6.12.17. Constitución: espacio de vida, camino exigente (de Israel a España)

En este Día de la Con-stitución (del latín “statuere”, estatuir, como in-stituir, re-stituir, des-stituir), será bueno recordar algunos de sus rasgos e implicaciones, desde un punto de vista social (con fondo religioso).

-- Algunos españoles parece quieren utilizar la Constitución del 1978 como arma arrojadiza, en manos de jueces y de tribunales, poniéndola incluso por encima de la “democracia” (de la voluntad de cambio de muchos ciudadanos), olvidando que una Constitución de tribunal y palo duro puede acabar perdiendo su sentido.

-- Parece que hay otros que quieren actuar como si no hubiera Constitución alguna, o como si ella pudiera cambiarse a capricho, sin más garantía que un deseo poco razonado, sin buscar cauces de diálogo y convencimiento,sin escuchar tampoco a los otros.



No quiero repetir razones de unos y otros, sino sólo recordar que constituir significa estatuir/establecer juntos unos espacios de convivencia, a través de un pacto fundante que en las religiones antiguas aparecía ratificado por el mismo Dios, que, según la visión cristiana, ha dado a los hombres la capacidad de constituirse en pueblos y naciones. En ese contexto quiere recordar algunos principios básicos:

(a) Una constitución que no garantiza la libertad de opinión y discrepancia, desde unaigualdad básica y la participación de todos los ciudadanos no es constitución sino tiranía. Ciertamente, una Constitución ha de cumplirse, pero allí donde su cumplimiento se garantiza e impone sólo con medios legales o penales,sin comunión de sentimientos, ella pierde pronto su sentido.

(b) Una constitución que no se mantenga por convencimiento, sino por la fuerza de algunos, de manera que no pueda cambiarse con mecanismos de libertad y escucha mutua acaba siendo una camisa de fuerza, una locura. Todos sabemos que “secta” es un lugar donde quizá se puede entrar en libertad, pero no puede salir libremente.

c. Una constitución que no respete la voluntad de las minorías cualificadas, de manera que se convierta en imposición o dictadura de una mayoría deja de ser constitución y se convierte en dictadura de la masa, que es quizá la peor de todas, como han sabido siempre los judíos (desde el libro de Daniel y de los Macabeos hasta la actualidad).

(d). En la actualidad no puede haber constituciones aisladas, nie pueblos que se cierren sólo en sí mismos, sino sólo constituciones abiertas al conjunto de la humanidad, dentro de un contexto mundial de "derechos humanos", donde la experiencia y camino de cada nación, pueblo o Estado ha de integrarse en el la "ley común" del Derecho de Gentes (es decir, de la humanidad), como supieron los grandes juristas europeos de F. de Vitoria a H. Grocio.



(e) En la línea anterior, ya no se puede hablar de “patrias” sociales eternas, ni naciones, ni estados para siempre, pues la única patria/matria/fratria de verdad es el conjunto de los hombres y mujeres, divididos en “grupos” (naciones, estados). En esa línea las patrias/naciones particulares han de integrarse en la gran patria de la palabra compartida y de los derechos humanos, que nos permita vivir juntos(que todos los hombres y mujeres de la tierra puedan comer, recibir atención médica..., es decir, tener asegurados los derechos humanos...).

(f) Por eso puede ser malo un tipo de nacionalismo pequeño/egoísta, como pudiera ser el de algunos catalanes,pero es mucho peor un nacionalismo grande (a no ser que sea de verdad universal e igualitario), propio de los grandes estados, como el ruso o alemán, el inglés,francés y/o español, con el de USA... Nacionalismo de naciones que han justificado y justifican las invasiones coloniales y la grandes guerras desde el siglo XVI al XXI, en un mundo dominado por el ansia de dinero, donde la nación no existe ya como tal (con sus valores culturales, históricos, sociales....)sino que está al servicio de Mamona.

A partir de aquí, como ejemplo para situar la Constitución Hispana quiero citar el ejemplo de Israel, según la Biblia, donde se ha cambiado al menos por tres veces la constitución, es decir, la ley básica del pueblo.


Israel, un tipo de Constitución, con al menos tres constituciones

En nuestro contexto (dejando ahora a un lado las constituciones de las ciudades griegas, y después las leyes romanas) las constituciones más antiguas y santas que conocemos son las de los judíos, en el Antiguo Testamento. Pues bien, significativamente, el “gran compendio de las leyes judías”, que es el Pentateuco, contiene al menos tres constituciones básicas:

1. Constitución tribal, federación de tribus. Ha quedado fijada en el código de la alianza (Ex 20, 22−23, 18), que puede ser del siglo IX a. C., y que regula los elementos y temas fundamentales de un grupo de tribus israelitas reunidas en nombre de Yahvé, sobre el fundamento de los 10 mandamiento (no matar, no adulterar, no robar, no mentir en un juicio etc.). En esa línea suelen situarse las primeras constituciones o leyes básicas (tanto en Israel como en Grecia, tanto en Suiza como en otros grupos más modernos, dentro y fuera de España

2. Constitución social,propia de un reino. La segunda gran norma de vida israelita, contenida, como el mismo nombre indica, en el libro del Deutero-nomio (=Segunda ley), fue instituida uno o dos siglos más tarde que la anterior, en tiempo de la monarquía, con leyes ya más precisas sobre temas sociales y familiares, económicos y penales, que siguen estando fundada en el mismo decálogo.

3. Constitución socio-religiosas, sin Estado propio. La tercera gran ley de Israel se contiene en el libro del Levítico (=ley de los levitas), del siglo V-IV a.C., en un momento en que los judíos ya no son un grupos de tribus (como en el primer caso), ni una nación soberana (como en el segundo), sino un pueblo o nación “religiosa”, centrada en torno a un templo (Jerusalén), bajo el dominio del Gran Rey Persa, que les concede una amplia autonomía social y cultural, económica y religiosa. Los judíos forman así una “nación propia”, muy unida, pero dentro de un imperio “mundial” (pera, helenista, romano…) formado por muchas naciones.

Los judíos han tenido la buena intuición de conservas esas tres constituciones en su gran libro de leyes o Pentateuco, como en los diversos pueblos de España estuvieran en vigor viejos Usatges, el Código de las XII partidas, el Fuero Viejo de los vascos y navarros, las ordenanzas de los Reyes Católicos y la Constitución de Cádiz (en una línea que aún sigue teniendo vigor en Gran Bretaña).

Tres lecciones del “antiguo” testamento

Esta forma de entender y codificar la “constitución judía” (=israelita) nos ofrece tres grandes lecciones, que, mutatis mutandis, pueden aplicarse también a nuestro tiempo.

a. Los judíos han sabido que las leyes/constituciones pueden y deben actualizarse, con el cambio de los tiempos y las circunstancias. Para que una constitución sea “eterna” (=tenga una larga aplicación y pueda mantenerse) debe ser capaz de cambiar y adaptarse, de lo contrario se destruye a sí misma.

b. Las leyes cambiantes… puede conservarse juntas, en un gran “código” (=Pentateco), pues la ley o constitución nueva no abroga del todo las anteriores, sino que la actualiza dentro de una historia sometida a grandes cambios (con creación incluso de estados distintos pero vinculados, como sucedió en el contexto bíblico con la creación del Estado de Judá y del Estado de Israel, ambos buenos, pero con diferencias notables).

c. Lo que más importa, más que las leyes concretas del código económico o penal, son las memorias y experiencias compartidas del pueblo (o de los pueblos), que se vinculan por leyes y costumbres. De esa forma, la Gran Constitución Israelita (la Mega-constitución del Pentateuco) consta no sólo de leyes (de tres códigos, al menos), sino de grandes recuerdos compartidos, que forman la parte central de los libros del Génesis, Éxodo y Números.

Excurso.
Una Constitución para la paz y convivencia entre naciones y estados
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A modo de apéndice a lo dicho, me permito ofrecer unas reflexiones generales sobre el valor de las naciones y la exigencia que ellas tienen de abrirse en sentido universal, en respeto mutuo hacia las diversas configuraciones nacionales y los grupos que las integran.

En sentido general, las naciones forman grupos de personas que comparten unas tradiciones culturales y sociales y a veces también una lengua. Los estados, en cambio, son instituciones políticas, militares y económicas de administración social. A partir de la Ilustración y, en especial desde el siglo XIX, estados y naciones han tendido a identificarse, pero no lo han logrado, de manera que puede haber estados multi-étnicos (como Suiza) y pueblos divididos entre varios estados (como los germanos en Austria, Alemania, Suiza y norte de Italia). Las grandes naciones-estado han sido un “invento” positivo, en la medida en que han permitido la convivencia de grupos más extensos de población, pero se han convertido casi siempre en factor de imposición.

En esa línea, en general, los estados, han venido a configurarse de un modo dictatorial, utilizando para su defensa ejércitos, armas y diversos tipos de ideologías.
Sólo en la medida en que ellas se flexibilicen, renunciando a sus pretensiones de unificación y dominio absoluto, se podrá hablar de convivencia directa, pacífica, entre todos los grupos sociales.

Para volverse factores de humanidad, los grandes estados tienen que superar su pretensión de poder y de unidad impositiva; y los pequeños grupos nacionales deben superar también un tipo de posible ruptura violenta, sin tener en cuenta los valores de otros grupos, y los espacio abiertos de comunicación humana.

Unos y otros han de hacerlo de tal manera que al fin no haya grandes estados impositivos, ni pequeños grupos de violencia, sino espacios de comunicación en gratuidad, en libre creatividad, sin más principio básico que el diálogo de todos, en una plaza o mercado abierto de humanidad que no se compra y vende, sino que se comparte.

Paz de las clases sociales.

Junto a la división más horizontal de los pueblos, unos al lado de los otros, se ha extendido en la humanidad la división más vertical de las clases sociales, de tipo más social (esclavos y libres), más "religioso" (castas de la India) o más económico (en la modernidad europea). Es evidente que el surgimiento de los pueblos puede incluir elementos de violencia o ruptura (como sabe el relato de la Torre de Babel; cf. Gen 10-11), pero ellos son también una expresión de la riqueza de la humanidad. Por el contrario, las clases sociales, entendidas en forma jerárquica, con dominio de unos sobre otros, son fruto directo de la violencia humana (una consecuencia del mecanismo de chivo expiatorio).

En ese último sentido, la lucha entre las clases tiene que ser superada en la iglesia, no negando su existencia, como a veces se ha hecho, sino asumiéndola y trasformándola por dentro, como supone Gal 3, 28, de manera que se establezca una comunión de justicia y solidaridad entre todas ellas. Eso significa que en la iglesia no puede haber esclavos ni libres (pues todos son libres), ni brahmanes ni parias (pues todos los santos y sacerdotes ante Dios), ni burgueses y proletarios (pues todos forman parte del único “burgo” o prole de Dios, compartiendo el pan y los caminos de la vida). De esa forma, todos han de aparecer y actuar como personas que dialogan y comparten lo que tienen, dentro de eso que hemos llamado el gran bazar o plaza de la vida, donde cada ofrece lo que tiene y todos pueden compartirlo.

¿Partidos políticos?

En algunos lugares, las divisiones anteriores de pueblos y clases sociales tienden a ser sustituidas o englobadas dentro de partidos políticos. De un modo u otro, siempre han existido grupos de vida, tendencias sociales... Actualmente, esos grupos o tendencias han venido a expresarse a veces de un modo especial a través de los partidos políticos, que actúan e influyen sobre todo en las democracias parlamentarias.

Entendidos en un sentido extenso, los partidos pueden ser una expresión muy positiva de la riqueza humana: ellos han surgido para que pueda expresarse mejor la diversidad de tendencias sociales, al servicio de la unidad de todos los ciudadanos. De esa forma, los que en otro tiempo podían juzgarse enemigos (siendo condenados incluso a la muerte) se convierten en contrarios respetados, dentro de una pluralidad admitida y positiva. Pero en un momento dado, esos partidos se han convertidos en meros mecanismo de toma de poder, engañando, mintiendo y robando... de manera que tienden ser en fines en sí mismos, interesados sólo en la toma de poder por y para el dinero (creando una ideología de mentira que engaña al conjunto de los ciudadanos).

La iglesia no puede ocupar el lugar de las naciones o estados, de las clases sociales o partidos, pues ella es por un lado más concreta (cada iglesia es un grupo de convivencia inmediata de hombres y mujeres de cualquier estado-nación, clase o partido) y por otra parte es más universal (se abre a todos los hombres). Ella no niega de manera directa la existencia de los otros planos de la vida, pero quiere mostrarse como espacio de comunicación donde quepan todos, en gratuidad, como un campo (plaza) donde pueden dialogar los hombres y mujeres de las varias tradiciones sociales y religiosas, sin exigirles más cambio que el de dialogar, desde sus diferencias y aceptando las diferencias de los otros.

En ese sentido, es inter-clasista, inter-nacional e inter-partidista, no para igualar a las clases, partidos y naciones, sino para que las diferencias no se entiendan como medios de imposición y poder sino de encuentro más hondo. Para ser fiel a su identidad, la iglesia tiene que superar toda vinculación con los poderes dominantes (grupo, estado, partido), haciéndose impulso de comunicación en gratuidad.

Paz económica, paz ecológica.

La paz cristiana es abierta a la comunicación humana. Por eso, ella no va en contra de la política, pero la asume y desborda, abriéndose a los anchos espacio de la vida, al gozo cósmico, a la alegría del trabajo productor, a la bendición de los bienes compartidos:

1. Gozo cósmico, bendición ecológica. La paz cristina no es huída del mundo, sino aceptación del mundo como don de Dios. Por eso, quiero empezar destacando el gozo de la vida cósmica, en contra de aquellos que, como algunos platónicos y budistas, parecen afirmar que el mundo es sólo cautiverio y sufrimiento. Debemos recuperar el gozo pacificado del encuentro con las cosas, la belleza de la naturaleza, el equilibrio de la vida. Es muy difícil hablar de paz sin pacificación cósmica, sin gozo ecológico, sin un tipo de poesía de la naturaleza.

Para que ese gozo y poesía resulte posible debe cambiar la actitud de muchos hombres y mujeres que parecen estar en el mundo para dominarlo, para conseguir más bienes de consumo, sin admiración y sin ternura, sin contacto reposado con la vida de la tierra, con los árboles y campos de los que formamos parte. Tenemos que superar una actitud de imposición, para cultivar el gozo de la naturaleza, que se ofrece a todos, en gesto de generosidad, no de lucha. Esta es la experiencia de la Pascua, que sitúa a los cristianos ante el gozo de la nueva tierra, del agua y del fuego, del aire y de la vida reconciliada .

2. Alegría del trabajo, creatividad laboral. El hombre vive sobre un mundo arriesgado y difícil. Ha tenido que trabajar para mantenerse y crear formas de vida agradable sobre el mundo. Por eso, es necesario insistir en el valor humanizador del trabajo, entendido como despliegue del hombre, como expresión de su potencialidad creadora. Ciertamente, el hombre es un ser dis-tendido, que vive para el gozo y el descanso. Pero sólo puede vivir su dis-tensión allí donde se tensa, al servicio de sí mismo, es decir, de la tarea de ser y producir para vivir.

Por eso, la paz cristianos no es paz contemplativa, del que se separa del mundo, pero no es tampoco una paz puramente impositiva (de triunfo económico o técnico). Es la paz del trabajo compartido, para bien de todos, en comunicación gratuita. Esta paz cristiana, que se expresa en forma de creatividad laboral, tiene que estar vinculada a la libertad y a la igualdad, sin que nadie tenga que vender su trabajo (vendiéndose a sí mismo), para provecho de otros grupos. De esa forma se vinculan el trabajo y el descanso, la fatiga y la respiración pausada que nos vincula a todo el universo .

3. La bendición de los bienes compartidos. La paz cristiana no es la paz de la renuncia por la renuncia, sino de la renuncia para la comunicación, tal como se expresa en la celebración de la eucaristía: pan y vino compartidos. Así pasamos del egoísmo de los bienes, entendidos como objeto de posesión particular, al gozo de la comunión que se expresa y ratifica por ellos. Este es el gozo de los recuerdos comunicados y, sobre todo, del pan y del vino de la celebración comunitaria donde los creyentes (todos los hombres y mujeres) pueden alabar y bendecir a Dios por el trabajo y por los dones de la tierra. Aquellos mismos bienes, que muchas veces se han tomado como objeto de consumo y disputa entre los hombres, se transforman en la celebración y se convierten en signo de gratuidad, fuente de gozo.

Los bienes de este mundo vienen a ser de esa manera aquello que son de verdad: regalo de la tierra, trabajo de los hombres, vida compartida. Ellos pierden su exterioridad, su carácter objetivo; dejan de ser una cosa, objeto de dominio y se convierten en trasparencia personal. Son el don de la vida de Dios que se da en alegría (como vino-sangre) y se comparte (como pan-cuerpo). A través de ellos y por ellos la realidad del mundo se convierte en realidad divina, pura contemplación. A través de ellos se expresa la alegría y bendición de la vida, que consiste en tener para dar y en dar para compartir, descubriendo así que la hondura y esencia del compartir que es el mismo Dios .

En este contexto, se puede hablar de una paz mesiánica, vinculada al comer juntos, es decir, al banquete de la vida que se identifica como amor (es decir, como bodas de Dios). Ciertamente, esa paz es más que pan material, como saben Mt 4 y Lc 4 (tentaciones), pero sin paz económica y pan compartido es imposible la pacificación integral. En este plano se han expresado y desarrollado de manera más tensa los problemas de los hombres en los últimos siglos, como ha puesto de relieve el análisis marxista de la sociedad y como han ido destacando las revoluciones comunistas, en gran parte fracasadas, y la situación actual del sistema económico capitalista .
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