Comandante Supremo... Del mesianismo judío a la política del puro dinero
Dije en alto ¡Jesús! Entonces abrí los ojos, miré y estaba allí: sentado sobre mi piedra, mirando conmigo hacia el lago rizado por el viento. Recliné en sus hombros mi cabeza. Todavía le siento en mi piel nerviosa. Le confesé ¡Tengo mucho miedo! Y Jesús me dijo solo: ¡Nada temas!y de forma muy tranquila, pausada, respetuosa, puso su gran mano de amigo sobre el centro de mi vientre, como si me diera fuerzas para renacer, precisamente allí, desde el centro antes muerto de mi ombligo.
Es lo más hermoso, lo más limpio que he vivido. No dijo nada más, no le dije nada. Yo sabía que era él, él sabía que era yo. Nos miramos mutuamente mucho tiempo y nos acariciamos. Yo necesitaba sus manos y creo que su piel necesitaba igualmente mis caricias.
Estuve mucho tiempo entre sus brazos. El estuvo confortando mi camino y descubriendo conmigo su tarea sobre el campo de su vieja tierra amenazada. Cuando se fue yo me sabía diferente. Me levanté; tenía fuerza para todo; esa misma noche comencé a trabajar como nunca he trabajado en favor de los más pobres de los pobres de mi pueblo.
Era Jesús, el Comandante Supremo del Ejército de Israel, y vendría siempre cuando fuera necesario, para consolarme y para guía a su pueblo en la guerra, en contra de todos los enemigos.
Fue una historia fuerte, la quiero recordar. Sucedió en Atenas, sigue teniendo todo su valor. La conté otra vez en este blog, pero he querido introducirla de nuevo, por dos razones:
-- Por un lado, pienso que esta "historia" nos sitúa ante una experiencia personal de encuentro interior (y absoluto) con matices religiosos, que puede ser conmovedora, pero que termina volviéndose engañosa, incluso en el nivel de la política. Me dan mucho miedo aquellos que utilizan argumentos místicos (¡definitivos!) al hablar de temas políticos, sea en Grecia, sea en Alemania (donde más "redentores" políticos he conocido en mi vida.
-- Por otra parte, deseo que la política siga siendo un tipo de experiencia mesiánica, abierta a la experiencia y esperanza de la nueva humanidad. No quiero una política de puros números, una política del Dios-Mamona que está imponiendo sobre Grecia (y que está triunfando en el mismo Estado de Israel, en este momento). ¿Qué diría hoy, ante Israel y el IS aquella mujer que era "consul" de Israel en Grecia? Podría decir aquí su nombre, pero prefieron dejarla en el anonimato, en ese día confuso, tras el referéndum de Grecia, cuyo resultado me resulta muy grato.
Era el 14 de mayo de 1981.
Los periódicos hablaban de Juan Pablo II (había sufrido un atentado) y de F. Mitterrand (había sido elegido presidente de Francia). Estaba de paso en Atenas, y me acerqué al consulado de Israel, para obtener un visado, pues España no mantenía relaciones con el estado israelí.
Me hicieron esperar, tras la puerta blindada de una casa de pocas ventanas. Vinieron y llevaron mis papeles y volví a esperar, con certeza de que me espiaban. Al fin abrieron y pasamos a una estancia más blindada que la puerta. Allí palparon mi ropa y mi cuerpo, palmo a palmo, milímetro a milímetro; nunca me había sentido tan utilizado y manejado. Pero tuve que aguantarme sin decir nada, pues los judíos querían seguridad ante todo.
Estaba en Grecia, un país libre de la Comunidad Europea... Quería pasar unos meses de estudio en Jerusalén, ciudad de las promesas de la Biblia. Tuve que aceptar lo que me hicieran, con tal de obtener el visado.
Viajaba desde la España franquista alestado "mesiánico" de Israel, a través de una cultura libre como era entonces la de Grecia. Estaba recibiendo aquel día una lección de política.
Han pasado 34 años, pero las circunstancias de Israel siguen siendo hoy las de entonces, mientras las de Grecia han cambiado mucho como muestra el referéndum de ayer (5.7.15) sobre la forma de pertenencia del Estado Griego en la Comunidad Europea.
En este contexto he querido evocar mis recuerdos de aquel día, mi conversación casi alucinante conuna Señora que amaba a Jesús y creía que era el Comandante en Jefe del ejército de Israel. (Imagen 1: Me pareció que la Señora del Consulado de Israel en Atenas imaginaba a Jesús de esa manera, como una especie de caballero celeste, pero con las armas de Israel en la mano, para ganar así su guerra).
1. Me habló del Mesías.
Apareció tras otro largo rato una señora. Aquel recuerdo me sitúo ante el tema y empezó hablándome de las guerras de los judíos, y de Jesús como amigo personal y comandánte de su ejército. Sus palabras siguen resonando como el primer día en mi memoria. Han pasado los años, pero recuerdo la conversación como si fuera ayer tarde, en un barrio de Atenas.
Era una judía de edad indefinida. Me saludó en inglés, luego y francés y, al mirar mi pasaporte, me habló en perfecto castellano. Parecía una madre de Israel, signo de un pueblo por siglos cautivo y errante. Me pareció en busca de amor. Mientras examinaba mi pasaporte pensé: Me hablará del Mesías? Y así fue, me habló de su Mesías Jesús, después de haber pasado antes por otros temas:
–Perdone que hable así.Lo he pensado muchas veces y estoy segura de que es cierto.Lo sé porque he visto a Jesús, he hablado con él. Sé cómo resucitó, conozco como vive.
Moisés fue solo un tipo de domador. Construyó con fuerte disciplina los cimientos de su pueblo en el desierto, como ya le he dicho. Pero cuando llegó tiempo de que el grano germinara vino Jesucristo; ya no tuvo que construir ni legislar, no tuvo que imponer ni castigar. Simplemente vivió para el amor en el mismo centro pobre de su pobre pueblo esperanzado. No fue más que sanador y amigo, el hermano verdadero y cariñoso; el nuevo ser humano que ha empezado ya a existir sobre el suelo judío que usted quiere conocer.
La escuché con atención y formulé, por fin, la pregunta que esperaba: ¿Cómo sabe eso? ¿Quién se lo ha dicho? Abrió mucho sus ojos, como viendo en lontananza aquello que quería. Liberó sus palabras y sus lágrimas, en gesto entremezclado de tierna dureza . Dejó atrás las razones oficiales, me habló de su vida:
– ¡Le he dicho que he visto a Jesús varias veces,le he tocado, me ha tocado! Antes creía por tradición de pueblo israelita, ahora creo por él. ¿Usted le ha visto alguna vez? Yo sí que le he visto. Ha sido él quien me ha enseñado la verdad de Dios y de mi pueblo, en las dos ocasiones centrales de mi vida: la enfermedad y la guerra.
Como pasaba el tiempo y quedaba en silencio comenté que no me hacía falta ver a Jesús de esa manera. Le dije que acepto las visiones, entendiéndolas como una experiencia psicológica que forjan algunas personas especiales. Entre nosotros, añadí, hay gente que cree que la Virgen María ha venido a conversar con los pastores o niños de Lourdes o de Fátima. Le dije que que creo que Dios venga de esa forma, ni Cristo, ni la Virgen. Y añadí que mi fe estaba fundada en el camino mesiánico de Jesús a lo largo de su vida, hasta el extremo de morir por la justicia.
--Creo, le dice, que ese Cristo ha resucitado. Pero no le veo en visión paranormal sino en la vida concreta de mi fe, en mi solidaridad con los más pobres, en mi deseo de liberación universal y finalmente en la experiencia de la comunidad creyente hecha eucaristía, pan y vino compartido. Creo que me oyó, pero no se inmutó ni se molestó en contestar a mis prejuicios racionalistas. Tenía algo más importante que decirme:
2. La primera visión. Habla la judía
Somos un pueblo solitario ¿sabe? Arrastramos dos mil años de exilios y fracasos.Los rabinos se aferran a sus libros, otros hacen sus negocios, pero todos están solos. Parece que nos han abierto el corazón para que nazca entre nosotros el Mesías y después nos abandonan. Así no podemos seguir. Necesitamos una voz cercana que nos diga ¡al tirá!, no tengas miedo Pues bien, el me dijo esa palabra y yo la escuché, por eso le quiero. He sentido su mano en mi seno de mujer enferma; por eso no puedo olvidarle.
-- Estaba sola al atardecer sobre una colina de Galilea. Se había levantado el viento sobre el lago y yo sufría la amargura y soledad mayor del mundo. Era la angustia de milenios de marginación y ghetto, la vergüenza y muerte de mi adolescencia en un campo de concentración, como mujer violada, utilizada, manejada...Fui sintiendo en mi piel el asco de las manos lascivas de un pretendido cristiano; me subía una bocanada de aire de muerte por el estómago. Sí, creo que hubiera muerto. Lo deseaba con toda el alma. Había llegado a mi tierra de Israel, pero seguía doliéndome el mismo destierro de dolor y de impotencia, destrozándome la entraña.
--De pronto desperté. ¡No estaba en el campo de concentración, vivía en libertad, allí en la tierra de mis padres, en la Galilea de Jesús! Seguía con los ojos cerrados, pero tuve la certeza absoluta de que él estaba a mi lado.Dije en alto ¡Jesús! Entonces abrí los ojos, miré y estaba allí: sentado sobre mi piedra, mirando conmigo hacia el lago rizado por el viento. Recliné en sus hombros mi cabeza. Todavía le siento en mi piel nerviosa. Le confesé ¡Tengo mucho miedo! Y Jesús me dijo solamente: ¡Nada temas! y de forma muy tranquila, pausada, respetuosa, puso su gran mano de amigo sobre el centro de mi vientre, como si me diera fuerzas para renacer, precisamente allí, desde el centro antes muerto de mi ombligo.
-- Es lo más hermoso, lo más limpio que he vivido en este mundo. No me dijo nada, no le dije nada. Yo sabía que era él, él sabía que era yo.Nos miramos mutuamente mucho tiempo y nos acariciamos. Yo necesitaba sus manos y creo que su piel necesitaba igualmente mis caricias. Yo estuve mucho tiempo entre sus brazos. El estuvo confortando mi camino y descubriendo conmigo su tarea sobre el campo de su vieja tierra amenazada. Cuando se fue yo me sabía diferente. Me levanté; tenía fuerza para todo; esa misma noche comencé a trabajar como nunca he trabajado en favor de los más pobres de los pobres de mi pueblo.
Supe entonces que Jesús, seguía siendo israelita verdadero, que él era dulzura y curación, que era paz de amor, ternura de Dios para nosotros, los judíos de su pueblo.Por eso anduvo entre los pobres de la tierra, enseñándoles a mirar con ojo nuevo, a tocar con mano limpia, a caminar con esperanza, a descubrir la luz de Dios en sus mismos corazones. La palabra y gesto de Jesús valían más que todas las místicas de oriente; era la verdad de aquello que Moisés había preparado en otro tiempo.
3. Comentario
Todo estaba claro.Ella, la mujer y madre israelita, buscaba al Mesías hombre de su amor, un salvador para sus hijos (para el pueblo israelita). Ella necesitaba al Cristo victorioso y nacional de sus sueños judíos. Se podía prever ya lo que iba a decir, en plano de cariño y victoria militar. Es evidente que había muchísima verdad en su manera de entender a Jesús e interpretarle como Cristo nacional. Ella había visto en su imaginación aspectos y rasgos mesiánicos que yo había estudiado en los libros de historia judía y cristiana.
Pero ella buscaba y hallaba también en Jesús muchos rasgos de un mesianismo nacional judío,de tipo guerrero. Jesús era más que el amigo imaginario que acariciaba su alma solitaria y curaba su cuerpo enfermo en Galilea. Para ella, Jesús era el Mesías guerrero de la historia israelita, era el soldado victorioso, el Cristo Rey Judío que defiende con amor y fuerza al pueblo amenazado (¡no a vosotros, los cristianos de España o Francia que soñáis en un Sagrado Corazón falto de alma; él nos cura y ayuda a nosotros, los judíos, su pueblo!).
Me habló de sus diversas experiencias militares para centrarse en la última de todas, aquella que a mi juicio resultaba decisiva, la visión de Jesús como soldado y comandante del ejército judío. Pregunté cuantas veces había venido Jesús a visitarla y contestó:
4. Nuevas visiones. Habla la judía
Por aquel tiempo venía siempre que yo se lo rogaba, me dijo Cuando yo o mi pueblo estábamos sufriendo la amenaza de la enfermedad o de la guerra le decía (ven! y él se acercaba como médico y amigo, como fuerte soldado y salvador. Fueron los años más hermosos de mi vida, los tiempos de mi madurez como mujer, como persona.
-- Dígame usted ¿Quién podría habernos defendido con ternura y fuerza en los campos de concentración de Europa y después en Palestina, rodeados por miles y miles de enemigos? ¡Sólo Jesús! Habían muerto millones de personas, pero Jesús iba muriendo y resucitando con ellas (con nosotros) y de esa forma hizo imposible el exterminio final de los pobres de su pueblo.
De esa forma viví unos años de gozosa experiencia con Jesús, de manera que he podido saber ya para siempre que él es el Mesías. Pero ahora llevo ya ocho años intranquila, esperando que venga para siempre. La última vez fue en septiembre en 1973. Había vuelto a Jerusalén tras una larga estancia en América. Me impresionó la ciudad, me sumergí en la vida de mi pueblo como nunca lo había hecho previamente.
5. Última visión. Comandante del ejército de Israel
Una noche, en duermevela horrible, me sentí asaltada por los más sangrientos sueños. Quería despertar, salir a la ventana, respirar el aire..., pero no lograba conseguirlo. De pronto supe que la ventana se abría y estaba Jesús. Abrí los ojos y me estaba mirando. Me eché a su cuello y dijo:
--"¡Espera, hoy no!".
Llevaba el uniforme y las estrellas del ejército judío.Llevaba en la mano las armas de comandante supremo del ejército judío ¡Era él quien nos mandaba y defendía!. Le sentí preocupado y le dije tiernamente: ")Qué te pasa? )por qué has vuelto de esta forma?". Respondió como siempre había hecho: "No temas, mujer". Me dio su mano y la sentí valiente. Me miró a los y me dije: "Estoy segura".
Quisiera haber continuado eternamente de esa forma, pero comprendí que venía para despedirse. No le dije nada, para no meterle prisa. Fue él quien miró al reloj del tiempo de su mano y dijo:"(Es hora! He venido en defensa de mi pueblo, porque quieren extirparlo de la tierra. Serán momentos duros, horas de angustia indecible, estate preparada. Pero venceremos y al final vendré a buscarte con todos los amigos y hermanos de mi pueblo que es tu pueblo.Sólo entonces llegará el fin de la historia y las naciones podrán incorporarse en la raíz israelita".
Dijo esto y marchó, sereno y preocupado al mismo tiempo.¡Mi Jesús! Estaba sentada en la cama y así seguí durante largo tiempo ¿Cómo podría haber dormido aquella noche? Después me levanté y con toda decisión organicé la casa para una larga defensa. Al apuntar la madrugada llegaron las noticias que sabía: ¡Había estallado la guerra! Era el día de la Gran Expiación, el Yom Kippur de la liturgia penitencial israelita. Ya no hacía falta un Sumo Sacerdote derramando sangre de terneros y de machos cabrios sobre el Ara de la gran Casa de Dios. Jesús mismo expiaba y luchaba por su pueblo.
Cuando acabó la guerra supe que era él quien nos había concedido la victoria y desde entonces le sigo esperando. Fue la última guerra. La próxima será el fin del mundo. Al principio no quise salir de Jerusalén, pero después pensé que lo mismo es Galilea que Judea, Atenas que Alemania. Por eso empecé a trabajar en el Cuerpo Diplomático de Israel. Cuando llegue el fin vendrá a buscarme Jesús allí donde me encuentre.
6 Reflexión final
No tuve valor para hacerle más preguntas. Por un lado me hallaba emocionado ante esta mujer visionaria y frágil, tierna y muy fuerte, que encontraba en Jesús energía para sobrevivir tras la tragedia de su adolescencia. Irradiaba ternura, en un momento sentí deseos de abrazarla. Pero al mismo tiempo la rechazaba con fuerza, pues ella pues había secuestrado en favor de su causa nacional y su violencia israelita mi figura más querida del Mesías de la paz universal, el Jesús de mis amores no violentos. Se había apoderado en perspectiva de victoria israelita del Cristo de mi amor católico, del Mesías crucificado de la no violencia activa y de la pascua.
Debieron pasar unos segundos que yo sentía eternos. Levanté los ojos y los volví para mirar a la mujer, pero la encontré cambiada, como alguien que ha cumplido su deber y ahora recuerda que debe cumplir otro. Me había dicho lo que debía decirme; me había comunicado su secreto de amor y mesianismo. Con toda naturalidad, como si no hubiera contado hace un instante el misterio de su vida, me extendió el visado y me pidió el importe. Después de aquella conversación, hubiera preferido no tener que pagarle aquellos tristes treinta dólares simbólicos, pero ellos tuvieron la virtud de devolverme a la dura realidad del mundo, dominada desde siempre por dineros. Le di cortésmente las gracias y mientras salía, después de desearme una feliz estancia en la tierra de Jesús, sentenció:
–Llegará un día en que todos sepan que él ha sido y sigue siendo israelita. Ustedes tienen que luchar con nosotros para que ese día sea día de victoria de lo humano
No me hizo el honor de esperar una respuesta. Cuando volví a pasar las puertas blindadas de aquel bunker respiré gozoso el aire pagano y cristiano de Atenas. Desde entonces llevo el gozo y el dolor de aquella conversación. Ella me hizo escribir, años más tarde, un libro titulado El Señor de los Ejércitos (PPC, Madrid 1996), centrado en el tema de Dios, Jesús y la guerra desde la perspectiva de Israel. Estoy convencido de que Jesús está con los judíos, pero está igualmente con los musulmanes y cristianos, como amigo de todos. No es comandante de un ejército, sino amigo de todos los hombres.