Quiero ayudarte, Dios mío, para que no me abandones (E. Hillesum)

"En la vida hay lugar para todo: para una fe en Dios y para una muerte miserable... Que un pequeño corazón como el humano pueda experimentar tantas cosas, Dios mío, pueda sufrir tanto y amar tanto... Te estoy muy agradecida, Señor, porque Tú has elegido mi corazón en este tiempo para experimentar todo lo experimentable... Cuando pienso en los rostros de los soldados que escoltan los trenes de los deportados...
¡Dios mío, qué rostros! Los he examinado uno a uno apostada en la ventana de mi celda. Nunca jamás nada me ha espantado tanto. Me he planteado preguntas sobre esas palabras bíblicas que son el hilo conductor de mi vida: Dios creó al hombre a su imagen. Sí, esta Palabra ha tenido en mí una mañana difícil...

Quiero ayudarte, Dios mío, para que no me abandones, para que no te extingas en mí. Pero no puedo garantizar nada. Sólo una cosa se me hace cada vez más clara: que Tú no puedes ayudarnos, sino que nosotros debemos ayudarte a Ti, y así es como en definitiva nos ayudamos a nosotros mismos. Es de lo único que se trata: salvar una parte de Ti en nosotros. Y quizá así podamos colaborar a que resucites en los corazones atormentados y desgarrados de los otros hombres".
No voy acomentar su figura, ni glosar sus obras, bien conocidas por todos los que buscan las huellas de Dios... Simplemente decir que fue una joven "normal" y genial, una mujer enraizada en la historia dividida de Europa, judía, con raíces rusas y alemanas ciudadana de Holanda, que hablaba perfectamente media docena de lenguas..., con dotes excepcionales para la música y la literatura, la historia y la psicología, una mujer que fue encontrando a Dios, mientras el sistema nazi le iba condenando inexorablemente a muerte.
Así oraba E. Hillesum
No sabía (externamente) nada de religión (siendo judía). Había vivido una vida riquísima, culta, apasionada, pero muy desordenada, hasta que quiso organizarse..., y un amigo suyo, psicólogo judío... puso en sus manos la Biblia, y ella se fijó de un modo especial en el evangelio de Mateo (¡tuve hambre y me disteis de comer!..), como libro religioso y humano, que podría ayudarle a encontrar un sentido en la vida.
Y ese evangelio, judío y cristiano, le abrió a la dimensión del Dios que sufre en la vida de los hombres (hambrientos, sedientos, exilados, encarcelados...), y a la dimensión de una nueva solidaridad humana, por encima de las divisiones, en el centro del cráter, del huracán de la gran perversidad irracional (¡y totalmente racional, al modo humano!) de los nazis.
Quiso ser fiel a Dios y a sí misma, amando y perdonando a todos, incluso a los nazis... a lo largo de una historia rapidísima, fulgurante, de encuentro con Dios, de encuentro consigo misma, entre el 1941 y el 1943, mientras los nazis tejían su tela de araña de muerte sobre Europa. Pudo huir, pero se mantuvo con los suyos. Pudo salvarse apelando a influencias ajenas, pero prefirió mantenerse con los suyos, en el camino de Auschwitz.
Quiso ayudar a Dios, y murió como Jesús, condenada por la Gran Autoridad, en un campo de concentración. Descubrió a través del evangelio de Mateo el "evangelio de Dios", la buena noticia de la vida:
-- Encontró la dimensión religiosa de la existencia, en comunión de fondo con las religiones de Oriente y con la experiencia espiritual de la humanidad (de manera que se ha podido decir que ella ha sido, o podría ser promotora y testigo de un tipo de religiosidad "supra-confesional", más allá del judaísmo y cristianismo)
-- Pero encontró, en concreto, al Dios judío (¡Mateo, el más judío de todos los evangelios, en sus afirmaciones y en sus críticas!), encontrando al Dios Cristiano, al de Jesús que se encarna en el sufrimiento de los hombres, muriendo con (por) ellos. Por eso, siendo testigo de un tipo de apertura universal a Dios, ella se vincula de un modo concreto al Dios de las tradiciones de Israel, tal como han sido re-creadas por Jesús, el judío (Mesías crucificado, presente en los pobres).
-- Desde ese momento, en un camino que tendía inexorablemente a Auschwitz (como el de Jesús tendía a la cruz de Jerusalén) fue descubriendo a Dios, haciendo que en su vida se fuera encarnando el Dios de Cristo, judío y cristiano, Dios universal, siendo, al mismo tiempo, el más "confesional" de todos los Dioses, el de Jesús.
-- No dejó de ser judía para hacerse cristiana, ni fue cristiana eclesial (no tuvo tiempo, ni ocasión para ello)... Fue judía y cristiana, mujer sufriente y deseosa de vida. Así descubrió y vivió el cristianismo desde el exilio de un campo de concentración, dirigiéndose a la muerte, recuperando y amando a su familia, abriendo su corazón hacia todos.
--Supo que Dios podría ayudarle, pero supo también que ella "podía y debía ayudar a Dios", como lo hizo Jesús; y así lo dijo, con un lenguaje que puede ser "poco ajustado" para teólogos "finos", pero que es profundamente evangélico.En ese sentido, desde sus raíces judías, ella descubre en dos años de búsqueda intensa, en las más duras condiciones imaginables, siendo llevada hacia Asuchwitz, al Dios judío, "encarnado" (expresado) en Jesús, el crucificado
Encontró a Dios y quiso ayudarle en el camino de Auschwitz, en el que muchos (ateos, judíos y cristianos, incluso el Papa Benedicto XVI) preguntaron y siguen preguntado:
Dios, Dios ¿dónde estabas entonces y dónde estás ahora?
Muchos, una gran mayoría, no han sabido responder, y así quedan en silencio (y rabia) ante el Dios al parecer ausente. Pero ella, que estaba haciendo el camino y que acabó inexorable en una cámara de gas... supo que estaba ayudando a Dios, y así se lo confío, humilde y sinceramente a unos cuadernos de diario que se salvaron, afortunadamente (por gestión de amigos)par así guardar memoria de los hechos, y de su amor inmenso, de mujer judía, de amiga de Jesús, apasionada de Dios.
Ciertamente, ella también preguntó por Dios (a lo largo de sus dos últimos años, de la mano del Jesús de Mateo, que termina en la cruz llamando: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?: Mt 27, 46), pero más que preguntar a Dios ella vivió en Dios y para Dios, es decir, para los demás, como Jesús judío:
Se puso en la manos de Dios para ayudarle, hasta el final, ayudando a sus hermanos judíos y a todos los condenados a muerte... para que Dios pudiera ser divino.
(Para amantes del gran pensamiento: En el fondo del tema de "ayudar a Dios" puede escucharse la polémica "de auxiliis", quizá la mayor contribución teológica hispana de todos los tiempos)
Si alguien quiere seguir el hilo de esta riquísima trama podremos hacerlo, evocando con más frecuencia su figura de E. Hilesun, a la luz de otros grandes testigos, que han vivido también en el interior de una humanidad condenada y crucificada, ayudando a Dios (¡que sea divino!), en solidaridad con los hermanos