Pre-navidad 6. Acaba de entregarte ya de vero

Las estrofas anteriores han trazado el recorrido de la amante por la naturaleza del Amado, más allá de los caminos cotidianos de los pastores. Ella ha buscando, ha preguntado y recibido una primera respuesta de belleza de las cosas, pero esos mensajes resultaban pobres, eran al fin insuficientes. Por eso busca a más profundidad y llama en lamento enamorado: Acaba de entregarte. El amor no es un camino que se surca y deja , sino el mismo ser del hombre que busca. Esta búsqueda es adviento, espera de la Navidad: las huellas del Amado despiertan el ansia más fuerte de la amante, el balbuceo de las criaturas enciende su deseo, de manera que ella sólo quiere a una cosa: acaba de entregarte...(CB 6):

¡Ay! ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero.
No quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero


Con la herida del Amado comenzaba el Cántico (CB 1). Conmovida y enferma de amor habla aquí la amante, pidiendo salud. Pero la curación no está en negar el amor, que era causa de enfermedad, sino al contrario, en amar más, hasta morir de amor .

1. Ay ¿quién podrá sanarme? . En un primer momento, esta pregunta parece egoísta. Hay muchos enfermos sin amor sobre el ancho mundo, muchos excluidos y oprimidos. ¿Por qué los olvida la amante y se ocupa de sí misma? Jesús no pensó en sus problemas, ni se centró sus dolores, sino que se puso a curar a los demás, enfermos y expulsados, pues “quien quiera salvar su propia vida ese la perderá...” (cf. Mc 8, 35). Pero ella, la amante ¿por qué piensa en sí misma?. (1) Piensa en si porque está enferma y no puede ocultar su dolor: el conocimiento de su enfermedad es, de algún modo, principio de salud; su amor se expresa en forma de lamento . (2) Piensa en sí porque está enferma de amor y sólo el Amado la podrá curar; su dolor nace de otro (es por otro) y en ese sentido lo más egoísta (quererse curar) es lo más altruista, porque mi ser y salud es el Amado (cf. CB 14-15) .

2. Acaba de entregarte ya de vero... El amor no es resultado de un proceso que se puede calcular, como los bienes de consumo que produce la ciencia, ni una virtud que se alcanza por ascesis (como en muchos tipos de moral), ni victoria en una guerra cuerpo a cuerpo (como en Hegel), sino gracia generosa, que se da, recibe y comparte, sin que valgan para conseguirlo capitales, talleres o mercados. Por eso, quien pretenda ser amante ha de empezar diciendo: “acaba de entregarte...”. Así pide nuestra amante al Amado. Le pide que se rinda, no como ciudad sitiada, amenazada, sino como persona libre que libremente regala su existencia. Ella suplica al Amado, en honda petición de amor, que se entregue ya de vero, es decir, en realidad, del todo, como si el camino anterior hubiera sido de bromas, de pequeñas signos y juegos. No le quiere ni puede obligar, pero le ruega que “se entregue” y se regale, dejándose alcanzar por amor .

3. No quieras enviarme de hoy más ya mensajero... Los mensajeros o pastores de CB 2 y las criaturas de CB 4-5 son necesarios, pero insuficientes: “el alma quiere aprovecharse de terceros y medianeros para con su Amado, pidiéndole le den parte de su dolor y de su pena” (Coment 2, 1) . Pero la amante descubre al final que ellos no bastan, por más valiosos que sean, pues no pueden curar su ansia de presencia; por eso le pide al Dios-Amado, Amor en sí (enamorado primero), que venga, de forma inmediata, en persona. Los hombres moramos en un mundo de mensajes que se repiten y vuelven sin cesar, de forma que entre ellos debemos orientarnos. Muchos piensan que eso basta: les parece suficiente lo que ofrecen y prometen, no piden más. Pero la amante verdadera los descubre insuficientes, pues no saben decir la palabra verdadera, “sino que hacen crecer el hambre y apetitito de ver al Amado como es”; sólo ofrecen migajas (meajas) que caen de la mesa del Amado, sin saciar el hambre de la vida (Coment 6, 4).

4. Que no saben decirme lo que quiero. La amante habita en un mundo cruzado de mensajeros y mensajes, debiendo orientarse entre ellos, pero, en realidad, sólo desea y busca al Amado (aquel que yo más quiero: cf. CB 2), fuente de todos los mensajes, verdad de los mensajeros, que no saben responder a su necesidad, ni darle amor pleno, pues no son Amor en sí, ni pueden ofrecerlo. En el mundo plano del sistema todos los mensajes son al fin intercambiables: nada ni nadie es único. El Amado, en cambio, es único e insustituible y con él cada persona: cada hombre es distinto, cada amor absoluto. Por eso, los mensajeros cambiantes no pueden dar a la amante lo que quiere: la mirada de amor absoluta, la palabra de reconocimiento personal que le permite ser ella misma, dentro de un mundo donde ahora (desde ahora) cada persona y cosa vale por sí misma (es infinita), como supone todo el Cántico .

Así queda planteado el tema de las mediaciones del amor, entendidas como anticipos de plenitud, signos de una ausencia mayor y más presente. Si no hubiera mensajeros, el hombre viviría resignado a la pura negación; no echaría en falta nada, porque ignoraría que el Amado en persona existe y se comunica con nosotros. Pero los mensajeros, con su consuelo parcial, aumentan el dolor, son insuficientes. Cuanto más se conoce más se quiere, cuanto más se tiene más se busca:

Porque los mensajeros, a quien pena por la presencia,
bien sabes tú, Esposo mío, que aumentan el dolor;
lo uno, porque renuevan la llaga con la noticia que dan;
lo otro, porque parecen dilaciones de la venida...
«Por tanto, acaba de entregarte».
Como si más claro dijese:
Esto, Señor mío Esposo,
que andas dando de ti a mi alma por partes,
acaba de darlo del todo;
y esto que andas mostrando como por resquicios,
acaba de mostrarlo a las claras,
y esto que andas comunicando por medios,
que es como comunicarte por burla,
acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo.
Que parece a veces en tus visitas que vas a dar
la joya de tu posesión
y cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella,
porque se la esconde, lo cual es como dar de burla
(Coment 6, 6).

Superando el discurso sin fin de mensajeros, de experiencias parciales y promesas, la amante quiere la plena comunión con el Amado, la joya o tesoro, la perla preciosa de la vida (cf. Mt 13, 45-46). Por eso, en el momento clave todo el despliegue anterior de los mensajeros le parece una mentira, un juego al escondite. Miramos por resquicios, vamos y volvemos sin hallar lo que buscamos, como si un geniecillo engañador se burlara de nosotros (Descartes), como si la vida fuera un sueño (Calderón de la Barca). Por eso, superando el nivel de las dilaciones y hendiduras, escondites y burlas de esta vida, que parece condenada a la ausencia, la amante quiere la verdad completa del Amado.

Yo a ti todo quiero,
y ellos no me saben ni pueden decir a ti todo,
porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo
puede dar al alma la noticia que ella desea tener de ti;
y así, no saben decirme lo que quiero.
En lugar, pues, de estos mensajeros,
tú seas el mensajero y los mensajes
(Coment 6, 7) .


No quiere revelaciones, sino al Revelador en sus revelaciones. No quiere regalos ni joyas, sino la joya o regalo del Amado (cf. Mt 13, 44-46), la margarita de reino, el ser pleno del encuentro en el Amado.
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