Un mecanismo para amar (M. Bruzzone, Argentina)

Ha venido interviniendo en ese blog. Es de Argentina. He sabido que tenía deseos de intervenir de un modo más directo y le he ofrecido mi página. Hoy y mañana nos dirá su palabra, nos ofrecerá su experiencia. Escribe desde Argentina. Es un hermano, un compañero cristiano. Le cedo la palabra. Los amigos del blog pueden preguntarle, pedirle los libros, hoy y mañana.

De la carta de presentación.


Paso a explicarte algunas cosas sobre mi persona, que tal vez te ayuden a conocerme y comprenderme mejor. Desde muy chico siempre "sentí" que "debía" hacer algo para ayudar en la propagación del Evangelio. Y habiendo recibido una educación pre-conciliar pensaba que debía hacérselo desde el Poder, ya que era TAN evidente lo que surgía de la doctrina católica, que era cuestión de explicarla un poco mejor y todo el mundo lo comprendería.

Dirás que es un poco tonto, y tenés toda la razón del mundo. Pero por aquellos años yo lo veía así.Y me puse en esa tarea aunque no directamente, ya que debía realizar simultáneamente una vida a la que podríamos llamar bastante normal, puesto que debía "ganarme el puchero" para vivir (estudio, trabajo, casamiento, hijas, etc. etc. etc.)
Sin embargo, ese "bichito" que me había picado desde muy chico nunca dejó de "molestarme", diciéndome cada tanto ALGO TENÉS QUE HACER, y por eso, y también por algunas otras cosas más, que resultarían demasiado largas de contar (por lo menos en esta "primera presentación", pero que tienen mucho que ver con la búsqueda de esos "¿por qué?" que planteaste en tu artículo sobre los beatos) comencé a leer y estudiar algunas cosas de la Biblia, y terminé apasionándome con su lectura, razón por la cual comencé a leer todo lo que pude al respecto, y a entrevistar a personas de distintas religiones, y finalmente a redactar también algunas cosas sobre los aspectos que me llamaban más la atención.
Y por último, a raíz de eso yo diría que pude ver (o mejor dicho, Dios me hizo ver) que la realidad en la que se había desarrollado el cristianismo a lo largo de estos 2000 años presentaba grandes falencias, dado que esa actitud de "transmitir el Evangelio desde el Poder" no tiene absolutamente ninguna relación con el Evangelio, razón por la cual comencé a escribir y publicar distintas cuestiones en un Semanario, y también a dar algunas charlas por radio y TV.
Y te diré que la esencia de mi pensamiento es bastante sencilla.
Si es verdad que tal cual lo decimos constantemente, queremos seguir a Jesús, y que para hacerlo hay que tratar de IMITAR A JESÚS, lo que deberíamos hacer es VIVIR COMO ÉL LO HIZO, es decir, COMPARTIENDO LAS VIVENCIAS ......... ¡¡¡¡¡Y LOS BIENES!!!!!!!
Pues bien, pese a que efectué ese planteo en todas las curias de mi país (vivo en la Argentina) y en varias de otros países (por ejemplo, el artículo esencial de mis libros, al que he titulado MARANA-THA y que analiza esa cuestión, se lo entregué personalmente "en mano" al Secretario de Cáritas para Latinoamérica (por entonces un cura brasilero, si mal no recuerdo) y, sin embargo, JAMÁS nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE me dijo ni que estuviese equivocado.
Pero también nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE me dijo que AUNQUE SOLO FUESE se detendrían unos pocos instantes a pensar si resultaba posible vivir de esa forma.

Y a raíz de eso "descubrí" (mejor dicho, Dios me hizo ver) que el problema es que no se comprende la causa humana de la muerte de Jesús, y por tal razón publiqué (en forma personal, ya que aboné su edición) el primero de mis libros al que titulé "¿Por qué mataron a Jesús?" y como el silencio continuó, escribí y publiqué luego dos libros más (siempre en forma personal, a los que titulé «Iglesia sin Estado Vaticano - Cristianismo humilde» y «El mensaje oculto de San Pablo - ritos de culto y "mercaderes" del Templo») los cuales, sinceramente, me sentiría muy honrado si los leyeses … Esperando sepas disculparme algunas de mis expresiones típicamente argentinas que puedan llamarte la atención, y reiterándote mi gratitud por tu ofrecimiento, te envío un gran y cordial abrazo a la distancia.
MARANA-THA
Mario


Es posible el evangelio

Hace tiempo que vivo con profunda angustia. Y lo hago al advertir que un mensaje de AMOR tan maravilloso, como es el que surge del Evangelio, no logre mayor aceptación en el mundo.
No acepto que eso se origine en el accionar del “Malo”, ya que implicaría una absoluta falta de fe en Dios —el único Todopoderoso— y a quien, por consiguiente, le resultaría sencillo limitar su actuación. Por otra parte el admitir eso sería pensar que Dios no es todo el AMOR que nosotros aseguramos que es, dado que si pudiendo limitar el accionar del Maligno no lo hace, difícilmente podríamos asegurar que realmente sea PURA BONDAD.
Y como ninguna de esas situaciones resultan admisibles, sólo me queda por considerar, entonces, que el motivo por el cual ocurre esa situación es porque NUESTRO ACCIONAR es incorrecto.

Jesús no puede ser rito y rutina

Y la razón esencial por la cual procuro transmitir mis pensamientos, es en razón de que ME RESULTA IMPOSIBLE ACEPTAR, que “algo” tan fundamental, maravilloso y FENOMENAL en la historia, como fue el nacimiento y muerte de Jesús, pueda quedar reducido esta vida rutinaria, ritualista y chata que llevamos.

Nos decimos hermanos, afirmamos que somos todos hijos del mismo Padre, que Jesús es la Vid y nosotros los sarmientos, es decir que todos formamos “una misma planta”, pero .... ¿lo somos realmente? ¿actuamos real y efectivamente como hermanos?
No todos los hermanos son iguales. Eso es evidente.
Dentro de cualquier familia hay unos más lindos que otros, más altos o más bajos, más flacos o más gordos, más inteligentes o más torpes, y cuanta otra diferencia antropomórfica o intelectual puedan, o quieran ustedes imaginar.
Pero en ningún grupo familiar un padre impide que uno de sus hijos coma por el hecho de no ser lindo, o por resultar menos inteligente que los otros.
Yo diría que es al revés.
Normalmente, quien tiene un problema es ayudado por los otros miembros de la familia, para tratar de contribuir a que su vida se desarrolle con menores dificultades que las que debería afrontar, si no contase con esa colaboración comunitaria.
Y menos aún existe en una familia, quien se “aproveche” de la debilidad de uno de sus miembros.
Pues bien. Siendo así, ¿podemos afirmar que ese tipo de hermandad es lo que acontece en la realidad de nuestra sociedad, la cual hasta hace poco era catalogada, con toda pomposidad, como “occidental y cristiana”?
Me parece muy difícil que alguien pueda mencionar que ocurre de esa forma, por lo menos si se expresa con total honestidad.
Por otra parte decimos también constantemente, y asegurando que es otro de los “pilares” de nuestra fe, que es necesario “ayudar” al prójimo.
Pero en nuestro accionar, ¿ayudamos al prójimo, o en lugar de hacerlo nos aprovechamos de las necesidades del prójimo?
Si siento hambre resulta obvio que tengo necesidad de ingerir alimentos para satisfacerla, por lo cual, concurro a los lugares donde éstos existen para requerir que me los suministren (comercios) y allí, por supuesto, se “desviven” procurando abastecerme de aquellos que sean de mi agrado. De más está decirlo, pero para poder retirarlos y satisfacer realmente “mi necesidad”, previamente debo abonar por ellos.
Si me enfermo, evidentemente necesito recuperar mi salud quebrantada, por lo cual me veo obligado a recurrir al médico, quien me atiende con toda deferencia y me indica que remedios debo utilizar para recuperarla. Por supuesto que, tanto al gentil galeno, como al farmacéutico que me los provea deberé pagarles.
Si alguien recurre a mí pidiendo mi ayuda, mis servicios profesionales (soy abogado) de más está decirles que trato de satisfacerle diligentemente, pero también exijo que se me abonen los honorarios del caso.

¿Amamos al prójimo, o nos aprovechamos de las necesidades del prójimo?

Y no es eso sólo, sino que hay algo más grave aún.¿Los elementos que suministramos cada vez que alguien nos compra algo, o requiere nuestros servicios, se los proporcionamos de la mejor calidad y al más bajo precio posible, es decir, lo hacemos conforme sea lo mejor para él o, por el contrario, lo hacemos de la forma en que resulte más conveniente a nuestros propios intereses?
¿Entregamos la fruta, la carne, el pan, o cualquier otro elemento, asegurándonos de hacerlo al más bajo precio posible y de que posea la mejor calidad, sin ningún defecto, o cobramos caro y entre ellos mezclamos también lo que nos está quedando de “clavo”, lo que se está poniendo feo?
Cuando prestamos el servicio que alguien nos solicita, ¿lo hacemos con la mayor “excelencia”, de la mejor forma posible, y cobrando sólo lo imprescindible, o, por el contrario, realizamos un trabajo sencillo, rutinario, pero tratamos de percibir el máximo que nos resulte factible cobrar?
Posiblemente, al leer estas últimas reflexiones, más de uno dirá o, por lo menos pensará: «pero, éste tipo es un “gil”. La vida es así, esa es la forma en que se vive en el mundo. Suponer otra cosa es sólo una utopía».
Pues bien, ante semejante expresión yo le contestaría que, en lo que hace a la primera parte tienen absoluta razón (por lo menos parcialmente) dado que esa es la manera en que vivimos conforme lo expresé antes.
Y es eso, precisamente, lo que yo estoy cuestionando.
Afirmamos rotundamente una cosa, que «es necesario amar al prójimo y que somos hermanos», mientras que vivimos de una manera totalmente distinta ya que, en rigor de verdad todos, de una u otra forma «nos aprovechamos constantemente de las necesidades del prójimo», lo cual hace que no lo amemos realmente.
Y en ese sentido creo que no soy “tan gil”, sino que simplemente, y aún sin saber todavía cuál es el motivo que me impulsa a ser de esta forma, desde siempre he “sentido” la imperiosa necesidad de reflexionar sobre esa cuestión.
Y es por haber desarrollado desde hace tiempo ese tipo de razonamientos, que debo decirles a ustedes que, con respecto a la segunda parte de aquella expresión, referida a que el suponer otra cosa constituye sólo una utopía, es algo que no comparto de ninguna forma.
Y lo hago sencillamente por cuanto mi fe me indica claramente, que si Jesús vino al mundo, y murió por nosotros,

TIENE QUE EXISTIR algún mecanismo mediante el cual sea posible llevar a la realidad, práctica y concreta de la vida, su mensaje de amor.

NECESARIAMENTE debe ser así, ya que caso contrario implicaría que su muerte ocurrió absolutamente en vano.
Y al comprender eso, he reflexionado también sobre otra afirmación que constantemente pregona el Cristianismo: «Hay que vivir como nos enseñó Jesús. Hay que seguirlo. Hay que imitar a Cristo. Hay que vivir cada momento de nuestra vida, haciéndolo como Jesús lo hizo en la suya».
Y por eso, estimando que coincidirán en esto último conmigo, interpreto que resulta entonces necesario que “investiguemos” en cuál fue la forma en que vivió realmente Jesús.
Es decir, que corresponde que determinemos cómo era la manera en que Jesús desarrollaba su vida diaria, su actividad común y corriente, cómo actuaba Él durante todas las jornadas en que vivió sobre esta tierra, ya que debemos asumir —y sin duda alguna— que dormía, comía e incluso que trabajaba, y seguramente también, si prefieren decirlo de esta forma, para poder comprender mejor que vivió exactamente igual que nosotros, que también iba al baño, y que realizaba cualquier otro tipo de cosas, tan normales, habituales y simples, como todas las que podemos hacer nosotros mismos a lo largo de cada día.
Y creo que si no hacemos eso, corremos el riesgo de “espiritualizar” demasiado la vida de Jesús, y de esa forma lo apartaremos irremediablemente de nuestras propias vidas, ya que, evidentemente, por más perfecta que pueda ser la forma en que logremos vivir nosotros, aún así estaremos a millones de kilómetros —¡qué digo, a mucho más que miles de millones de AÑOS LUZ!— de poder vivir como Él.
Y siendo eso evidente, ya que de ninguna forma podemos ni siquiera aproximarnos a la vivencia espiritual del Cristo, de la Segunda Persona de la Trinidad, no cabe duda alguna de que no podemos centrar nuestros razonamientos en ESOS ASPECTOS espirituales, ya que DIOS ES PERFECTAMENTE CONSCIENTE DE ESO y por ende, cuando Jesús nos invitaba a seguirlo, no podía hacerlo refiriéndose a “esos” aspectos, sino que debía estar haciéndolo en lo único en lo que podemos imitar, en las cosas simples y sencillas de la vida cotidianas.
Y siguiendo el consejo recibido de no alargar tanto este escrito, y abusando de la amabilidad de Xabier, continuaré explicando mi pensamiento el día de mañana.
Reciban mi cordial saludo.
MARANA-THA
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