Tráfico y trata de personas

Éste es el mayor pecado (el pecado original) según la Biblia.

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Hoy (8.2.20) se "celebra" (se recuerda y rechaza) la trata de personas, en especial de mujeres y niños. Éste es, para la Biblia, el pecado original de la historia, el mayor de todos,
desde Gen 6 hasta Ap 18. Así lo mostraré, recogiendo y condensando algunos textos que he presentado en mi Gran Diccionario de la Biblia.

La Biblia conoce diversos tipos de migraciones, pero la más injusta, dolorosa e inhumana es la que está  vinculada con la trata de personas, con el fin  de explotar su trabajo o sus servicios, en línea  de abuso sexual, dirigido sobre todo a mujeres y niños. Surge así una casta de tratantes nuevos, que no son de “ganado/animales”, como en las ferias antiguas, sino de personas. Éste es quizá el “mercado” más duro, injusto y sangrante (anti‒divino) del mundo.

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La  mayoría de las víctimas de la trata son trabajadores migrantes, que intentan de escapar de la pobreza y de la discriminación para mejorar sus vidas y enviar dinero a sus familias. La ausencia de oportunidades de migración regular para conseguir empleo en otros países, sumada al hecho de que muchos migrantes buscan empleos  como medio de supervivencia, más que como una oportunidad de mejorar su nivel de vida, han dejado a los migrantes pocas alternativas, excepto valerse de traficantes y/o de tratantes para acceder a dichos empleos.  

UN TEMA BÍBLICO.  LA MUJER COMO OBJETO DE DESEO Y CONQUISTA

             Las condiciones de la migración, tráfico y trata de personas de la actualidad son muy distintas de las del tiempo de la Biblia, pero los problemas de fondo siguen siendo los mismos. Por eso, una visión de conjunto del tema en la Biblia es muy importante para entender y plantear los temas desde un punto de vista cristiano. No se trata simplemente de conocer lo que ha habido, sino de plantearlo desde sus raíces los problemas, para iluminar de esa forma el camino y para encontrar nuevas respuestas.

  1: Octavo mandamiento: No robar personas

             En ese contexto puede entenderse mejor la segunda “tabla” de los mandamientos, formulados en dos textos básicos de la Biblia israelita (Ex 20, 1-17 y Dt 5, 6-21). Pues bien, el 8º mandamiento del decálogo bíblico dice “no robarás”, en el sentido de “no robarás personas”.

‒ El mandamiento originario prohíbe el robo de personas, igual que prohíbe el asesinato y el adulterio. La vida del hombre o mujer es inseparable de la fidelidad personal (contra el adulterio) y de la libertad (ningún hombre o mujer puede ser posesión de otros).  La trata de personas está vinculada a un tipo de robo. Este matiz de “robo de personas” se ha difuminado más tarde en las interpretaciones de los mandamientos, de manera que el no-robar se ha universalizado y aplicado a todo tipo de hurtos. Pues bien, en principio, el robo más significativo, el que está más perseguido y castigado en aquel contexto bíblico, en el que se empezaba a extender el robo de personas, para su venta en el mercado, al servicio de los grandes imperios del entorno (asirios, babilonios, egipcios…), es el robo de personas. Intermediarios de ese robo de personas eran básicamente los fenicios (como sabe el profeta Amós y como "rezan" las leyes fundantes de Israel).

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 ‒ La ley del Código de la Alianza: «Quien rapte a un persona para venderla o retenerla  es reo de muerte» (Ex 21, 16). Esta ley forma parte de la legislación criminal, y va unida a la ley contra el homicidio y contra la rebelión contra los padres (quien maldiga a su padre o a su madre…) (cf. Ex 21. 12-16). Ella está en el principio de todas las relaciones humanas.

En el Deuteronomio se dice: «Si se encuentra a un hombre que haya raptado a uno de sus hermanos, entre los hijos de Israel, para explotarle como esclavo o para venderle, ese ladrón debe morir. Harás desaparecer el mal de en medio de ti» (Dt 24,7): Según eso, este mandamiento protege ante todo «la libertad misma del prójimo, manifestándose en contra del secuestro de personas, con el fin, por ejemplo, de venderlas”. Va, por consiguiente, en contra de aquellos que convierten la persona en una cosa, objeto de robo y de esclavizamiento.[1]

‒ Importancia profética del tema. El profeta Amós. La condena del robo de personas está en el principio de la profecía de Israel, tal como aparece en Amós, en el siglo VIII a.C.  Entre las grandes condenas del profeta aparecen estas tres:

‒ Pecado de Gaza: “Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque llevó cautivo a todo un pueblo (hicieron prisioneros en masa), y los vendieron a Edom” (Am 1, 6).

‒ Pecado de Tiro: “Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom y no se acordaron del pacto de hermanos” (Am 1, 9).

‒ Pecado de Israel; “Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque vendieron por dinero al inocente (=justo), y al pobre por un par de sandalias” (Am 2, 6).

             Éste es un pecado “social”, propio de estados y/o comunidades dedicadas de un modo especial al comercio de todo tipo, como son las de Tiro y Gaza... que comercian con oro y plata, comida y vestidos...,pero, sobre todo, con personas humanas. Éste es un pecado de lesa humanidad, que no está vinculado a la fe concreta de un pueblo, sino a lo que pudiéramos llamar el “pacto de humanidad”, que es anterior a todos los derechos políticos y religiosos.          

Primer pecado humano, robar y cautivar mujeres

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             En ese contexto se entiende la relación entre la violencia y la trata de mujeres, como muestran varios textos de la Biblia, narrados con toda crudeza, como si fueran un espejo en el que se puede ver el sentido (o falta de sentido) de la mujer

En esa línea se entienden las guerra para conquistar mujeres. Son muchos los pueblos que conservan la memoria de guerras que se hicieron, hasta tiempos relativamente recientes, para conseguir esposas. En un momento de necesidad, cuando un grupo carece de mujeres suficientes las “compra” (intercambio comercial) o lucha por ellas. El caso más significativo de la Biblia Judía aparece en Jc 21, cuando se habla de la guerra de los benjaminitas contra la ciudad de Yabes Galaad para conseguir mujeres, una guerra aprobada por toda la asamblea de Israel:

“Y obrareis de esta manera: ¡Exterminaréis a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón acostándose con él, dejando con vida a las solteras! Y encontraron entre los habitantes de Yabes Galaad cuatrocientas jóvenes vírgenes (=capaces de ser madres) que no se habían acostado con varón” y las tomaron como mujeres” (Jc 21, 10, 14).

 Las mujeres  no valen como personas, sino simplemente como medio para que los hombres  disfruten de ellas expandan su semilla. En ese contexto se entiende la guerra de las tribus federadas contra los habitantes de Jabes Galaad a los que derrotan y exterminan, simplemente para robar y utilizar a sus mujeres vírgenes, que sirven para que los benjaminitas dejen en ellas su remen-recuerdo y así pueda perdurar su tribu. Por causa de ellas luchan los varones, no para defender el derecho de las mujeres, sino su privilegio de varones.

Raptomujeres en el templo de Silo; la religión al servicio del rapto de mujeres.Este pasaje recoge una especie de folklore, una leyenda de la fiesta de Yahvé, relacionada a la vendimia y el baile de las viñas en otoño. Danzan las muchachas no casadas y se esconden en las cepas los guerreros, para salir luego y llevar cada uno a la que quiere o puede conseguir por fuerza. Estrictamente hablando aquí no hay guerra, sino robo… En ese contexto se podría decir que mujer nace y se educa para ser robada[2], como dicen los jefes de Israel a los benjaminitas:

Id a poner una emboscada entre las viñas. Estaréis alerta, y cuando las muchachas de Silo dancen en corro, saldréis de las viñas y raptaréis cada uno una mujer de entre las muchachas de Silo y os iréis a la tierra de Benjamín…” (Jc 21, 16-23).

 Los "guerreros raptores" no preguntan a las muchachas “raptadas” si quieren, no les piden permiso, pues piensan que la "ley" de violencia de la guerra se puede imponer sobre las danzantes.Entre el “matrimonio por rapto pactado” y el de “robo violento” de los benjaminitas que irrumpen en la fiesta y llevan consigo a las mujeres que quieren, de un modo impositivo, para casarse con ellas por la fuerza, hay muchos intermedios.

   Cierto tipo de rapto matrimonial ha existido hasta hace poco tiempo, en diversas cultura. Pero el caso del rapto realizado por los benjaminitas (¡con permiso implícito de los padres de las muchachas!) nos sitúa en el límite de la pura violencia. En ese contexto, algunos han podido decir que en todo matrimonio forzado hay un tipo de rapto de la mujer.

Pecado diabólico: los "ángeles" raptan y violan mujeres

En el texto anterior, las mujeres eran posesión de unos hombres sin más (aunque más fuertes), que las raptaban para ratificar su dominio sobre ellas. Pues bien, en otro contexto simbólico, ellas aparecen como objeto de un deseo "sagrado" y perverso que no proviene ya de hombres, sino de unos seres "divinos" que han decidido apoderarse de ellas. Así lo muestra un pasaje de la Biblia Judía, que ha sido desarrollado por los apócrifos:

    Y sucedió que los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas. Y vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran bellas y tomaron mujeres de entre ellas, de todas las que se escogieron... (cf. Gen 6, 1-4).

 Este pasaje es un resumen o compendio de una tradición más amplia que aparece de formas distintas en diversos pueblos: unos dioses o hijos divinos descendieron antaño para violar a las mujeres, engendrando a través de ellas a los duros guerreros, profesionales de la lucha y violencia sobre el mundo. La apocalíptica judía ha recogido este mito en un libro apócrifo (1 Henoc), que ha influido mucho en el contexto de la teología israelita (Jubileos, Qumrán).

 En aquellos días, cuando se multiplicaron los hijos de los hombres, sucedió que les nacieron hijas bellas y hermosas. Las vieron los ángeles, los hijos de los cielos, las desearon y se dijeron: Ea, escojámonos de entre los humanos y engendremos hijos. Semyaza, su jefe, les dijo: Temo que no queráis que tal acción llegue a ejecutarse... Le respondieron todos: Jurémonos y comprometámonos bajo anatema... Así bajaron y tomaron mu­jeres. Cada uno tomó la suya. Y comenzaron a convivir con ellas (cf. 1 Hen 6, 1-7, 1).

 Según ese mito, todo el mal del mundo proviene de la violencia de unos seres superiores… que han sido causantes del rapto y violación de las mujeres y de la guerra entre los hombres. Los apócrifos judíos suponen que Dios destruyó a esos ángeles perversos, pero el fruto de su violación permaneció hasta hoy, de manera que en algún sentido somos hijos de mujeres violadas y de guerreros destructores. De aquí nacen los dos grandes pecados: violación sexual (opresión de las mujeres) y guerra. Éste es un relato simbólico (mítico) un mito que se puede interpretar y se ha interpretado en el conjunto de la tradición bíblica de dos formas. 

(a) Este es un mito de ángeles violadores, pero en un sentido intenso está pensado y formulado desde una perspectiva de varones…pues son ellos los que desean y raptan a las mujeres… Este mito nació posiblemente en el tiempo de los grandes movimientos sociales de conquista militar y de violencia, a la luz de las luchas de los granes imperios que dominaron sobre el judaísmo, desde el siglo VIII hasta el III a.C. (asirios, babilonios, persas, macedonios…).

(b) Éste es un mito de violencia masculina: los culpables serían los varones (hombres, ángeles), que raptan y violan a las mujeres, que son sus víctimas. En esta segunda línea se puede añadirque han sido los ángeles/hombres perversos los que han suscitado todos los males: La mala religión, hecha de ensalmos, conjuros, encantamientos, astrología... (cf. 1 Hen 7, 1; 8, 2-3); la guerra sin fin, pues Azazel, el violador primero, «enseñó a los hombres a fabricar espadas, cuchillos, escudos, petos, los metales y sus técnicas...» (1 Hen 8, 1); la seducción sexual, fundada en el mismo Azazel que instruyó a los hombres en el arte de los adornos (brazaletes), el embellecimiento corporal (pintarse las cejas), el uso de las piedras preciosas, etc. (1 Hen 8, 1) y las diversas formas de encender los deseos sexuales, dirigidos a violar a las mujeres.

 Sea como fuere, en este contexto de rapto y trata de mujeres, la violencia sexual aparece como una realidad que desborda el plano simplemente humana, para situarnos en el lugar donde se encuentran e influyen lo angélico/demoníaco y lo humano.

Comercio final de la historia. Se compran y venden hombres y mujeres

   El libro del Apocalipsis pone al final de la historia el gran letrero de Roma, ciudad del poder militar y comercial, donde se compra y vende todo, en especial personas, es decir, cuerpos y almas, sobre todo de mujeres y niños. Así dice el texto:

Los mercaderes de la tierra (los de la gran Roma imperial y comercial) llorarán y harán duelo   nadie compra sus mercancías:  (a) mercancías de oro y plata, piedras preciosas y perlas; de lino, púrpura, seda y escarlata, (b)   toda clase de madera aromática, los objetos de marfil, instrumentos de madera preciosa, de bronce, hierro y mármol;(c) cinamomo y plantas olorosas, perfumes, mirra e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo; (d)   vacas y ovejas, caballos y carros,  cuerpos y almas (personas) humanas (Ap 18, 11‒13)

Parece una lista comercial y lo es. Roma es un mercado universal, que empieza en oro y acaba en esclavos. Todo se compra y vende, incluidas las vidas humanas. Significativamente, en esta lista no aparecen expresamente mujeres, ni niños… pero están incluidos en la compra-venta de cuerpos y almas de hombres (seres humanos), como dice el texto con una precisión sorprendente.

            Ciertamente, en el mercado de Roma se compran y venden cuerpos (sômata) de seres humanos, entendidos como pura mercancía, para el trabajo o para el sexo. Pero en ese mercado se venden también almas humanas (psykhas antrôpôn). El mercado mundial no quiere sólo esclavizar el cuerpo (el poder del trabajo, la exterioridad humana), quiere esclavizar las almas, es decir, la interioridad, el pensamiento.

Aquí se describe, quizá por vez primera,  en la historia humana la pornografía diabólica del mercado universal donde se empieza comprando y vendiendo oro (objetos de lujo, tejidos, materiales nobles, especias, alimentos, animales…), para acabar vendiendo (al principio y al fin) seres humanos. Aquí está el gran problema, esta es la gran trata, organizada en forma de mercado universal.

Allí donde se compra y vende todo, al servicio de la Gran Prostituta, en un mercado que se apoya en la armas (1ª Bestia de Ap 13 ) y en la mentira o propaganda ideológica (2ª Bestia de Ap 13 ), la vida humana pierde su valor, está sólo al servicio del mismo mercado. Estos comerciantes que así se lamentan por la caía de Roma no tienen religión ni patria, o no importa que la tengan (al Apocalipsis no dice nada de ellos). Su patria es el negocio, su religión la ganancia; son los comerciantes de la muerte, de un comercio que culmina en la trata de personas.

 Roma, Ciudad sagrada de la Paz Eterna, encarnación de la justicia eterna (así pregona la propaganda político/sacral del tiempo), se ha venido a convertir en una simple y pura prostituta que vive de la compra-venta de cuerpos y almas.

  Notas.

[1] Cf. A. Exeler, Los diez mandamientos. Vivir en la libertad de Dios, Sal Terrae, Santander 1983, 161-180. En esa línease entiende la gran crítica del profeta Amós, que se opone a todos los reinos del entorno que roban y venden personas en los mercados de Fenicia.

 [2] Cf. R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1985, 622-623.

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