Semana Santa 07. Viernes. Un grito en la cruz


No ha muerto como un héroe mitológico
No ha muerto como un héroe, que perece luchando, sino como un esclavo, un bandido, sin honor ni dignidad, expuesto en una cruz. Platón (cf. Fedón 114-118) afirma que Sócrates murió lleno de paz, como un héroe de la filosofía que sabe dónde va (su alma es inmortal), como un amigo que despide a sus amigos, diciéndoles que todo se ha cumplido conforme a lo previsto. Jesús, en cambio, no cree en la inmortalidad del alma, sino en el Reino que él ha preparado y anunciado en nombre de Dios, pero su Dios parece abandonarle, de manera que su muerte se puede entender como un fracaso. Así muere, como un perdedor.
Jesús no muere luchando como Judas Macabeo, a quien muchos judíos posteriores glorificaron por su valentía y entrega militar a favor de la patria. Tampoco muere en un complot, asesinado por “traidores”, como Julio César, a quien “vengaron” sus partidarios, derrotando y matando a sus asesinos e instaurando en su nombre un imperio, donde los emperadores se llamarán “césares” (continuadores de la obra del César). Los discípulos de Jesús se llamarán “cristianos”, continuadores de la obra de Jesús, el Cristo, pero no son sus “vengadores”, sino todo lo contrario. Externamente hablando, Jesús murió como un bandido legalmente ajusticiado. Sus seguidores dirán más tarde que murió como una víctima (para reconciliar a los hombres con Dios).
La tradición del grito
El Nuevo Testamento ha destacado el sufrimiento y pasión de Hesñys (cf. Heb 5, 7; Mc 14, 34; 15, 34-37; Lc 12, 50) y recoge su grito de angustia desde la cruz: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?: Eloi, Eloi. Lema Sabaktani (Mc 15, 34; cf. Mc 15,37 par). Muchos exegetas han interpretado ese grito como invento de la iglesia (los crucificados mueren por asfixia y son incapaces de gritar). Otros lo han entendido como un signo apocalíptico, que expresa el fin del mundo (como aparece en el Apocalipsis, libros de las últimas voces: Ap 4, 1; 5, 2; 8, 13 etc; cf. también Mc 1, 11). Pues bien, pensamos que ese grito constituye un recuerdo histórico: precisamente porque los crucificados no suelen gritar, la tradición cristiana ha conservado el recuerdo de ese grito, a pesar de los problemas que su contenido podía plantear a los creyentes.
La tradición cristiana sabe que Jesús no ha muerto como un desesperado, pues en ese caso no podría haber mantenido su recuerdo salvador. Pero sabe también que, en otro aspecto, su muerte en cruz ha sido un fracaso, aunque sabe también que, mirando las cosas desde una perspectiva más alta, ese fracaso ha sido la culminación de su vida, el principio de la salvación. Un Jesús externamente victorioso debería haberse colocado en la línea de los vencedores del sistema, es decir, de los soldados y sacerdotes, los ricos y fuertes, los prepotentes. Un Jesús triunfador no podría seguir siendo Mesías de los pobres, expulsados y asesinados, por quienes y con quienes ha proclamado e iniciado un camino de Reino. Los cristianos descubrirán así que Jesús ha tenido que morir con aquellos por quienes ha venido a proclamar y comenzar el Reino, como un perdedor.
Sólo quien sabe perder puede amar de verdad a los demás y acompañarles. Los que quieren ganar siempre, teniendo razón, acaban siendo dictadores, al servicio del sistema. Desde ese fondo queremos evocar el grito de muerte de Jesús (“Pero Jesús dando un fuerte grito expiró”: Mc 15, 37), que requiere una aclaración, como sabe Marcos que ofrece dos interpretaciones diferentes.
Interpretaciones
Algunos presentes pensaron que Jesús estaba llamando a Elías, para que viniera y le ayudara (Mc 15, 35). Esta opinión se sitúa en la línea del mensaje de Jesús, que se había presentado en forma de profeta-como-Elías, y en la línea de aquellos que pensaban que el mismo Elías avalaba su obra profética (cf. Mc 6, 15 y 8, 28). Entendido así, este grito podría ser signo de fracaso: Desde su patíbulo de muerte, Jesús llamó al profeta de los milagros y de la justicia salvadora, pero el profeta no acudió a liberarle. Pues bien, este grito puede interpretarse también en un sentido positivo: Jesús llama a Elías y Elías vendrá, de una forma u otra, avalando la misión profética de Jesús, en la línea que había iniciado Juan Bautista.
La iglesia ha escuchado en ese grito unas palabras dolientes del salterio («¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»: Mc 15, 34; cf. Sal 22, 2), reinterpretadas como llamada al Dios Padre, de manera que el referente principal de la agonía de Jesús no ha sido Elías, sino el mismo Dios, que le había ungido, diciéndole: ¡Tú eres mi Hijo querido, en ti me he complacido! (Mc 1, 11). Ese Dios del Reino parece abandonarle ahora. Por eso, Jesús le invoca, dolido, con la voz del Sal 22, 2: «¡Dios mío, Dios mío!...». No le abandona Elías, sino el mismo Dios Padre. Por eso, él le llama, elevando su última palabra, haciendo suyo el grito de los condenados que acuden a Dios desde el mismo borde de su muerte.
Profundización exegética (de tipo técnico)
Mc 15, 34- 37 supone que Jesús murió dando un grito (una voz: fônê), que puede ser un signo apocalíptico, una voz de del fin de los tiempos… o el recuerdo de un grito histórico, de una llamada última de Jesús, desde el Calvario. Ciertamente, en ese contexto se suele recordar que los crucificados no gritan (mueren de asfixia). Pero no es imposible que ellos se esfuercen por decir su última palabra y Jesús debió decirla. Desde ese fondo se entienden las observaciones siguientes.
(1) La tradición sólo ha recordado que hubo un grito. En esa línea podemos supone que ese grito podía contener algún sonido parecido a “eli”, que podía interpretarse en relación con Dios o con Elías. No parece fácil justificar la llamada a Elías, pero ella tiene un sentido dentro de la tradición. Tampoco es fácil justificar la llamada a Dios, pero ella se sitúa también dentro de toda la historia de Jesús y de la tradición israelita.
(2) Jesús llamó a Dios, pero algunos pensaron que llamaba a Elías. Es la tesis que yo mismo he venido defendiendo en escritos anteriores (especialmente en Éste es el Hombre. Cristología bíblica, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997). Los oyentes habrían confundido la palabra “Eli” (Dios mío) con un tipo de Eli-yah (mi Dios es Yahvé) o con un Eliya-ta (Elías ven). Desde el punto de vista puramente filológico es difícil resolver la cuestión y saber lo que Jesús pudo decir en la cruz. Por otra parte, la venida de Elías y la de Dios se encuentran vinculadas. Más aún, es posible que Marcos quiera oponerse a la opinión de los que afirmaban que Jesús murió llamado a Elías, cuya figura le había venido acompañando desde el comienzo de su ministerio (desde su contacto con Juan Bautista), como indicaría también el relato de la transfiguración (cf. Mc 9, 4). En ese contexto, la referencia de Jesús a Elías en el momento de la muerte parece lógica.
(3) La interpretación del grito puede reflejar una controversia entre seguidores y no seguidores de Jesús. Los cristianos tenderían a pensar que Jesús llamó a Dios, mientras que los no cristianos pensarían que llamó a Elías (que no vino a ayudarle). El evangelio de Marcos recoge la interpretación de los que pensaron que murió llamando a Elías, sin rechazarla expresamente de un modo externo, sin contestar que no era cierto, que Jesús no llamaba a Elías sino a Dios. Por otra parte, la opinión de los que dicen que llamaba a Elías está llena de sentido: humanamente hablando, es muy lógico que Jesús llamara al profeta de la venganza y del fuego del cielo (cf. 1 Rey 18, 38; 2 Rey 1, 10), para que le ayudara en el momento final y para que realizar el juicio de Dios sobre sus enemigos.
(4) La tradición cristiana no rechaza externamente la opinión de los que dicen que ha invocado a Elías, pero interpreta el grito de Jesús como invocación a Dios, con las palabras del salmo 22, 1: “Díos mío, Dios mío….”. Éste es el contexto en que ellos sitúan la muerte de Jesús. Los sacerdotes han acusado a Jesús diciendo que Dios le ha abandonado (Mc 15, 29-32; más expresamente en Mt 27, 39-43). Jesús responde llamando a Dios: “Dios mío, Díos mío: ¿por qué me has abandonado?”. Jesús habría muerto poniendo su vida en manos de Dios. Posiblemente esas palabras deban entenderse desde una perspectiva teológica, como expresión de un salmo en el que Jesús pide la ayuda de Dios. Sea como fuere, Marcos no ha espiritualizado la muerte de Jesús, sino que ha dado testimonio de su dureza, añadiendo, sin embargo, que se mantuvo firme en la prueba, sin morir desesperado. Además de la bibliografía citada en Este es el Hombre (Sec. Trinitario, Salamanca 1997), cf. B. Escaffre, Traditions concernant Élie et rôle du prophète dans le récit de la crucifixion de Marc, Pont I. Biblico, Roma 1992)).
Conclusión
En este contexto debemos recordar a los grandes personajes del Antiguo Testamento: Moisés, Elías, David… Es evidente que Jesús ha muerto como un David fracasado. Como a rey falso le han condenado, poniendo como “razón” de la condena un letrero que decía ¡Rey de los Judíos! Como rey derrotado y falso perece Jesús fuera de su ciudad (cf. Mc 15, 26 par). También muere como falso Moisés, pues ha sido condenado por los sacerdotes, custodios de la Ley mosaica. Muere, finalmente como falso Elías, como parecen suponer los que dicen: ¡está llamando a Elías!
Esto nos sitúa ante la necesidad de interpretar la muerte de Jesús. El evangelio no ha querido responder de una manera teórica, no ha escrito un libro de “tesis” sobre Jesús, ni ha propuesto un conjunto de dogmas, sino que ha contado una historia, para que los lectores se decidan.
(1) Unos pueden pensar que la historia de Jesús ha sido un fracaso. Empezó poniéndose en camino como Elías, para ser verdadero Rey-Mesías, en la línea de David. Pero no ha logrado su intento: Le han condenado como a rey falso. Ha llamado a Elías desde la cruz, pero el Elías del fuego y la venganza no ha venido no ha venido.
(2) Pero otros han descubierto precisamente en la cruz la presencia más alta de Dios. En un nivel externo, Dios no responde, de manera que la pregunta de Jesús la siguen gritando millones de torturados y angustiados, sin escuchar una respuesta en esta tierra. Con ellos muere Jesús. Eleva su grito y Dios calla. Llama y nadie la responde. Pues bien, los cristianos confiesan que Dios le ha respondido en un nivel de Pascua: ama a Jesús, le sostiene en la Cruz y le asiste, haciéndole capaz de entregar hasta el final la propia vida, sin deseo de venganza. Por eso, hay que seguir leyendo el siguiente capitulo: Mc 16, 1-8 (el grito ha encontrado su respuesta en la pascua).