogo, a quienes les agradezco la oportunidad que me dieron de redescubrir que las “cuestiones de fe” no están en el más allá, en los cielos, en lo cultual, en lo dogmático, sino en lo profundo del hombre y que si queremos que esa fe crezca, madure y de frutos en esta sociedad tan secularizada la única forma de hacerlo es descubriendo al Dios de Jesús que vive, esencialmente, en lo más profundo de nuestro corazón.
Como dice L. Boff ”a Dios se lo siente no se lo explica”. Y es quizás esa… nuestra más profunda “cuestión de fe”. Gracias

Carta al diario El Liberal, de Santiago del Estero


Señor Director: Existen hoy en día ciertas cuestiones de fe que, como bien lo plantea Pablo VI en su encíclica “Populorum Progressio” exigen “la necesidad de pensadores de reflexión profunda que ayuden a encontrar un humanismo nuevo, que permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación…” (PP 20,21).
El hombre del siglo XXI necesita más que nunca descubrir a ese humanismo nuevo y al Dios que le dé sentido a su vida. Y no es a través de leyes y dogmas tan cuestionados últimamente, como lo va a hacer. De Einstein es la frase: «la ciencia sin la religión es manca y la religión sin la ciencia es ciega». Porque la ciencia cuanto más avanza termina en el Misterio que produce asombro y fascinación, experiencia propia de las religiones. Y la religión que no se abre a este misterio de las ciencias deja de enriquecerse, tiende a cerrase en sus dogmas y se queda ciega. La ciencia se propone explicar el cómo existen las cosas. La religión se deja extasiar por el hecho de que las cosas existan. Lo que es la matemática para el científico, es la oración para el religioso.
Ciencia y religión se preguntan: ¿qué pasó antes de la gran explosión (Big Bang) y del tiempo? Muchos científicos y religiosos convergen en esta forma de pensar: Había el Misterio, la Realidad intemporal, la Totalidad de simetría perfecta y la Energía sin entropía. Si Dios es la palabra que las religiones encontraron para ese Principio, sacándolo del anonimato e introduciéndolo en nuestra conciencia, no hay palabras para definirlo. Por eso el ser humano necesita sentir esa realidad en su corazón, tener un Dios dentro. Su anhelo fundamental no reside sólo en saber de Dios por oír hablar de Él, por lo que se lo declamen, sino en querer experimentar, hallar en sí mismo, esta realidad. Y para ello necesita crear el mejor espacio para sentirlo.
Pero para acceder a Dios nos vamos dando cuenta que no hay un solo camino ni una sola puerta. Por ello es que nos cuesta aceptar normas, preceptos que si bien son necesarias para asegurar nuestra convivencia en una comunidad, no pueden ni deben ser tan irreales, cerradas, e impuestas sin admisión de divergencias, porque sentimos que así se nos pretende anular nuestra libertad de pensar y de crear. Nuestra libertad de llegar a Él. Para quienes buscamos sentir a Dios, todo es camino hacia Él.

Por ello a esta altura de los acontecimientos, con todos los avances científicos en materia de estudios religiosos, filosóficos, bíblicos y con todos los cuestionamientos existenciales a los que estamos sometidos por nuestra permanente búsqueda de la verdad, no podemos considerar que el origen de los males que aquejan a la humanidad está dado por una existencia anterior de "Ángeles malos"; pretender que aun exista la "santa inquisición" para que quienes se apartan del bien, temerosos de ella, vuelvan a encaminarse en él; que sólo quienes rezan rosarios se “salvan” o, considerar que la sexualidad en el amor es algo pecaminosa; que el ideal del amor cristiano se da en seres asexuados, que la humildad está en aceptar preceptos sin cuestionar o en la simplicidad de una cruz y no en el desapego a tanto materialismo, en un mundo tan egoísta. Así estos razonamientos, más que respuestas de fe parecieran ser amonestaciones extemporáneas, ubicadas en una realidad que no es la del hombre común, muy bien informado y actualizado y que además se encuentra inserto en un mundo interconectado, cambiante y globalizado, que cada vez se demanda así mismo, saber más acerca del sentido de su existencia. Quizás son validos estos pensamientos, para otra sociedad, otra época en donde el hombre siempre aceptaba todo tal como se lo daban. Pero lejos están de satisfacer las expectativas actuales
Nuestra vida, a pesar de sus muchas travesías y de sus dificultades nos presenta a cada instante la posibilidad de encontrar a ese Dios con nosotros. Solo necesitamos de verdaderos maestros de la tierra, esos “pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo”, para que, desde una óptica más acorde a la realidad, nos orienten en nuestro peregrinar y nos ayuden a pensar en reales y profundas cuestiones que hacen a la fe.
Alicia Cescas
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