En el principio sigue siendo la Palabra Ante el cambio de la Iglesia

La mejor práctica una buena teoría: Saber comunicarse

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La mejor práctica es una buena teoría.
 Por eso necesario un nuevo conocimiento de la Iglesia. En esa línea quieroofrecer hoy y mañana, en el contexto de nuestra reflexiones otoñales sobre  Dios y el dinero, una sencilla reflexión, diciendo que el dinero-poder de la Iglesia es el amor-conocimiento de sus miembros.  

  Constará de tres partes: (1) Introducción: Qué es la Iglesia. (2) Reflexión central: Seis tesis sobre la Iglesia. (3) Una conclusión: Qué “ministros” o necesitamos para realizar el cambio de la Iglesia.

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 Es como una bici: si paras caes al suelo. Sólo allí donde la Iglesia anda, se pone en movimiento  y cambia, se puede decir que ella está viva en el amor de sus creyentes, es decir, de aquellos creen en Dios creyendo y confiando  unos en otros.

Por eso, Jesús puso a los suyos en marcha: Id a los confines de la tierra... Sólo si camina y cambia en conocimiendo de amor hay iglesia. Si se planta y dice "yo soy" (ya estoy) desaparece. 

  1. INTRODUCCIÓN. QUÉ ES LA IGLESIA?

            La iglesia es una federación de comunidades que cultivan la gratuidad y contemplación compartida, es decir, de personas y grupos cuyo fin no es más que amarse, compartiendo así su vida. . 

La Iglesia no necesita funcionarios (ni dinero) en línea de sistema fijo, sino experiencia de evangelio  (cf. Mc 9, 33-4; 10, 35-45). Cuando falta esa experiencia y se diluye el conocimiento de la vida como don mutuo  suele apelarse al sistema de poder o jerarquía de poder de unos en otros, apelando si hace falta al orden de Dios y al valor sagrado de la autoridad..

 En ese contexto ha de asumirse  hoy (2019) la protesta de Lutero y del Protestantismo, pero con una diferencia: Aquella Reforma protestante destacaba la libertad de cada creyente, en pie ante Dios, por Cristo, en responsabilidad y opción individual, dejando en un segundo plano el nivel comunitario. Pues bienin negar ese valor individual de libertad, la Nueva Reforma católica puede y debe destacar la comunión personal de los creyentes. En el camino que va de la experiencia contemplativa (gracia y libertad en Cristo) al amor comunitario se define a nuestro juicio el cristianismo.

Esta Nueva Reforma cristiana no consiste sólo en liberar a los creyentes de un tipo de estructura eclesial, que parece dirigir y organizar desde fuera la vida de los fieles, sino que ha de expresarse suscitando desde Cristo espacios de comunicación de fe y celebración gozosa y solidaria, desbordando las redes cerradas de un sistema económico o social.  

            Ésta es la tarea: Crear desde el proyecto y vida de Jesús de Nazaret comunidades de creyentes que comparten la Palabra, se vinculan entre sí por un conocimiento superior de vida, y buscan juntos el camino que conduce al Reino de Dios, entendido como resurrección.    

  Hoy    tenemos la ventaja de que la Iglesia no depende ya de poder políticos externos. El neo-liberalismo imperante no necesita bendiciones de la iglesia, pues se extiende y vale por sí mismo, como racionalidad económica y social. No podemos pedir su ayuda, ni buscar su apoyo para defender una opción cristiana.

Gracias a Dios, en nuestro mundo, no hay reyes que se digan católicos (en cuanto reyes) ni príncipes protestantes, sino un sistema de leyes económico-administrativas, sin más verdad que su proceso racional. En esta situación, unos y otros, católicos y protestantes (ortodoxos y cristianos de diversas confesiones), debemos volver a la raíz de gratuidad y comunión cristiana, valorando las tradiciones propias, pero destacando sólo el evangelio.

            Es bueno el cambio: no es tiempo de llorar o lamentarse por la pérdida de influjo de la iglesia y la caída del nacional-cristianismo (-catolicismo); es tiempo de eclesiogénesis o surgimiento eclesial, desde la raíz del evangelio, en las nuevas condiciones de un sistema al que ya no combatimos con armas, pero que debemos denunciar y superar por su injusticia (excluye a muchos), optando por los excluidos y creando espacio de comunión encuentro personal, no de mercado.    

No es tiempo de protestantes contra católicos o viceversa, sino de comunicación creadora (en gratuidad gozosa) de todos los cristianos frente al gran sistema, al que no importan los valores más profundos del encuentro personal y del amor preferente hacia los pobres.

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La iglesia no quiere ni puede construir un sistema de sacralidad, que los usuarios utilizan luego a conveniencia (como en un supermercado donde cada uno escoge su producto preferido); no expone dogmas que valen por sí mismos, fuera de la comunión fraterna, ni abandona a cada fiel en solitario ante Dios, para que tome por aislado su opción ante el misterio, sino que es experiencia y campo de comunicación personal, donde la vida se regala en amor y así resucita.

 2. DOGMA BÁSICO, SEIS DOGMAS: UN PROCESO COMUNICATIVO

 Eldogma  cristiano no es algo objetivo y superior   sino la comunicación personal, en libertad de amor. Que los hombres y mujeres pueden escucharse y dialogar, en donación gratuita, en esperanza de vida: eso es religión para los cristianos.            

 1. Punto de partida: Israel, un principio comunicativo.

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 La Iglesia cristiana viene de la biblia de Israel que ha interpretado su experiencia religiosa en claves de comunicación (profecía, mesianismo), pero no ha dado a esa comunicación un alcance universal. Las mismas religiones eran (y son) procesos de experiencia comunicativa, de manera que lo divino (incondicionado, fundante, numinoso) se revela y realiza como relación y diálogo humano; por eso, Dios no es irracional, sino principio dialogal, sentido de la racionalidad comunicativa del encuentro interhumano.

La religión israelita ha sido un proyecto de comunicación universal:la unidad y trascendencia de Dios tiende a expresarse en la elección de Israel y en su apertura hacia los pueblos. Pero ese proyecto ha quedado como un horizonte utópico, abierto al fin de la historia: Dios hará que todos los pueblos se vinculen y dialoguen sobre el Monte Sión, en paz mesiánica y/o transpa­rencia interhumana; por ahora, no puede o quiere hacerlo y así queda en silencio, como misterio superior, impronunciable[

2.  Evangelio, mensaje de comunicación.

 Cuando Jesús anuncia e inicia con su vida la llegada del reino de Dios está expresando el cumplimiento de la comunicación plena entre los hombres y mujeres.¡Vendrá Dios! decían los judíos: man­tengamos mientras tanto la estructura del pueblo, fieles a la Ley que el mismo Dios ha revelado para el tiempo de la espera ¡Está viniendo ya! dice Jesús: expresemos por tanto su venida; vivamos a partir de su presencia. Esta palabra (Mc 1, 14-15 par) constituye la novedad radical del cristianismo, como experiencia presente, teológica y social, de comunicación para todos los humanos[2].

De  esa forma, la Iglesia asume y realiza aquello que los israelitas esperaban para el fin del tiempo: traduce la Palabra (amor universal) de Dios en forma de Comunica­ción interhumana. Sabían los judíos que amor de Dios y los humanos se implican, siendo al fin son inseparables. Pues bien, Jesús los vincula en su vida y proyecto de reino, de forma escatológica, universal.[3]      

 3.Jesús, comunicación encarnada. La gran protesta.

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Jesús ha ofrecido a todos un mensaje de comunicación gratuita y salvadora, abierto en especial hacia los antes marginados (pobres, pecadores...).

Ese gesto ha suscitado el rechazo de los poderes establecidos que controlan la información religiosa nacional (sacer­dotes) y la política imperial (romanos): para mantener sus privilegios, impidiendo el acceso de los pobres a la vida compartida, en nombre del "dios" del orden establecido, los poderes del mundo han matado a Jesús, que ha protestado dejándose matar.

Jesús había dicho dad al Cesar lo que es del César..., pero no cualquier cosa, ni de cualquier manera. Por no torcerse al César le han matado, y su Cruz sigue siendo una protesta contra todo lo que oprime al ser humano, contra los asesinos de la historia, grandes o pequeños Por eso, su resurrección ha de entenderse como triunfo de su gran protesta, verdad de su proyecto de comunicación y gracia universal[4].

4.  Dios, comunicación universal.

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  No hay primero un Dios en si (más allá de toda relación, puro silencio), y después comunicación de Dios, que se revela porque así lo ha decidido.

De manera sorprendida y gozosa, los cristianos traducen el mensaje de Gen 1, 1 (en el principio creó Dios...) en claves de comunicación intradivina: en el principio era la Palabra, Dios mismo era Palabra dialogada (cf. Jn 1, 1). Esta es la experiencia teológica más honda:[5] Dios es Trinidad, Comunión personal, Palabra que se da gratuitamente (Padre), se acoge en amor (Hijo) y se comparte (Espíritu Santo). Por su parte, los hombres son (se hacen) en Dios Palabra, recibiendo, compartiendo y transmitiendo en ella vida.

Por eso, creer significa asumir la comunicación fundante de Dios que se abre de manera creadora a todos los humanos: es comunicar gratuitamente la vida, en protesta contra todo lo que oprime a los humanos, en comunión con los hermanos y donación a los excluidos del sistema. Dios mismo aparece como principio de racionalidad universal y suscita, por la pascua de Jesús en el Espíritu Santo, una iglesia o comunidad de creyentes que comparten y ofrecen la Palabra a los que no tienen palabra ni son reconocidos en el mundo. 

 5. Iglesia, Comunión personal en la historia.

 En la línea anterior, definimos la iglesia como la comunidad de aquellos que, creyendo en la Palabra de Jesús resucitado, la comparten y celebran ya en el mundo. No les vincula una raza o historia pasada, ni algún tipo de intereses materiales, sino la misma Palabra, encarnada en Jesús y vivida entre ellos (por ellos) como principio dialogal: son cristianos aquellos que creyendo en Dios se creen y se dicen la vida, en torno al pan y vino de la eucaristía, en una iglesia que es regalo gozoso de Dios, siendo espacio de encuentro abierto hacia todos los humanos.

No condena el cristianismo a las otras religiones, ni gana a sus adeptos por la fuerza, pues la fuerza es lo contrario a la comunión universal del evangelio. La verdad de la iglesia es comunión; por eso, todo intento de imponerla, sin diálogo de amor, es contrario al evangelio. Un cristianismo que nos obligara a ser cristianos no sería cristianismo y una iglesia que destruyera a las restantes religiones (como a veces ha sucedo en la conquista de América) no puede llamarse iglesia: signo de esa comunicación universal en Cristo ha de ser ella, espacio de palabra para todos los humanos.

 6. Comunicación, dogma cristiano.

El contenido fundante de la confesión cristiana (Dios es Trinidad, Cristo ha resucitado) se identifica, e expresa y expande, con la acción comunicativa de la iglesia. Por eso, tomar unos dogmas de tipo ontológico (en clave más o menos platónica) y ponerlos como verdad absoluta, fuera de la comunicación cristiana carece de sentido.

No hay una verdad independiente, depósito de dogmas aceptados por revelación-autoridad, para añadir después de que esa fe se comunica, en un segundo momento, a través de una información y testimonio. Según eso, la fe tendría sentido y consistencia (realidad) en sí misma, fuera de la comunicación creyente. Pues bien, en contra de eso, el contenido de la fe (Trinidad, Encarnación) no puede separarse de su comunicación (ni viceversa). La verdad de la fe cristiana sólo existe y puede expresarse en diálogo interpersonal, de Dios en Cristo; así se identifica con (y se expresa en) la comunicación de vida y esperanza pascual entre los humanos. 

3. MINISTERIOS DE COMUNICACIÓN ¿TAREAS ADMINISTRATIVAS?

El planteamiento anterior nos sitúa en el centro de la fe cristiana, que se expresa (encarna) en una iglesia que es comunidad comunicativa, sin más tarea que el despliegue y apertura del diálogo de amor de Dios en Cristo a todos los humanos[6]. No hay verdad cristiana fuera de la comunión personal de hombres y mujeres que creen en Jesús y expanden su fe-amor a los humanos.

Amor mutuo: eso es la verdad. Comunión afectiva y efectiva abierta a todos los hombres y mujeres. Un largo y hermoso camino se abre a los creyentes, un itinerario de comunicación, entendida como humano e invitación cristiana.

El Dios de los cristianos no está fuera, sino en la misma comunicación, pues por Cristo se ha hecho carne de vida, muerte, entrega y pascua, en el tejido de violencia de la historia (para convertirlo en campo de diálogo humano).

No podemos buscarle en una trascendencia resguardada, sino en la misma acción comunicativa de amor entre creyentes. Por eso, los ministerios cristianos son mediaciones comunicativas: no expresan el poder de un dios en sí (principio superior y separado, que se goza imponiendo su dictado), sino la comunicación de Dios en Cristo; mediadores de es comunicación quieren ser los ministros.  

            Esas reflexiones anteriores nos permiten interpretar la autoridad cristiana como mediación comunicativa. Cada iglesia es un grupo autogestionario, que tiene la finalidad de proclamar el reino de Dios con su misma palabra de comunión personal. Ciertamente, han existido otros grupos semejantes, a nivel familiar y social, laboral y lúdico; pero, en general, suelen tener vida breve o al margen de la sociedad.

  La iglesia, en cambio, pervive y se expande, ofreciendo su alternativa de comunicación personal ante el sistema. No tiene intereses económicos, ni finalidades comerciales o administrativas, pues solamente busca la vida y comunión de los humanos: pretende que las cosas se resuelvan, pues en su nivel no hay cosas para resolver, sino que los creyentes dialoguen y vivan. Por eso decimos que es autogestionaria. 

‒‒ El sistema, en cuanto institución económico-administrativo, no deja lugar para ese tipo de gestiones: no le importa el diálogo personal, sino que las cosas funcionen y los problemas se revuelven con eficacia, en un todo donde los diversos elementos están conectados.

‒‒ Por el contrario, cada comunidad eclesial puede y debe ser autogestionaria, a nivel de fe y comunicación humana, pues no busca el funcionamiento legal, sino que los creyentes puedan dialogar en Cristo, acojan y expandan la fe, celebren el amor mutuo y esperen en amor la vida eterna. Por eso, la Iglesia universal (Una, Santa, Católica y Apostólica) no engloba a las iglesias, sino que cada una es autónoma, como cuerpo mesiánico, lugar donde se viven y cultivan los valores de gracia y comunión del Cristo; ella es federación de comunidades que deciden y resuelven por sí los grandes temas de la vida, como venimos indicando[7].

             Las comunidades eclesiales han de estar abiertas a los excluidos del sistema, siendo, al mismo tiempo, capaces de crear espacios de comunión dialogada entre sus miembros. Pero a veces sucede lo contrario: la apatía de muchos creyentes y el predominio de la jerarquía las ha convertido en colonias espirituales, donde unos ministros (nombrados desde fuera: el Papa nombra a los obispos, los obispos a los párrocos...), actúan de forma paternalista (¡ciertamente, con buena voluntad y mucho sacrificio!) sobre un grupo de fieles subordinados a quienes ofrecen su "servicio religioso" como a menores de edad.

            La tradición evangélica sabía que todos son hermanos, que no había lugar para padres patriarcas (jerarcas). Pero la historia posterior ha convertido a la iglesia en modelo de institución jerarquizada. Por eso, desde Mt 23, 9-12, recodamos que cada iglesia es una comunión de creyentes mayores e iguales, que deben resolver dialogando sus problemas, sabiendo que los más importantes en ella son los niños y pequeños (Mt 18, 1-14).

            Esto es la Iglesia: un lugar de fraternidad y perdón compartido, donde es hermoso juntarse en oración y hay un espacio abierto para pecadores y excluidos, donde los problemas se revuelven hablando y las funciones se confieren de común acuerdo: eso ha de ser la iglesia, experiencia de maduración y responsabilidad, donde todos tienen palabra y son escuchados, compartiendo esperanzas y tareas en torno a los grandes problemas de la vida y muerte, amor y sufrimiento. Eso fue al principio, pero luego volvió institución sacral, dirigida por jerarcas que administran los servicios y mantienen a los otros sometidos.

            Esta situación nace del miedo a la libertad y autonomía de los fieles. Algunos suponen que si la jerarquía dejara de velar por sus creyentes estos se perderían, pues son como niños que deben tener protección. Pues bien, ese miedo no es cristiano: la iglesia no tiene nada que perder, ni defender; los posibles privilegios que antes tuvo han perdido hoy su sentido. Por otra parte, la sociedad no la necesita, vive perfectamente sin ella, aunque a veces la utiliza para engalanar sus fiestas (matrimonios, funerales...).

            Pues bien, ahora que ya no es necesaria ella puede volverse significativa por sí misma, con sus valores evangélicos, al servicio de la libertad y comunión entre los creyentes (para los humanos). El sistema es rico en otras cosas, pero falta la inmediatez humana en el amor, experiencia de perdón y gratuidad, celebración gozosa de la vida... Precisamente aquí importa la iglesia, que puede vivir en riqueza o pobreza exterior, pero nunca sin gracia contemplativa, comunión personal en perdón y apertura hacia los excluidos del sistema[8]. Esta misma gratuidad contemplativa, abierta a los excluidos, es por esencia una protesta contra los poderes de exclusión del mundo, como indica de forma ejemplar el Apocalipsis[9].

 NOTAS

[1] Israel ha creído que su proyecto comunicativo no podía expandirse por ahora a todos los humanos. Por eso se "separa” y crea formas e de comunicación interna, en clave de Ley, para distinguirse de otros pueblos: la utopía final (comunicación mesiánica) se desligada del presente israelita que tiende a cerrarse en sí mismo, como pueblo distinto de otros pueblos. Según eso, los judíos son Antiguo Testamento: buscan la religión universal para el futu­ro, pero no han sido capaces de buscarla (y crearla) en el presente, dominado por la lucha mutua entre los pueblos y personas; todo universalismo intrahistórico se encuentra, según eso, condenado al fracaso.

[2] Así lo he definido en Fenómeno Religioso. Evoco temas que he desarrollado en Dios judío. Cf. F. Rosenzweig, La estrella de la redención, Sígueme, Salamanca 1997.

[3] Cf. G.Theissen, The Christian Faith. An Evolutionary Approach, SCM, London 1984.  Frente a otros tipos de racionalidad que corrían el riesgo de volverse dictatoriales (imponer una verdad previa, por encima del diálogo) el modelo de acción-razón comunicativa implica gratuidad: se abre (puede abrirse) a una utopía de gracia (don de Dios) que le desborda.

[4] La pascua es respuesta de Dios a la muerte de Jesús, que ha recorrido su camino en apertura Dios: en su nombre ha proclamado el reino, en sus manos se ha entregado. Porque ha creído en Dios por encima de la muerte, Jesús ha mantenido su palabra de reino y Dios le ha resucitado. La pascua es el triunfo de la comunicación cristiana: Dios ha ratificado el evangelio de apertura universal, perdón de los pecados, curación de los enfermos, en gesto que define su verdad y la hondura de vida de los fieles (de todos los humanos).

[5] Judíos y musulmanes siguen dejando a Dios en el silencio, como Nombre que no puede nombrarse (YHWH), Voluntad a la que nadie influye o cambia. Por eso ellos extienden en torno a Dios un manto de silencio, situándole más allá de las palabras: no sabemos quién es, ante lo desconocido estamos. Los cristianos, en cambio, creemos que Dios es Comunicación; no conocemos simplemente lo que hace, le conocemos a él, en el misterio de su realidad inabarcable: es Padre que ama al Hijo, Hijo que responde al Padre, Comunión de amor o Espíritu Santo.

[6] El cristianismo tiene aspectos informativos (codificables en forma impersonal), pero su lenguaje no es la información, sino la comunicación personal: no transmite saberes, sino un itinerario de vida compartida.

[7] Según Mt 18, cada comunidad es autónoma, a nivel interior (comunión del grupo) y exterior (delimitación). Lógicamente, en casos de disputa que afecten a varias comunidades, cuando surjan divergencias sobre la misma comunión, han de buscarse soluciones conciliares (Hech 15).

[8] El sistema lo tiene todo a nivel de infraestructura: dinero y organización, planificación social y familiar, educación y sanidad; pero le falta encuentro personal, gratuidad contemplativa, libertad ante Dios y ante los otros, esperanza de resurrección, que son riquezas de la iglesia. Por eso, ella no puede comportarse como una colonia inferior del sistema, esperando sus pequeños beneficios: unas migajas de dinero, exenciones administrativas, ayuda para obras educativas o sanitarias... Han terminado esos pactos; en adelante ella de ser alternativa de gratuidad y comunión sobre el sistema

[9] La iglesia ha corrido a veces el riesgo de pactar con el César, para compartir una parcela de poder económico, social o sacral. En contra de eso, queremos que ella se mantenga libre para la comunicación gratuita y liberadora, en protesta frente a los poderes de opresión. Por eso ha de ser autónoma, estando dispuesta a dejarse matar (como Jesús) o exilar (como Juan del Ap) por su propia libertad, no por pan o por dinero.

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