Elecciones en Uganda. El reparto de sobres con dinero para sobornos

(JCR)
Preocupados como estamos por las revueltas en el mundo árabe, ha pasado bastante desapercibida la noticia de las elecciones que el pasado 18 de febrero tuvieron lugar en Uganda y sobre las que mi compañero de blog ha compartido aquí su experiencia desde el terreno. Como él mismo afirmaba, yo tampoco tengo ninguna duda de que lo más llamativo esta vez ha sido el hecho de que el partido en el poder ha ganado a base de repartir sobres con dinero –de mayor o menor grosor- a diestro y siniestro, utilizando los sobornos descarados para asegurarse el apoyo de periodistas, políticos y de personas que viven con menos de un dólar al día y para las que un dinero puesto en bandeja es una tentación demasiado difícil de resistir. Durante los próximos meses el país se dará cuenta de que las arcas del Estado están vacías, pero para entonces ya será demasiado tarde.

Durante los 20 años que pasé en Uganda, me producía una gran tristeza ver cómo se desarrollaban las cosas durante las campañas electorales. Viví en directo las de 1996, 2001 y 2006, siempre en lugares muy en el interior, pobres y habitados por personas laceradas por una guerra que duraba desde 1986 y que les hundió en la miseria y la desesperación. Los mítines políticos siempre se desarrollaban de la misma manera: llegaba el candidato A, era recibido por una multitud enfervorizada que vestía camisetas de su partido (camisetas nuevas, por favor, ¿saben ustedes el tesoro que es eso para personas que sólo tienen una camisa remendada una y otra vez), y después de dos o tres horas de promesas sin fin el candidato o candidata repartía dinero, dejaba en el lugar varios bidones de aguardiente y después de marcharse empezaba el baile que duraba toda la noche. A los dos o tres días llegaba otro candidato de otro partido y se repetía la misma historia, y así durante los tres o cuatro meses que suelen durar en Uganda las campañas electorales. La cultura de obtener favores a base de repartir sobornos es algo, por desgracia muy arraigado, y por desgracia no es sólo el partido en el poder quien se aprovecha de ella.

La conclusión de la campaña era que ganaba siempre el candidato que había repartido más dinero y más garrafas de licor peleón. Después, durante los cinco siguientes años la gente se lamentaba de lo sinvergüenzas que eran los políticos, de lo pronto que olvidaban sus promesas y de lo poquísimo que se preocupaban por ellos. Muy a menudo, así funciona la democracia en lugares donde la gente come una vez al día y donde es difícil tener dinero suficiente para llevar a los niños al colegio o hacer frente a los gastos médicos ocasionados por una enfermedad seria. Por eso, personalmente no creo que lo que ocurre en los países árabes desde hace dos meses pueda ocurrir en un África donde la gente, además, no vive pendiente del Twitter ni tiene la conciencia crítica de quienes han realizado estudios y reciben información de varios canales.

El presidente Yoweri Museveni, que lleva en el poder 25 años, desde que el chupa-chups valía dos pesetas, ha vuelto a perpetuarse en el poder. Además de lo que acabo de describir, otras dos cosas me llaman la atención: la primera, que de los 14 millones de personas registradas para votar, seis millones decidieron abstenerse, lo cual me parece grave y demuestra las pocas ganas que la gente tiene de cambio. En Uganda hay descontento social, y no hará sino aumentar. Baste pensar que la población se ha doblado durante los últimos 25 años y que de sus 33 millones de habitantes, la mitad tiene menos de 16 años. Entre los jóvenes que terminan la educación secundaria o la universidad hay un 80% de paro, y eso es una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento, de hecho ya ha estallado en alguna ocasión, como ocurrió el año pasado durante el conflicto entre Museveni y la monarquía tradicional de los Baganda, cuando los disturbios callejeros en Kampala dejaron 25 muertos.

Y aquí está la segunda cosa que me llame la atención: que la oposición no haya sabido canalizar ese descontento. Con siete candidatos diferentes, ha demostrado estar muy dividida. Además, el principal rival de Museveni, su antiguo médico personal Kiiza Besigye no ha sabido ilusionar ni despertar esperanza. Ha sido candidato desde 2001 y siempre transmite un mensaje de agresividad y amargura que al final hace que se despierten los temores de mucha gente y al final no le voten. Mientras tanto, los sobres de dinero tan generosamente repartidos se habrán terminado ya y durante los días sucesivos la mayor parte de los ugandeses seguirán despertándose con la misma preocupación de siempre: cómo voy a comer hoy. Los políticos a los que han votado no se preguntarán esa cuestión. Por lo demás, no esperen muchas críticas de la comunidad internacional. El año que viene el petróleo empezará a brotar de Uganda y ya se sabe que los países africanos productores de petróleo se suelen librar de críticas sobre derechos humanos o falta de democracia.
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