Quisieron hacerle Rey ¿Y si hubiera reinado?

Puse ayer de relieve que Jesús no quiso gobernar como le pedían el pueblo de las multiplicaciones (Jn 6). Es claro que no quería ese reinado. Pero luego subió a Jerusalén para reinar o, quizá mejor, para llegara del Reino de Dios, anunciando y provocando su venida.

Imaginemos por un momento qué hubiera pasado si los judíos del templo y lo romanos de la guarnición de la Torre Antonia, empezando por Anás y Caifás, y siguiendo por Herodes Antipas y Pilato le hubiera aceptado.

Imaginemos que hubieran convocado una Asamblea Democrática de gentes (al puro estilo H. Habermas), en situación de perfecta democracia, de participación activa (de escucha y de propuesta argumentativa…). Imaginemos que hubiera realizado un Congreso de Sabios (al menos estilo P. Sloterdijk), llegando a la conclusión de que no era necesaria ninguna eugenesia especial, pues el “nacer de nuevo” estaba implícito en el proyecto de Jesús.


Imaginemos que se hubieran unido a Jesús los dirigentes populares de Coaching, Mentoring, Counseling etc. etc., afirmando que los métodos de Jesús eran los mejores… y terminarán coronándole Rey sobre el Mercado del Templo y en el Gran Patio del Pretorio Romano. ¿Qué habría hecho? Imaginemos…


No nos limitemos a imaginar. Vivamos... Digamos que es Rey ¡Viva Cristo Rey! ¿Cómo debería reinar? En España teníamos hace poco los Guerrilleros de Cristo Rey... que a muchos de nosotros ya no nos convencen ¿Como deberían (deberíamos) ser los voluntarios de Cristo rey?

Estoy imaginando, un poco en la línea de Lourdes. La visión de Bernadette (con la Señora) me parece hermosa y la conservo. Pero ahora quiero “ver” sobre todo a Jesús, en la línea de lo que vieron María Magdalena y Pedro y los otros amigos de Jesús. Subió a Jerusalén para reinar… y le mataron. ¿Cómo hubiera sido, como debería ser su reinado? Sigamos imaginando este domingo, leyendo de nuevo el evangelio de Jn 6. Buen fin de semana a todos.



1. Jesús no habría actuado Rey sobre los otros

no hubiera tomado el poder administrativo, ni habría recibido una corona de emperador o regente político. Ciertamente, habría actuado como delegado y representante de Dios, pero de un Dios que no necesita “reyes”, de forma que no hubiera actuado como rey, sino como madre-hermano-hermana, es decir, amigo, a fin de que todos fueran entre sí hermanos y amigos (cf. Mc 3, 31-35). Así anunció la llegada de un Reino sin Rey o, mejor dicho, de un Reino donde todos son reyes, siendo simplemente humanos, hijos de Dios, hermanos. Habría creado así lo que llamamos la anthropo-cracia, el poder creador del hombre-mujer que se descubre amigo y solidario de los hombres.

Utilizando una terminología bíblica, podríamos añadir que él habría venido a presentarse como signo y representante del Hijo del Hombre, de una humanidad reconciliada y fraterna… Ciertamente, él sería rey, pero haciendo a todos reyes (de manera que ninguno pudiera serlo en exclusiva). Ciertamente, él tendría “el mando”, pero de tal forma que todos los tuvieran como él y con él. Él se llamaría Hijo de Dios, pero de tal manera que todos los hombres y mujeres se descubrieran hijos-hermanos de Dios...

Nos faltan modelos para imaginar su reinado, que sería el no-reinado particular, la fraternidad activa de todos… Nos faltan modelos para imaginar ese “reinado”, y así podemos hablar más fácilmente de relaciones trinitarias (tres personas que se aman) o de “señoras buenas” (como la de Lourdes…), curando a los enfermos… Ese Reinado de Cristo nos cuesta imaginarlo, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político, sagrado.

Ya sé, se han dado en la historia modelos y signos del reinado de Cristo, empezando por la Corte de Justiniano, siguiendo por la de Carlomagno, para avanzar por los otones germánicos, los austrias imperiales e hispanos, con las repúblicas de los justos de Ginebra… y las asambleas de los Santos de los Últimos días… Pero todos esos modelos quedan cortos y corren el riesgo de volverse contrarios a lo que han querido en su origen.

Quizá tengamos que acudir al evangelio de Juan, cuando Jesús dice ante Pilato (representante de Tiberio César) que él ha venido a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería la de unos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (cf. República VI), sino la del amor compartido, desde los más pobres… la vedad que Reina…

Pero Pilatos le contestó hasta hoy ¿y qué es la verdad? y siguió gobernando a su manera y sacrificando al rey-cristo por un tipo de pequeña paz en la plaza de Jerusalén.

2. El Reino de Jesús se expresaría en unas relaciones de amor directo, gratuito y gozoso, sin violencia armada.

No harían falta instituciones militares de dominio, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, pues Jesús no habría promovido un alzamiento armado, ni habría destruido con violencia las redes de dominio imperial, sino que habría suscitado formas de convivencia y colaboración directa y pacífica entre hombres y mujeres, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político impositivo de Roma se habría vuelto cada vez menos necesario, teniendo que limitarse a organizar el orden exterior (en línea de sistema), mientras los cristianos habrían desplegado con autonomía sus formas de vida alternativa (a no ser que Roma respondiera, imponiendo su violencia de muerte, como supone el Apocalipsis).

En esa línea podemos hablar de una “mutación social” de Jesús, que habría transformado a los hombres en amor, no para luchar en contra del Estado, sino para crear relaciones de convivencia amorosa y solidaridad intensa, que transformarían por dentro (sin guerra) las instituciones humanas, en línea no estatal ni de mercado. Pero en aquel momento una mutación de ese tipo resultaba muy difícil.


Por un lado, el Estado no parecía dispuesto a “ceder” sus poderes para convertirse en un “sistema administrativo” neutral, alimentado desde el mundo de la vida de los creyentes cristianos.
Por otra parte, de un modo lógico, los cristianos se fueron adaptando a la lógica de los poderes establecidos, dejando de ser comunidades auto-gestionadas, para iniciar un camino de constantinismo o pacto con el Estado (del que sólo ahora, en el siglo XXI, estamos saliendo).

Pero Jesús no fue constantiniano, ni tomó el poder para cambiar cosa ninguna (no tomó el poder político, ni tampoco el religioso). Por eso, los que quieren tomar para defender el evangelio se equivocan de “Cristo”.

3. Poder y tributos, economía mesiánica. Estado y Mercado

Jesús no habría destruido por la fuerza el orden económico del imperio romano, ni habría rechazado de un modo directo los impuestos del César (cf. Mc 12, 17), pues las “cosas” del Reino (de Dios) se realizan de un modo gratuito y por contacto personal, sin necesidad de utilizar los mecanismos actuales del Dinero/Mercado (capital), que tiende a convertirse en ídolo supremo o mamona (Mt 6, 24).

Jesús habría comenzado ocupándose de personas a las que el orden romano deja normalmente a un lado, porque están fuera del campo de intereses del poder (enfermos, mendigos…), para formar a partir de ellas comunidades fraternas, bien pacificadas. Sus itinerantes seguirían actuando como portadores de un poder de sanación que cambiaría la forma de vivir de los sedentarios (ricos), para crear así redes de economía comunitaria, como hicieron en muchos lugares en los tres primeros siglos. En esa línea, el Estado terminaría convirtiéndose de hecho en un gestor neutral de unos medios económicos al servicio de todos.

Pero el Estado es inseparable del Mercado… Tengo la impresión de que ambos se han independizado y se han convertido en poderes supremos, en una especie de “diarquía” (que puso de relieve M. Weber, hablando de la racionalización de la modernidad…):

-- El Estado-César necesita del Mercado (capital)… como bien estamos viendo (año 2012), con estados pidiendo dinero al mercado…

-- El Mercado necesita que el Estado (los estados) realicen una serie de funciones sociales y administrativas…


Ambos son como las dos Bestias de A9 13 (o como la Bestia y la Prostituta de Ap 13-18)… o como Leviatan-Behemot del P. Hobbes… Ambos se infra-retro alimentan, creando el gran Poder

En sentido utópico (sigo en la visión), Jesús habría actuado de la siguiente manera (unificando en realidad el Estado, más social, y el Mercado, más económico):

a. Habría convertido el Estado en experiencia-lugar de comunicación personal
b. Habría convertido el Mercado en lugar de intercambios personales gratuitos.


Pero ni el Estado parecía dispuesto a “ceder” (Pilatos no aceptó más rey que el César)… ni el Mercado (representado allí en el templo, como gran zoco sacro-monetario, al servicio de una religión de poder)… aceptó a Jesús que vino con el látigo… Estado y Mercado económico-religioso mataron a Jesús… Pero la historia y el reto continúa. Por eso, ahora de nuevo, en este tiempo (2012), tras veinte siglos de cristianismo, podemos plantear el tema con radicalidad, situando la economía de Jesús al servicio de la vida (en pura gratuidad, como encuentro de personas), convirtiendo el “sistema” en aquello que siempre debía haber sido: una mediación comunicativa para que todos los hombres y mujeres pudieran compartir de hecho sus bienes y sus vida, de un modo siempre directo y gratuito.

Bueno, he terminado empleando el lenguaje de J. Habermás, que me perdone el lector…, aunque en el fondo está el de P. Sloterdijk (eso de la eugenesia, nacer de nuevo: el discurso de Jesús a Nicodemo al principio del evangelio de Juan). Sea como fuere, esta visión del reinado de Jesús implica dos correcciones:

1. Corrección política. Jesús no tomó el poder, para realizar la gran transformación desde el Poder (como quiso Lenin o Hitler…). No quiso el poder, quiso el “amor creador”, la capacidad de transformar y curar a los hombres y mujeres, en humanidad

2. Corrección económica. Por eso, Jesús no necesitó dinero para realizar su obra. No convirtió el dinero en principio de dominación e intercambio reglado desde fuera. Quiso personas… Todos los que utilizan dinero para expandir el evangelio van en contra del evangelio (Jesús lo dice de manera más bonita en un lugar del evangelio: Quien quiera seguirme debe desprenderse ee todo dinero)

4. Jesús no habría aplicado un tipo de justicia legal impositiva, ni habría apelado a la venganza

contra los sacerdotes de Jerusalén o los soldados de Roma. No habría querido luchar externamente contra el templo, pero estaba convencido de que se hallaba en manos de poderes de violencia, de manera que terminaría destruyéndose a sí mismo (cf. Mc 13, 2; 14, 58; 15, 29 par). Tampoco habría luchado contra Roma, pues no quiso actuar en el nivel de la violencia romana (sustituyendo un imperio por otro).

La certeza de que Roma acabará (y con Roma los imperios que se fundan sobre bases de violencia) le permitió alimentar una esperanza de Reino (es decir, de una situación en la que todo estuviera al servicio de la vida), pues tenía la certeza de que los hombres podrían vivir ya (muy pronto) como hijos de Dios, en un plano de amistad, sin apelar a instituciones de violencia. La certeza de que el templo acabaría y de que los hombres y mujeres podrían vincularse muy pronto, en amor, sin necesidad de instituciones sacrales de tipo religioso, le impulsó a subir a Jerusalén Con ese deseo llegó a la ciudad de los sacerdotes, donde los representantes del César le mataron.

5. Jesús reina sin hacerse rey, para que todos seamos reyes y nadie "reine" sobre otro.

Los Via-Crucis normales de la tradición católica tienen catorce estaciones, que terminan con el Santo Entierro, reviviendo así el “fracaso” pascual de Jesús. Pues bien, de esa manera, yo he querido retomar el camino de Reino de Jesús, para que nosotros, los cristianos del año 2012, lo retomemos, anunciando con nuestra vida la llegada del Reino

Ciertamente, Jesús subió a un monte para que no le hicieran rey (en la línea del mundo antiguo), como sabe el evangelio de Juan (que ayer presentamos). Pero, en otro sentido, el subió a Jerusalén para que reinara Dios, es decir, para que reinaran todos.

El triunfo de su causa no hubiera supuesto una independencia política de Israel o de su movimiento mesiánico, pues el tema de la dependencia o independencia política pertenece al orden “violento” de una realidad vinculada a guerras y pactos en línea de poder (como se mostró en la guerra del 67-70 d. C.). Lo que Jesús propuso y lo que así podemos definir como su “marcha de paz” no fue una sencilla adaptación, en el interior del sistema que había venido operando hasta ese momento, sino un mutación o cambio de nivel, de manera que, desde plano de la Vida, podrían y pueden (deben) cambiarse todas las instituciones del Sistema.

En contra de las estructuras de poder violento que han dominado sobre el mundo, Jesús y sus amigos establecerían (es decir: han de establecer hoy) unos grupos de amistad, esto es, de vida universal, que se extenderían (es decir, deben extenderse) desde Galilea, pasando por Jerusalén y Roma, al mundo entero (como resume en libro de los Hechos).

Ellos, los discípulos mesiánicos de Jesús desarrollarían (es decir, tenemos que desarrollar) unas formas de vida compartida que ya no se rigen por el talión, ni por la ley de la venganza, sino por la amistad directa, en línea de comunión gratuita. Frente al modelo actual, donde el sistema domina sobre el mundo de la vida y lo “coloniza” (esclavizando o cautivando a la mayoría de los hombres y mujeres, al servicio del mismo sistema), ha de elevarse un modelo distinto donde el mismo “amor” del mundo de la vida se expresa y expande a través de unas redes de comunicación social que están siempre al servicio de la vida.

Eso significa que el verdadero cambio de la humanidad no puede realizarse desde claves y formas de puro sistema (pues en ese caso siempre seguiría dominando el sistema y esclavizando a los hombres), sino que debemos hacerlo en clave de humanidad, desde el mundo de la vida, de manera que seamos nosotros, hombres y mujeres concretos, los que cambiemos en amor y pongamos al sistema a nuestro servicio, en una línea que hemos definido como insumisión creadora.
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