Nazoreo, niño de Navidad: Consagrado a Dios, liberador social

He presentado en varios casos el tema de Jesús nazareno/nazoreo (26/30. XI y 2. XII. 12). Hoy lo retomo para evocar de manera más extensa la visión del Papa y "completarla" con la mía.

a. La visión del Papa resulta muy significativa, y muestra su agudeza, pues éste es un motivo del que escapan casi todos los investigadores. Benedicto XVI lo aborda con profundidad, con buen análisis crítico, aunque a mi juicio su conclusión se queda corta, pues termina identificando Jesús como nazir (consagrado) y como nezer (retoño), para insistir en la cualidad de Jesús como el consagrado de Dios (descendiente del tronco sagrado de Jesé).

Por eso, a él se le debe veneración y culto religioso Nos hallamos pues ante un Jesús litúrgico, en la línea del culto cristiano (es decir, ante un Jesús de Iglesia Santa).

b. Mi visión no se opone a la del Papa, pero añade un aspecto que es, a mi juicio, más importante: Jesús no es “nazir” en sentido de consagrado, sino “nezer”, en el sentido de heredero mesiánico (davídido) con una tarea que es social, en el sentido más intenso de la palabra.

Jesús como “nezer” (nazoreo) es liberador, con un compromiso social profundo, y así muere como pretendiente davídico al parecer fracasado. Ciertamente, el seguimiento de Jesús tiene un sentido “religioso”, pero vinculado de manera inseparable a la liberación social, a la causa de los crucificados de la historia.


Quien quiera saber más, vea las dos perspectivas, primero la del Papa, después la mía. Buena jornada a todos.


BENEDICTO XVI: JESÚS NEZER SAGRADO


Mateo tiene que vérselas con una objeción concreta:No había ninguna promesa sobre el lugar de Nazaret: de allí no podía ciertamente venir el Salvador (cf. Jn 1,46). A esto, el evangelista replica: José «se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno/nazoreo» (2,23).

Con esto quiere decir que en el momento de la redacción del Evangelio era ya un dato histórico el que a Jesús se le llamaba «el Nazareno/nazoreo», haciendo referencia a su origen, y que con ello se muestra que es el heredero de la promesa. Contrariamente a las precedentes citaciones proféticas, Mateo no se refiere aquí a una determinada palabra de la Escritura, sino al conjunto de los profetas. La esperanza de éstos se resume en este apelativo de Jesús.

Mateo ha dejado con esto un problema difícil para los exegetas de todos los tiempos: ¿Dónde encuentra esta palabra de esperanza su fundamento en los profetas?

Antes de ocuparnos de esta cuestión, tal vez sea útil hacer algunas observaciones de carácter lingüístico. El Nuevo Testamento utiliza dos formas para llamar a Jesús, Nazoreo y Nazareno. Mateo, Juan y los Hechos de los Apóstoles usan Nazoreo; Marcos habla sin embargo de Nazareno; en Lucas se encuentran ambas formas.

En el mundo de lengua semítica, a los seguidores de Jesús se les llama «nazorei» y, en el ámbito grecorromano, cristianos (cf. Hch 11,26). Pero ahora hemos de preguntarnos muy concretamente: ¿Hay en el Antiguo Testamento algún rastro de una profecía que conduzca a la palabra «nazoreo» y que pueda aplicarse a Jesús?

Ansgar Wucherpfenning (Wucherpfennig, Ansgar: Josef der Gerechte. Eine exegetische Untersuchung zu Matthäus 1-2, Herders Biblische Studien, 55, Friburgo, 2008) ha compendiado cuidadosamente la difícil discusión exegética en su monografía sobre san José. Trataré de seleccionar únicamente los puntos más importantes. Hay dos líneas principales para una solución.

La primera se remite a la promesa del nacimiento del juez Sansón.

El ángel que anuncia su nacimiento dice que él sería un «nazireo», consagrado a Dios desde el seno materno, y esto —como dice la madre— «hasta el día de su muerte» (Jc 13,5-7). Contra la deducción de que Jesús fuera un «nazireo» en este sentido, habla por sí solo el hecho de que él no responde a los criterios establecidos en el Libro de los Jueces para ello, en particular la prohibición de tomar alcohol. Él no era un «nazireo» en el sentido clásico de la palabra. Pero esta calificación vale ciertamente para él, que fue consagrado totalmente a Dios, hecho propiedad de Dios desde el seno materno hasta la muerte, y de un modo que supera con creces aspectos externos como éstos.

Si volvemos a ver lo que dice Lucas sobre la presentación-consagración de Jesús, el «primogénito», a Dios en el templo, o si tenemos presente cómo el evangelista Juan muestra a Jesús como el que viene totalmente del Padre, vive de él y está orientado hacia él, se puede ver entonces con extraordinaria nitidez que Jesús ha sido verdaderamente consagrado a Dios desde el seno materno hasta la muerte en la cruz.

La segunda línea de interpretación se apoya en que, en el nombre «nazoreo» puede resonar también el término nezer, que está en el centro de Isaías 11,1:

«Brotará un renuevo (nezer) del tronco de Jesé.» Esta palabra profética ha de leerse en el contexto de la trilogía mesiánica de Isaías 7 («la virgen está encinta y da a luz un hijo»), Isaías 9 (luz en las tinieblas, «un niño nos ha nacido») e Isaías 11 (el retoño del tronco, sobre el que se posará el espíritu del Señor). Puesto que Mateo se refiere explícitamente a Isaías 7 y 9, es lógico suponer también en él una insinuación a Isaías 11. La particularidad de esta promesa es que enlaza, más allá de David, con el fundador de la estirpe de Jesé. Del tronco aparentemente ya muerto, Dios hace brotar un nuevo retoño: pone un nuevo comienzo que, sin embargo, permanece en profunda continuidad con la historia precedente de la promesa.

En este contexto, ¿cómo no pensar en el final de la genealogía de Jesús según san Mateo, genealogía por un lado totalmente caracterizada por la continuidad del actuar salvífico de Dios y que, por otro lado, al final invierte el rumbo y habla de un inicio enteramente nuevo por una intervención de Dios mismo con el don de un nacimiento que ya no proviene de un «generar» humano?

Sí, podemos suponer con buenas razones que Mateo haya oído resonar en el nombre de Nazaret la palabra profética del «retoño» (nezer) y haya visto en la denominación de Jesús como Nazoreo una referencia al cumplimiento de la promesa, según la cual Dios daría un nuevo brote del tronco muerto de Isaías, sobre el cual se posaría el Espíritu de Dios.

Si a esto añadimos que, en la inscripción de la cruz, Jesús es denominado Nazoreo (ho Nazōraios) (cf. Jn 19,19), el título adquiere su pleno significado; lo que inicialmente debía indicar solamente su proveniencia, alude sin embargo al mismo tiempo a su naturaleza: él es el «retoño», el que está totalmente consagrado a Dios, desde el seno materno hasta la muerte.

Pikaza, Jesús “nezer” de Dios, liberador social

A diferencia del Papa, pienso que el título de "nazoreo" no alude en principio a la naturaleza de Jesús (en línea de dignidad personal, como título), sino a su misión mesiánica (de implantación del Reino). A Jesús no le mataron simplemente por "ser" nazoreo, sino por actuar como nazoreo, representando así un peligro para las autoridades del templo y del imperio.

Juan nazireo, Jesús nazoreo

Jesús no es nazireo como Juan Bautista (como aquellos que se abstenían de vino, dejaban el cabello largo y defendían la causa de Dios como soldados: cf. Num 6, 1-21), sino profeta y nazoreo mesiánico.

‒ Según Lc 1, 15 Juan fuer nazireo, consagrado a Dios por un voto especial (cf. Num 6), en austeridad y ayuno, para preparar la llegada de uno Más Fuerte.
‒ Jesús, en cambio, fue nazoreo (o nezereo) de Nazaret del nezer de Jesé, retoño davídico (Is 11, 1), vinculado a las tradiciones del Emmanuel (¡una muchacha/virgen concebirá!: Is 7, 14), aunque algunos de sus herederos cristianos asumieran después elementos ascéticos.

Tras dejar a Juan (con quien pudo actuar como nazir), Jesús no aparece ya como consagrado-asceta, que no come/bebe, sino como nazoreo (descendiente mesiánico), anunciando la llegada del Reino entre los marginados y enfermos, con poder social.


Textos básicos:


a. Mateo 2, 23 ha visto a Jesús como nazoreo, del nezer mesiánico, heredero de las promesas de David, que anunció y anticipó la llegada del Reino mesiánico. En esa línea ha querido mostrar que Jesús no era nazoreo en la clave del judeocristianismo nacional, sino abriendo un mesianismo universal, que se explicita en Mt 28, 16-20.

b. Los evangelios judeo-cristianos (de los Ebionitas y/o Hebreos) parecen presentar a Jesús como nazoreo davídico en el tiempo de su vida y en la primera etapa Iglesia. En esa línea su nazoreato puede haberse mezclado a un tipo de nazireato ascético, con rasgos que parecen más propios de Juan Bautista (y de Santiago, hermano del Señor). Evidentemente, ese nacionalismo mesiánico no excluye la universalidad, aunque la sitúa al final del tiempo.

c. Jn 19, 19 (cf. Jn 18, 5. 7) parece haber recogido el fondo histórico del juicio de Jesús, a quien Pilato condenó como “nazoreo, rey de Israel”, en una línea vinculada a las esperanzas mesiánica de la familia de David. Ésta sería la paradoja cristiana: A Jesús le condenaron por ser mesías davídico, siendo como era Logos de Dios. Esa misma dualidad de planos aparecería en Rom 1, 3-4 (hijo de David según la carne, Hijo de Dios por la resurrección) (7).

Título de la Cruz: Jesús nazoreo Rey de los judíos.

Este título con la causa de la condena es históricamente fiable y expresa la razón de la muerte de Jesús. La tradición ha conservado dos versiones: La de Marcos («El rey de los judíos»; Mc 15, 26), ligeramente modificada por Mt 27, 27 y Lc 23, 38; y la de Juan, quien afirma que el título estaba escrito en hebreo (arameo), latín y griego y decía: «Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos» (Jn 19, 19). Es muy posible que Juan conserve aquí, como en otros casos, un recuerdo histórico más preciso que Marcos (quien, como he dicho, parecía evitar el término nazoreo). J

– Marcos: El Rey de los judíos (15, 26). Este pasaje, más breve y conciso, recoge la acusación que los sacerdotes presentaron a Pilato contra Jesús, y que sirvió como causa y razón de su condena. Jesús había actuado como profeta del Reino de Dios en Galilea, pero se había presentado en Jerusalén como Mesías, término que, en lenguaje jurídico y político, podía traducirse como Rey de los judíos.

Es poco probable que Jesús se llamara sí mismo Rey (y menos “rey de los judíos”), pues el Reino era de Dios. Él se tomaba más bien como Mesías de o, quizá mejor, como pretendiente mesiánico, y en esa línea se entiende su respuesta al Sumo Sacerdote cuando le preguntaba si es el “Cristo, el Hijo del Altísimo”, y él responde: «yo soy» (Mc 14, 62). Es evidente que a Pilato no le importa el término “mesías”, pues no entra en cuestiones intrajudías, pero sí que Jesús pueda presentarse como Rey de los Judíos (pues hacerse rey contra o al margen de Roma es un crimen digno de muerte).

–Juan: Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos (19, 19). El Cuarto Evangelio afirma que el letrero estaba escrito en tres lenguas y que presentaba a Jesús como el Nazoreo. Pero esos dos motivos pueden y deben distinguirse con cuidado.

(a) La escritura en tres lenguas resulta probablemente una ampliación del mismo evangelista, que quiere presentar a Jesús como mesías universal, no sólo en hebreo/arameo (la lengua de la zona), sino en latín y griego (las lenguas del imperio). Pero es difícil que Pilato estuviera interesado en ese tema, y que los soldados, que habrían escrito el letrero, pudieran hacerlo en tres lenguas.

(b) Por el contrario, la presentación de Jesús como Nazoreo resulta a mi juicio histórica, como seguiré diciendo. El evangelio de Juan interpreta ese letrero (rey de los judíos) como una venganza irónica de Pilato sobre los sacerdotes: Ellos han acusado a Jesús de presentarse como “rey de los judíos” sin serlo en realidad; pero no quieren que aparezca como rey en el letrero de la condena.

(c) Sin duda, esa palabra (nazoreo) puede haber sido “creada” por el mismo Juan, para presentar el “nombre completo” de Jesús, siguiendo el estilo solemne de los emperadores, que tenían tres nombres, como “Tiberio César Emperador” (de manera que siguiendo ese ejemplo algunos cristianos dirían: “Jesús Nazoreo Rey”). Pero esa razón no explica el uso concreto del nombre (Nazoreo, no Nazareno), que tiene un sentido regio y mesiánico (del nezer de David).

La cuestión es saber si Marcos suprimió ese título (Nazoreo), porque no quería presentar a Jesús en la línea mesiánica davídica, o si Juan lo inventó (como algo propio de él) o si encontró en su fuente, transmitiendo así una tradición antigua, que presentaba a Jesús como nazoreo, vinculado a la promesa de David. A mi juicio, las cosas se explican mejor suponiendo que Marcos (para desvincular a Jesús del mesianismo davídico/nazoreo) abrevió el texto anterior, que Juan encontró en la tradición, donde el título originario, escrito en una sola lengua (griego, quizá latín), sería Jesús Nazoreo Rey de los Judíos (palabras que, por sus iniciales, aparecen como INRI en las imágenes de la crucifixión). En ese fondo es también más verosímil la protesta de los sacerdotes de Jn 19, 19-24, que pueden reconocer a Jesús como nazoreo (pues lo es, por familia), pero que no quieren aceptarle como rey de los judíos.

De un modo significativo, en el momento clave del prendimiento, los agentes de la autoridad presentan a Jesús como “nazoreo”, suponiendo que ese título tiene algo que ver con lo que está sucediendo (Jn 18, 5. 7; cf. también Mt 26, 71, que introduce ese título en el proceso de Jesús).


Jesús Nazoreo, un tema mesiánico-social

Pilato condenó a Jesús por ser (querer hacerse) “rey de los judíos”, es decir, porque pretendería tomar el poder contra Roma. Para Pilato, Jesús es un rey fracasado, uno más en la lista de pretendientes políticos vencidos. Para los sacerdotes será un falso rey, un profeta de mentiras. Para los seguidores de Jesús, ese título está en la base de su mesianismo, pero sólo se puede entender desde la Cruz, y tras la experiencia pascual; antes (o fuera) de ella es un título de escándalo.

La tradición sinóptica (partiendo de Marcos) sabe que sólo tras la muerte de Jesús se ha podido publicar el gran secreto que él quiso velar a lo largo de su vida, para que nadie pudiera coronarle con métodos de mando y de violencia armada (cf. Mc 8, 27-9, 1). Ahora, en la Cruz, ya no hay peligro: Jesús es Rey (Mesías) desde la Cruz, por su resurrección.

Ampliación erudida

Los nazireos no parecían tener un proyecto mesiánico, ni actuaban como portadores del Reino, sino como ascetas consagrados (abstemios) y guerreros (como en el caso ejemplar de Sansón: cf. Jc 13, 5.17; 16, 17). En esa línea, utilizando quizá una fuente judeocristiana, Lucas ha interpretado al Bautista como nazireo y precursor mesiánico, como Samuel: «No tomará vino ni bebida fermentada y la navaja no pasará por su cabeza» (LXX 1 Sam 1, 11)

Los nazoreos, en cambio, tenían un proyecto mesiánico, vinculado a las tradiciones de David. En ese contexto se plantea la grafía del pueblo de Jesús.

Las relaciones entre «nazareno» (de Nazaret) y «nazoreo/nazoraios» (de Nezer) parecen haberse cruzado (y confundido) pronto en la tradición cristiana, pero en el fondo del proyecto de Jesús hay un «compromiso nazoreo», vinculado a la «observancia» o vigilancia (del hebreo natzar/nazar) y, sobre todo, a la «descendencia» davídica (del hebreo netzer/nezer, cf. Is 11, 1). Cf. H. Kuhli, Nazarenos, en Diccionario Exegético NT 2, Sígueme, Salamanca 1998, 367-371; S. Goranson, Nazarenes, ABD IV, 1049-150.

Jesús aparece como nazareno seis veces. Cuatro en Marcos (1, 24; 10, 47; 14, 67; 16, 6), en lugares donde podemos sospechar que la tradición anterior decía nazoreo. Las otras dos en Lucas: Una (Lc 4, 34) depende de Mc 1, 24; otra (Lc 24, 19) es críticamente insegura (muchos manuscritos ponen nazoreo) y puede haber sido creada por el mismo Lucas.

A Jesús se le llama nazoreo trece veces, en textos antiguos, que recogen una experiencia primitiva.

-- Mateo 2, 23 y 26, 71, al comienzo y fin del evangelio, recogiendo una tradición judeo-cristiana que él no ha desarrollado.

-- Juan, en un contexto de juicio (Jn 18, 5. 7 y 19, 19).

-- Lucas pone nazoreo en un caso donde el paralelo de Marcos dice nazareno (cf. Lc 18, 37; Mc 10, 47), quizá para vincular a Jesús con David, de quien derivan los nazoreos (cosa que Marcos habría querido ocultar). Pero utiliza el término con más frecuencia en Hechos (cf. 2, 22; 3, 6; 4; 4, 10; 22, 8; 26, 9), donde habla incluso de una haíresis o secta de los nazoreos, con la que vinculan a Pablo (Hech 24, 5), aunque parece que él se distancia implícitamente de ella en su discurso (cf. Hech 24, 11-21).

Conclusión:

Estos datos (aún más complejos por las variantes de los manuscritos) permiten suponer que Jesús fue nazoreo (no sólo nazareno), igual que sus primeros seguidores. No fue simplemente un consagrado, como supone Benedicto XVI, sino un activista mesiánico, en clave social
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