Dios de las tumbas, Dios del cielo Tierra, no cubras mi sangre... Discurso de Job en su funeral por "coronavirus"

Job estaba muriendo en un estercolero por un tipo de "virus" que puede compararse con el Covid 19. En esa situación "oyó" cómo abrían su tumba y con el último aliento pronunció su discurso. 

He escuchado muchos lamentos de funeral por el Covid 19 (del Cardenal de Madrid, del rey de España...), pero ninguno me ha impactado tanto como éste de Job 16, 18-19, cuando dice a la tierra "no cubras sangre" y a Dios "hazme justicia".  

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  1. Job no es Jesucristo, pero su voz  se alza, serena pero sangrante, en estos tiempos del "coronavirus", cuando sacerdotes y reyes elevan elegías y cantos funerarios por los muertos, sin llegar a la hondura de Job, cuyo grito sigue resonando en este tiempo, como resonó en el suyo.
  2. Job no es Jesucristo, que muere también de un tipo de coronavirus "social", con y por todos los muertos, abriendo en la tierra "y" en Dios un camino de perdón más alto, pero sin Job no se entiende a Jesucristo. 
  3. Job pertenece al camino sangriento de la humanidad, que sufre y protesta por los que en el fondo terminan aprovechándose de los diversos tipos de coronavirus para provecho propio, como sigue diciendo su libro.

(Las reflexiones que siguen están tomadas de mi Lectura de Job. Los caminos adversos de Dios, San Pablo, Madrid 2020, 120-123. Imágenes de tumbas y funerales por las víctimas del Coronavirus).  

LOS CAMINOS ADVERSOS DE DIOS. LECTURA DE JOB. PIKAZA IBARRONDO, XABIER.  9788428558754 Librería online San Pablo

Texto. Job 16, 18-18 

  • 18 ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no encuentre descanso mi grito!
  • 19 Pues está ya en los cielos mi Testigo y en la altura mi Defensor.

Tierra, no cubras mi sangre(16, 18). Dios le ha herido, y él se ve a sí mismo como muerto, sangre que muchos (Dios mismo) intentan e intentan cubrir y tapar para que nadie le recuerde, ni vengue o repare su muerte

Por eso, en este contexto, Job pide ayuda a la tierra, la invoca como aliada y le pide: ¡Tierra, no cubras mi sangre! ¡Que mi sangre, mi muerte, no queda olvidada  por siempre. Job quiere que este mundo, esta tierra concreta, convertida en inmenso cementerio de muertos sin "justificar", alce su voz y le defienda ante un "dios del alto", pues los dioses de este sistema social y político, económico y militar le condenan a muerte, utilizando su "enfermedad" (su pandemia) como medio para seguir triunfando.

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Job se encuentra así dividido  como si la vida fuera una contradicción, una lucha entre dos dioses:

  • Por un lado está el “dios” de un sistema de poder, que le  utiliza y le mata (¡derrama su sangre!),un "dios" que le necesita muerto, y le entierra con funerales más o menos solemnes de pura retórica, para olvidarle después. Reyes y sacerdotes dirán: Ha muerto Job, le recordaremos... Pero la vida sigue... el muerto al hoyo, pero la vida al "bollo" de poder de los que se aprovechan de la muerte de los otros.
  • Pero Job sabe que tiene que haber otro Dios... el Dios más alto a quien apela, pidiendo a la tierra que no le abandone, que mantenga viva la voz de su sangre, el Dios de los apestados como él, el Dios de los expulsados, víctimas de todo tipo de "virus" que es la prepotencia de los que se aprovechan de la muerte de los otros para triunfar.
  • Job protesta contra este sistema de muerte... y así grita a la tierra del alto y al Dios de abajo (¡en fuerte inversión!) a fin de que no pueda consumarse el sacrificio de su vida. Que primero le maten y luego impongan su olvida, de forma que el sistema siga sin cambiar, de forma que su muerte haya sido en vano. .

 En ese contexto, en el fondo de esa llamada de la sangre (que aparece, aunque de un modo inverso en Sófocles, Antígona) resuenan motivos que se han ido sucediendo en pasajes anteriores del libro de Job, cuando él decía “aunque me mate, le seguiré aguardando”, para que me explique, para que se justifique ante mí (13, 15), “ojale me guardaras en el Sheol hasta que pase tu cólera” (14, 13).

 Éste era un pensamiento recurrente a lo largo del libro. Pero sólo ahora escuchamos la palabra decisiva: ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no encuentre descanso mi grito! (16, 18). Que el grito de los sacrificados siga elevándose a la altura de Dios, como razón suprema, que la sangre derramada (la muerte de los miles y millones de varones y mujeres como Job) no se entierre y olvide para siempre; ésta es la voz de las tumbas que claman justicia, un tipo de venganza.

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Sabemos por Gen 4, 10‒11, que la sangre no vengada clama venganza ante Dios (cf. también Ez 24, 7 y 26, 21). En ese contexto, como si su sangre hubiera sido ya derramada, Job apela al Dios más alto, Testigo y Defensor de su justicia.

(a)  Por un lado, Job sabe que el “dios” del sistema social derrama (derramará) su sangre, en la línea de fondo del deseo de sus tres amigos, defensores del sistema legal establecido, que le dicen en realidad "déjate matar", "muere y no protestes", que todo siga, para gloria del sistema de poder de reyes y príncipes, de magnates y comerciantes. Así le dicen en el fondo: ¡Muérete Job, te enterramos, y todo quedará tranquilo, seguirá el sistema de reyes, príncipes y magnates.

(b)  Pero Job no puede aceptar esa injusticia, no quiere ser una víctima más del sistema de poder, que se aprovecha de los muertos para seguir "pudiendo", dominando, matando.....Por eso grita y le pide a la tierra que no cubra su sangre... Que no se olvide su muerte...Quiere que la tierra sea aliada del Dios más alto es testigo y defensor de su justicia. Por eso pide a la tierra que no cubra su sangre, de forma que ella siga clamando ante el trono del Dios verdadero, exigiendo un tipo de venganza, de justificación, de transformación (cf. Ap 6, 9‒10; 20, 4).

Job descubre y marca de esa forma una exigencia de transformación en el interior divino, pasando de la ley impuesta de los vencedores, que le castigan y condenan a morir, al Dios más alto, testigo y defensor de su inocencia, por encima de la muerte. Estas son sus dos palabras fundamentales:

  • Tierra, no cubras mi sangre... Que no se olvide la injusticia de mi muerte, que nadie se aproveche de mi sangre..., que venga el vengador, es decir, aquel que transforme este mundo e implante la justicia. 
  • Y ven, tú, Dios de los que han muerto sin defensa, sin justicia. Ven y transforma esta tierra, este mundo... Que las tumbas de los sacrificados por el Covid y la violencia del sistema sean semillero de un árbol distinto de justicia y de reconciliación, desde los muerto...

De esa forma, pasando por encima de un sistema que le condena a muerte, oponiéndose a un orden de injusticia que se aprovecha de su sangre para seguir triunfando, Job apela al Dios más hondo, el Dios de las tumbas no vengadas, el Dios  de los cielos de la auténtica justicia, oponiéndose a la violencia de aquellos que le han expulsado y condenado en el estercolero, pidiendo ayuda de su goel, vengador de sangre: 

“Pues está en los cielos (beshamayim)  mi Testigo (‘edie) y en las alturas mi Defensor,  aquel que  me defenderá (defenderá al hombre, Geber, ante Eloah, al Hijo de hombre, Ben‒Adam, ante su adversario! (16, 19‒21),

            Mientras siga en tierra la sangre sin vengar del expulsado (del hombre‒víctima que es Job), ha de elevarse en el cielo (en la altura) el defensor, como protesta contra aquellos prepotentes que defienden su sistema de opresión. Job es así un hombre fuerte (geber), pero no en sí mismo, sino porque en el cielo está su Defensor, como garante de justicia y liberación.  

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