Dom 24.01.21: Les confió la Palabra. Fiesta de la comunicación universal

El Papa Francisco instituyó el 30.09.2019 ("Aperuit illis") la Fiesta de la Palabra,el domingo 3 del tiempo ordinario, no para Celebrar la Palabra y encerrarla en un Sagrario (custodiado por funcionarios sagrados), sino para darla y acogerla, para compartirla, creando así una Comunión Universal de  hombres y mujeres de la Palabra que debe ser la Iglesia (que significa la comunidad de los convocados por y para la Palabra). En ese contexto, quiero recordar las tras biblias, y el compromiso y tarea de comunicación (Palabra) que se encuentra al fondo de ellas.

Los cristianos confesamos que la Palabra de Dios (Jesús) se ha encarnado y que su testimonio ha sido recogido en la Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento,  como presencia y tarea universal de salvación.

Entendida así, la Palabra  no un libro (una Biblia), sino que es la historia de la vida humana... Pero esa vida, en comunión de palabra, puede expresarse inicialmente las “tres biblias”: De la naturaleza, interioridad e historia.

Partiendo de esas biblias presentaré el sentido de la Palabra humana como revelación de Dios y principio de comunicación entre los hombres, desarrollando así el sentido de esta Fiesta de la Palabra, que celebramos el domingo, 24.01.2021.

Por mi vocación y “oficio” de teólogo he escrito diversos estudios sobre Dios-Palabra y su revelación en la historia de los hombres, como verá quien siga leyendo.  

Aprovecho esta Fiesta de la Palabra para felicitar a mis amigos y editores del Verbo Divino (Palabra de Dios), agradeciéndoles en nombre de miles y miles de lectores la obra cultural y religiosa que realizan al servicio de la Palabra de Dios.

1 Biblia de la Naturaleza: Creación, Palabra para todos

LA PALABRA SE HIZO CARNE. TEOLOGIA DE LA BIBLIA. PIKAZA IBARRONDO, XABIER.  Libro en papel. 9788490736388 Cruz de Elvira

  Los cristianos aceptamos la biblia de la naturaleza, entendida como Palabra de Dios, que habla por ella, como saben los que afirman que hay dos “revelaciones”, una natural (por el mundo) y otra sobrenatural (en la historia de la salvación culminada en Cristo). Desde nuestra perspectiva, esa revelación “natural” ha de entenderse también como “sobrenatural”, es decir, como expresión de la gracia universal de Dios, que actúa a través del mundo. En ese sentido, los cristianos seguimos siendo de alguna forma paganos: vemos a Dios y oímos su voz en el hermano sol, en la hermana luna, en la madre tierra y en la hermana muerte, que forman parte del libro universal de Dios.

Como puso de relieve Francisco en Lodato si (2015)  y como ha destacado el Sínodo de la Amazonia (2019), el primer libro de Dios es el mundo entero, el despliegue de la vida de la que formamos parte. Esta primera Biblia de la naturaleza nos permite entender mejor la Biblia escrita más tarde, desde la perspectiva de Israel y de la Iglesia primitiva; y por su parte la Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento, tiene que ayudarnos a reconocer el valor sagrado de la naturaleza y a dialogar con las religiones cósmicas no cristianas. En ese sentido, tenemos que hablar de una Biblia Ecológica, Biblia abierta al sentido de la creación, de toda la creación; por eso, ella empieza con el Dios creador (Gen 1‒3) y culmina con la nueva creación. Una Biblia que lo olvide no es Biblia.

De un modo consecuente, la Biblia cristiana no quiere destruir el valor de las religiones cósmicas (paganas), sino abrir con ellas un camino de humanidad, en una línea de respeto mayor hacia la naturaleza sagrada, como han puesto de relieve algunos movimientos ecológicos. En esa perspectiva debemos recuperar el carácter religioso del mundo y de la misma vida humana, el valor del varón y la mujer, en igualdad y complementariedad, el valor sagrado de la tierra, del agua, de la atmósfera, al servicio de la vida humana y de la justicia.

Sólo un Jesús que recupere y potencia la Palabra cómica y vital de Dios podrá ser inspirador y fuente de una Biblia abierta a todos los seres humanos. De un modo convergente, debemos recuperar por Jesús el valor de todos los pueblos y culturas de la tierra (con su biblia cósmica y vital), superando el exclusivismo de algunos grupos judíos que se consideraban depositarios privilegiados (y a veces únicos) de la revelación de Dios, como si ellos solos fueran dueños de la Palabra de Dios.

La Biblia de los seguidores de Jesús sólo será Palabra de Dios en la medida en que nos permita recuperar, por tanto, el valor sagrado de la naturaleza, la igualdad entre varones y mujeres y la apertura a todos los pueblos y culturas de la tierra. No será una Biblia para algunos, en contra de otros, sino Libro abierto a todos, desde el mundo (en fidelidad al cosmos), en una historia dirigida al encuentro universal. Sólo leída en esa línea puede entenderse de verdad. 

2. Biblia de la interioridad: Palabra de todos

Dios es Palabra: Teodicea cristiana: 3 (Panorama): Amazon.es: Pikaza,  Xabier: Libros

Hay una Biblia de la interioridad, como ha sabido San Pablo cuando dice que la Escritura o Carta de Dios está escrita en nuestros propios corazones (cf. 2 Cor 3-4). Sin esa voz interior, sin la Palabra/Dios que resuena en la intimidad de cada ser humano, no se puede hablar después de una Biblia de Jesús. La primera Palabra de Dios no es un libro exterior (que puede escribirse con tinta o grabarse en un soporte electrónico), sino aquella Voz que se graba de una forma viva en cada corazón de hombre o mujer que la escucha o responde.

Según eso, el libro exterior del mundo está al servicio de ese “libro interior de la vida humana”, que es la verdadera Biblia de Dios, escrita en la conciencia y corazón, en la libertad y tarea personal cada uno de los hombres y mujeres. De esa Biblia interior (del Dios que inscribe su vida en aquellos que le acogen) han hablado no sólo las religiones orientales (budismo, hinduismo…), sino también los judíos y los musulmanes, que saben que existen un “libro celeste” que es la Voz del único Dios en la altura que se expresa en la vida y palabra de los hombres y mujeres que le escuchan y dialogan con él. Ésta es la Biblia de la Libertad de los pueblos y los individuos, la Biblia del diálogo con las religiones orientales y con la modernidad…, pero sin olvidar que ella es, al mismo tiempo, Biblia de la naturaleza y de la justicia social, Biblia de la resurrección de todas las cosas (Ap 21, 5).

Ésta es la biblia del Tao y de las Analectas de Confucio, lo mismo que el canon Pali del budismo, con los Vedas, las Upanshadas o la Vagavad Gita del hinduísmo…En muchos libros y formas se expresado la Palabra de Dios en los miles y millones de palabras de los hombres, que son distintas para iluminarse mutuamente y dialogar. Por eso, este domingo de la Palabra es, al mismo tiempo, el Domingo del Diálogo de todos los que escuchan y comparten la Palabra de Dios en la historia.

No tiene sentido hablar de un libro externo (de una Biblia multiplicada en miles y miles de letras hebreas o arameas, griegas o árabes, castellanas o inglesas…) si es que no hablamos primero del libro o Biblia interior, universal, que se expresa y se despliega en cada ser humano en la medida en que es capaz de escuchar la gran “Voz” y de dejarse llenar por la presencia sagrada. Al servicio de esa Biblia interior está la Toráh de los judíos, lo mismo que el Nuevo Testamento de los cristianos y el Corán de los musulmanes. Por eso, antes que hablar de disputa entre libros, debemos hablar de la unidad del Libro de Dios que se expresa en aquellos que le acogen en su interior, en una línea que vincula a todos los pueblos de oriente y occidente. Sólo leída así se entiende y aplica de verdad la Biblia cristiana.

 3. Biblia profética:  Palabra hecha historia (carne de todos)

Ciudad Biblia. Una propuesta de lectura en 12 meses

               Las tres religiones “proféticas” (judaísmo, cristianismo, Islam) condensan su experiencia la revelación o  Palabra de Dios hecha “libro sagrado”, testimonio de la verdad definitiva (biblia judía, biblia cristiana, Corán). Pero a pesar de tener una revelación histórica (o, mejor dicho, por tenerla)  o pueden negar ni rechazar las biblias anteriores, sino que suponen su existencia, pues su Dios se manifiesta también por la naturaleza (como saben las religiones cósmica) y por la vida interior de cada ser humano (como saben las religiones de la interioridad, Tao, budismo, hinduísmo).  

  A veces se ha pensado que este “revelación especial” inutiliza (o condena) las revelaciones, como si fueran menores, imperfectas o perversas. Así, los magos y sacerdotes paganos, que conciben a Dios como poder del cosmos, serían impostores, puros idólatras a quienes se debe “convertir” por la fuerza o exterminar. Por su parte, los místicos de la interioridad, que buscan a Dios dentro de sí mismos, estarían al fin equivocados, pues Dios no habla en el interior de cada uno, sino que lo ha hecho sólo a través de un profeta especial (Moisés, Cristo, Mahoma).

Pues bien, en contra de eso, los auténticos cristianos (y judíos y musulmanes) saben que sus profetas y sus “biblias” no van en contra de los libros de la naturaleza y de la interioridad, sino que nos ayudan a entenderlos, descubriendo y desarrollando mejor su sentido. Los profetas (autores de los libros sagrados de las religiones monoteístas) no son puros sacerdotes cósmicos, ni expertos en mística interior, sino hombres y mujeres que se atreven a escuchar y recoger la palabra de Dios en la historia, asumiendo así un camino y tarea de revelación que se expresa en la liberación de los oprimidos (judaísmo), de los pobres (Jesús) y de los marginados de su tiempo (Mahoma).

Resultado de imagen de Pikaza, diccionario de las tres religiones

Las religiones proféticas pueden afirmar en un nivel la existencia de una teofanía y biblia cósmica, diciendo que Dios se manifestara por los grandes fenómenos y procesos de la naturaleza. Ellas admiten también la Biblia interior del corazón, por la que Dios habla directamente a cada hombre. Pero eso no les basta. Ellas añaden que existe una teofanía histórica, que ha quedado fijada en unos librossagrados. Esas religiones confiesan que Dios se ha manifestado diciendo su Palabra personal, a lo largo de la historia o en momentos especiales, a través de ciertos hombres privilegiados, que son los profetas, vinculados de un modo especial con sus libros sagrados. En esa línea anterior, podemos afirmar que para judíos, musulmanes y cristianos la teofanía (revelación de Dios) y la profecía (esperanza de la nueva humanidad) se acaban identificando y las dos se concretizan por fin en las Escrituras. «De muchas maneras puede revelarse y se ha revelado Dios en otro tiempo, pero básicamente lo ha hecho a través de los profetas... (cf. Hebr 1,1).

4.  Reflexión teológica: La Palabra de Dios no es “libro” sino carne, Jesucristo

Gran diccionario de la Biblia - Centro Pastoral de Comunicación Ltda.

Una palabra en la historia. En la línea de lo que voy diciendo, el cristianismo no es una religión del Libro (a pesar de que el Libro-Biblia sea importante), sino de la Carne, es decir, de la humanidad que es palabra de Dios revelada en forma humano, a modo de comunicación de amor, de vida compartida. Desde ese fondo se entiende la novedad radical del evangelio, como experiencia teológica (somos Palabra de Dios) y como ratificación social (los hombres son palabra de Dios, y así pueden comunicarse y compartir la vida de un modo gratuito, a partir de los más pobres: cojos, mancos, ciegos...). El evangelio no es una consagración de la forma de ser actual del mundo (con sus modelos de religión-sistema: templo e imperio), sino un descubrimiento gozoso del amor de Dios Padre/Madre y un movimiento de comunicación o Palabra universal, que Jesús ha iniciado con su vida y ha ratificado con su muerte.Desde la perspectiva anterior podemos precisar los tres rasgos del evangelio.

(1) Es culminación temporal: el tiempo se ha cumplido, que ha terminado la espera, de forma que los hombres pueden ya comunicarse, compartiendo la Vida.

(2) Es culminación teológica. Antes no sabíamos cómo era Dios; le veíamos envuelto en luchas, imposiciones y venganzas. Ahora, en cambio, le hemos descubierto como Padre-Madre: vida infinita, generosa, gratuita, que hace posible que los hombres puedan darse y compartir la vida.

(3) Es culminación antropológica. Los hombres se encontraban antes inmersos en leyes y poderes exteriores y parecían condenados a vivir respondiendo con violencia a la violencia, amontonando bienes para asegurarse (ley del capital), organizando ejércitos para defenderse (ley del imperio) y buscando razones para justificarse (ideología). Ahora que Dios ha venido, según el evangelio, el hombre puede ser sencillamente lo que es: conciencia y tarea de comunicación, palabra compartida.

Jesús no ha presentado su idea en un mercado de doctrinas, sino que ha iniciado un proceso de comunicación (palabra compartida) para todos los hombres. Desde un rincón de la tierra (como grano de mostaza, palabra sembrada) ha descubierto y expresado el camino de Dios. Por eso le llamamos mutación antropológica, pues supera el mundo viejo de violencia y lucha mutua, introduciendo en la historia un "genoma de evangelio, es decir, de Palabra". Por eso decimos que él, Jesús, es la Palabra, aquel en quien pueden vincularse, en diálogo personal de comunicación en paz y vida, en carne y espíritu, todas las palabras de los hombres.

Desde un rincón del Imperio Romano (pero sin apoyarse en los medios militares del imperio), sabiendo que ha llegado el tiempo de la profecía de Israel (tiempo de Dios, humanidad universal), Jesús ha expandido su proyecto religioso (humano) de comunicación total para los hombres. De esa forma asume y comienza a realizar en su vida aquello que los israelitas esperaban para el tiempo mesiánico, traduciendo la Palabra (amor) de Dios en forma de comunica­ción (entrega) humana.

Resucitar en (=como) Palabra, el movimiento cristiano.

Pikaza: "Tú eres para mí Palabra y Pionero, Amigo y Sacerdote"

La "mutación" cristiana se identifica con la confesión práctica de la humanidad/divinidad de Jesús, es decir, de su poder salvador, pero no por encima en forma impositiva, sino en la misma vida de los hombres, a través de eso que pudiéramos llama la “inmersión” mesiánica.

Jesús vivió y sembró su camino de Reino en una provincia aparentemente marginada del imperio (Galilea), entre campesinos y pescadores, enfermos y expulsados de la buena sociedad. Otros hubieran esperado la llega del Reino en Alejandría o Roma, grandes ciudades imperiales. Pero los cambios radicales no suelen darse allí donde parece que las condiciones son mejores en línea de poder o ciencia. Pero, en otro sentido, Galilea (y Palestina en su conjunto) era una zona donde se cruzaban los impulsos más fuertes de aquel tiempo. Fue buena tierra para sembrar, lugar de encuentro de judíos y gentiles, fenicios y griegos, sirios y romanos. Por otra parte, Jesús no quedó en Galilea sino que, asentada su obra, subió con su mensaje y proyecto de Reino a Jerusalén, sin armas, sin dinero, sin justificaciones ideológicas, como un particular (un campesino, un marginado, un carismático), con un grupo de amigos y un proyecto de humanidad reconciliada, sin más tesoro o capital que su Palabra.

ara mantener sus privilegios y seguir dominando como hacían, los poderes establecidos que controlaban las redes sacrales (sacer­dotes) y e imperiales (soldados), por imposición militar, económica o religiosa, mataron a Jesús, pensando que así deshacían su obra y acallaban su mensaje. De esa forma mostraron su impotencia: se negaron a dialogar con él, y de esa forma se destruyeron a sí mismos. Mataron a Jesús, pero no pudieron destruir su vida como Palabra, sino todo lo contrario: hicieron posible que Jesús mostrara y desplegara radicalmente su proyecto, como nuevo comienzo de vida (grano de trigo que cae en la tierra...: Mc 4; Jn 12, 24)… y de esa forma resucitó personalmente, es decir, como Palabra de comunión de Dios para todos los pueblos.

La alternativa de Jesús es la Palabra. Subió Jesús sin armas ni dinero a la ciudad de las promesas, pero llevaba el tesoro de su vida, que era la Palabra. En esa línea, aquellos que en este momento (siglo XXI) le aceptan (le aceptamos) podemos y debemos asumir y ofrecer su tarea de humanidad, es decir, de Palabra (comunicación y paz) al margen (o, mejor dicho) por encima de las instituciones militares, políticas y económicas, elevando, sin embargo, ante ellas un proyecto y mensaje de comunicación universal, es decir, de Resurrección por la Palabra.

Dios judío, Dios cristiano: El Dios de la Biblia

 (1) Para promover la paz, las religiones no necesitan mejores ejércitos, sino todo lo contrario: deben renunciar a los ejércitos, que sólo sirven para realizar su tarea, siempre ambigua, según ley violenta, de una forma limitada y peligroso.

(2) Las religiones pueden dialogar con los poderes del mundo, la ONU, la UNESCO, la FAO etc…, pero no para situarse en su mismo plano, en línea de poder (sentándose con príncipes y reyes, ocupando con ellos una parcela de pocer), sino todo al contrario, sino, al contrario,  promover la paz desde unos principios de pura humanidad, desde los pobres y excluidos de la tierra.

(3) Las religiones tampoco necesitan dinero, pues aquello que se adquiere con dinero continúa situándose en un plano de la ley, dentro del sistema. Sólo así ha podido presentarse como "hombre de vida compartida", creador de humanidad pacificada.

Jesús no fue un héroe, ni un superman, ni un santo asceta o moralista..., sino sólo un hombre que vivió en plenitud por los demás, un hombre de Palabra, abriendo así, con ella, en su misma vida, un cuerpo o comunión de humanidad compartida. Esta es la propuesta de la paz cristiana.

En una línea, Jesús murió como tantos millones y millones de asesinados de la historia; según la tradición cristiana, murió con otros dos crucificados, igualmente queridos de Dios. Afirmar que tenía más mérito o que era mejor que los demás carece de sentido. Pero, en otra línea, siendo uno de tantos (cf. Flp 2, 6-11), Jesús ha sido y sigue siendo aquel en quien muchos hemos descubierto la gracia que es Dios y la comunicación de amor que somos (que podemos ser) los hombres, como seres de palabra compartida.

            Éste es el tesoro (capital no monetario), ésta la autoridad (no militar, ni política, ni económica) de los cristianos: Jesús resucitado como Palabra/Presencia activa (conciencia creadora) de Dios y "cuerpo" donde pueden comunicarse todos los hombres (cf. 1 Cor 12-14). Las iglesias cristianas han buscado a veces otras formas extender un tipo de paz impositiva o de palabra dominadora: han apelado a los poderes civiles para defenderse, han creado instituciones sacrales y sociales, con aparatos de poder administrativo y legal, han edificado catedrales, han creado grandes obras de cultura... Pero en el fondo todo eso es secundario, pues sólo hay un camino de paz: la gracia de la Vida, la Vida compartida, no como información de noticias y datos, sino como entrega de vida, es decir, de Palabra compartida.

Por eso, la experiencia pascual de Jesús es la Resurrección de la Palabra, es decir, de la comunicación creadora y salvadora. Ante la tumba vacía de Jesús (lo que ha pasado en un nivel externo con su cuerpo no interesa), algunos de sus seguidores y amigos (sobre todo unas mujeres) descubrieron que él era (que él es) la Palabra, la Vida compartida. Ésta es la verdad, ésta la novedad divina y/o humana de la pascua: la Vida se muestra (es divina) allí donde se entrega; el Amor es pleno cuando muere por los otros.  

Palabra de Paz, identidad universalidad cristiana. En la línea de todo lo anterior, los cristianos afirman que Dios es comunión (intimidad y revelación, amor en sí y efusión de amor). No hay primero un Dios en si (puramente separado) y después comunicación de Dios, porque el mismo ser de Dios es comunicación, Palabra (Jn 1, 1).

Esto es la diferencia cristiana. Judíos y musulmanes siguen dejando a Dios en el silencio, como Nombre que no puede nombrarse (YHWH), Voluntad en la que nunca podemos entrar. Por eso ellos extienden en torno a Dios un halo de silencio, situándole más allá de todas las palabras; así dice que los hombres no sabemos quién es Dios. A diferencia de eso, los cristianos creemos que Dios es Palabra, Amor comunicado y compartido que se expresa y encarna allí donde nosotros nos damos la vida unos a otros (la recibimos, la compartimos, la entregamos), como el Cristo.  

Jesús es, por tanto, Palabra encarnada de Dios en la vida, no argumento, no argumento de tipo intelectual o impositivo. El argumento, en cuanto palabra separada de la vida, es una ideología que plantea por encima de la humanidad, como una ley que se impone sobre ella. En contra de eso, la iglesia sólo puede ofrecer paz siendo ella misma palabra encarnada de paz.

El cristianismo cree solamente en la Palabra: vive de ella y la comparte con los hombres, como espacio y camino de comunicación donde ellos puedan encontrarse (si es que quieren). Por eso, la propuesta de paz que en este libro hemos querido formular desde las religiones y en especial desde el cristianismo es una propuesta de palabra.

Los cristianos no contramosni queremos contar, con otra cosa: pactos políticos, ejércitos, dinero... Pero tenemos algo anterior y superior, universal: la palabra. Ella es el principio y base de la propuesta cristiana de paz. Por eso, el cristianismo no condena a las otras religiones, ni quiere destruirlas o convertir a sus creyentes por la fuerza, pues la fuerza es lo contrario a la palabra universal del evangelio.

La verdad del cristianismo es su oferta de palabra; por eso, allí donde triunfara por imposición habría fracasado. La finalidad del cristianismo no su triunfo, ni la extensión de una iglesia que dice llamarse cristiana, sino que los hombres y mujeres puedan darse vida y compartirla en gratuidad, siendo así Palabra encarnada y comunicada, de un modo directo, inmediato, sin la mediación impositiva de una ideología, de un capital, de un ejército.

  Por eso, una iglesia que utilizara algún poder para imponer o expandir su pretendida verdad dejaría de ser cristiana. La verdad solo es "verdadera" allí donde no apela a su verdad, donde no toma ni impone ningún tipo de ventaja (cf. Mt 12, 18-21). Lógicamente, si los cristianos buscaran el triunfo de su iglesia como institución dejarían de ser cristianos, pues no creerían ya en Dios como Palabra, ni en Jesús como encarnación de la Palabra de Dios. Por eso, los cristianos no  quieren su propio bien, sino el bien y Palabra de Todos; no quieren, no queremos nuestra paz triunfante, sino la paz de todos en clave de comunicación. Eso significa que quieren el triunfo del budismo y el Islam, del hinduismo y de los otros caminos religiosos, siempre que sean caminos de Palabra encarnada, compartida, esto es, de paz humana.

La iglesia como portadora de la Palabra de Dios, que paz y vida universal.La iglesia no tiene que dar lecciones a otros, ni resolver problemas en un plano de sistema económico-social, diciendo a políticos o economistas, a militares o jueces lo que ellos han hacer en sus respectivos campos, sino que debe limitarse a ser iglesia, esto es, comunión de personas que creen como Jesús en la Palabra de vida compartida

 La verdad de la iglesia no es un dogma separado, sino su misma vida (=la Palabra de vida), que ella ofrece y comparte con todos los hombres. Ella no está para decir cosas (doctrinas, teorías), sino para presentarse a sí misma como itinerario de paz, lugar donde es posible la palabra. Ciertamente, hay en la iglesia creyentes que acentúan el aspecto sacral y presentan la fe como una cosa que está fuera de ellos, como un depósito casi objetivo de verdades y sacramentos que los jerarcas cristianos deberían custodiar y proponer y los simples fieles recibir agradecidos y sumisos. La fe tendría un sentido y consistencia (realidad) en sí misma, fuera de la comunicación creyente.

En contra de eso, conforme a todo lo que he venido destacando, pienso que el "contenido" de la fe no se puede separar de su comunicación, porque ese contenido no es algo más allá de la Palabra, sino la misma Palabra como Espíritu y fuente de vida.

No hay primero fe cristiana, sin comunicación personal ni diálogo gratuito, y luego comunicación, porque el contenido de la fe es la misma comunicación, es decir, el amor mutuo entre los fieles y todos los hombres. Por eso, una propuesta de paz cristiana que fuera independiente o viniera después, como una consecuencia que brota de otros contenidos, no sería cristiana.

El contenido y camino de la fe evangélica es la Palabra, tal como se ha encarnado en Jesús: que los hombres se amen, dándose la vida, en comunicación de vida. Otras religiones pueden ofrecer una propuesta convergente, pues todas deben compartir sus experiencias, es decir, comunicarse. Pues bien, entre ellas he querido destacar el cristianismo, que no es una religión como poder sacral al lado de otros poderes, sino experiencia y tarea de comunicación, esto es, de Palabra.

Pero aquí no hemos querido hablar de otras religiones o comunidades, sino básicamente de las iglesias cristianas entendidas como comunidades de comunicación gratuita de la vida, comunidades cuya única tarea y meta es el despliegue y surgimiento de la vida humana, en comunión de paz, entre todos los hombres.

El sentido extenso, el cristianismo tiene aspectos informativos (que se pueden codificar y aprender, en forma impersonal, incluso en un manual de teología). Pero la utopía del evangelio en cuanto tal no es información, sino comunicación personal: ella no transmite saberes o noticias, sino que ofrece unas "formas" de vida en encuentro personal, en diálogo afectivo (el amor de Dios sólo se expresa y realiza en el amor al prójimo) y en búsqueda compartida de la vida. No hay verdad cristiana independiente del amor. No hay amor cristiano sin oferta y despliegue de paz. Así culmina nuestra propuesta cristiana de paz

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