Un concilio judeo-cristiano

Estas son las palabras de Daniel:
Vamos a ver: vosotros creéis que los judeocristianos - me incluyo porque lo soy - estamos sujetos "bajo la Ley", pero eso no es cierto. Si lo estuviésemos, no reconoceríamos como cristiasnos a quienes no observaís la Torah. En cambio, os reconocemos como hermanos en la fe por el Bautismo. Simplemente, no estamos dispuestos a renunciar a nuestra identidad de judíos ni consideramos que Jesús haya venido a abolir la Torah para Israel (Mt V,17) como tampoco ha venido a abolir la Ley de Noé, la Alianza contraída con todos los gentiles y cuya expresión son las diversas religiones, filosofías, etc. que enseñan al hombre a ser justo y obrar el bien.
En nuestra tradición, Dios pactó con Noé siete preceptos - como pactó diez con Moisés -, y precisamente es a esos siete a los que Santiago alude en Hech XV,19-21 destacando los principales (prohibición de la idolatría, de beber sangre o comer carne sin sangrar, y de no entregarse a la prostitución ni al adulterio). Esto es MUY IMPORTANTE porque da un giro exegético radical a la interpretación tradicional según la cual la cláusula de Santiago era aún un imposición, menor, de preceptos judíos a gentiles. No. el v. 21 (de Hech 15) despista: el relato de la alianza entre Dios y Noé está en en Génesis, en la Torah, atribuida por entonces a Moisés; a eso se refiere.
Sofía y yo discutíamos el otro día sobre si Santiago era teológicamente un avanzado o no: para mí lo era y enormemente, porque está diciendo que el cristianismo no es una religión más en competencia con las otras, sino que como los judíos convertidos revisaban el judaísmo a la luz del Evangelio, los gentiles convertidos debían rescatar esa Alianza escondida en lo mejor de sus tradiciones filosóficas y religiosas y correlacionarla (como diría Tillich)con el Evangelio. Según esta interpretación, los judeo-cristianos no somos una excéntrica reliquia o un apaño que hubo que aguantar temporalmente. Somos una protesta viva contra la posterior conversión del cristianismo en una religión incompatible con ls demás, proclamando que Dios no envió a Su Hijo para fundar una religión (para eso ya envió, envía y enviará a sus profetas de toda lengua y nación) sino para cribar y sintetizar todas las chispas de verdad que en ellas hay y recapitularlas en sus discípulos judíos...y por qué no, hindúes, taoístas, etc.
Creo que este punto de vista puede ser muy dugerente para el diálogo cristianismo-religiones, que hoy se presenta sin demasiado entusiasmo como una tarea pendiente ("¿de qué dialogar si tenemos razón?"), cuando para nosotros, según el primer Concilio, es una tarea intrínseca en nuestra fe: repitiendo la expresión paulina, recapitular en Él, a Su Luz, cuanto por y para Él fue dicho a los hombres a través del espíritu profético, no sólo del que actuó en la historia de Israel: llevamos el AT unido al NT en un solo libro (Biblia) como un recuerdo de esta vocación, no para restringirla al mundo judío, sino como una invitación a que cada cristiano busque, en la cultura y religión de que procede, su propio AT - porque obligarle a hacerse espiritualmente semita (y lo digo yo, judío), ¿no es como decir "si no os circuncidáis espiritualmente, no podéis ser verdaderos cristianos" (cf. Hech XV,1)?
Estas son las palabras centrales de Daniel. Merecen un comentario