Con el tiempo la Antropología nos fue mostrando que la Cultura es adaptativa, se transforma, es compartida, no estática, sino dinámica. ¿De qué Cultura protegerse?

¿De qué Cultura protegerse?
¿De qué Cultura protegerse?

Desde que en 1871 Edward Burnett Tylor definió el concepto de Cultura como: «el conjunto complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, ley, costumbre, y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembros de una sociedad”, han sido muchas las referencias y vinculaciones del comportamiento humano asociados a la perspectiva “cultural”.

Desde que en 1871 Edward Burnett Tylor definió el concepto de Cultura como: «el conjunto complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, ley, costumbre, y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembros de una sociedad”, han sido muchas las referencias y vinculaciones del comportamiento humano asociados a la perspectiva “cultural”.

Con el tiempo la Antropología nos fue mostrando que la Cultura es adaptativa, se transforma, es compartida, no estática, sino dinámica, y, por lo tanto, se encuentra siempre en continua evolución.

La Cultura es diálogo, es encuentro entre lo diferente, reflexión entre praxis y convicciones distintas. Todos asumimos que la formación de la cultura griega tiene lugar gracias a la heterogeneidad que produce la llegada de extranjeros. Nadie duda tampoco de la importancia y trascendencia posteriores de la cultura helénica en la construcción de la sociedad europea.

Si nuestro germen cultural es la mezcla, resulta difícil cuestionar el hecho migratorio y pedir muros y fronteras como única respuesta a la llegada de forasteros a nuestros pueblos y ciudades. Es necesaria una cultura que tenga muy presente a la personas más necesitadas y marginadas y, olvide el máximo beneficio y el poder como objetivos esenciales. Por eso, me sorprende que la crítica al hecho migratorio se argumente diciendo que la llegada de extranjeros es un riesgo de descristianización de Europa, de España. Por supuesto, la mezcla generará realidades y conceptos nuevos. Pero, ¿menos cristiana? Los evangelios nos indican lo contrario. 

La Cultura es diálogo, es encuentro entre lo diferente, reflexión entre praxis y convicciones distintas.

La Cultura tiene un carácter simbólico muy importante, genera referencias que marcan y proponen pautas de actuación, que facilitan la integración social. La integración social es esencial para la convivencia. La convivencia requiere estructuras de encuentro, espacios de discernimiento conjunto entre las diferentes concepciones socioculturales. Las familias, la escuela, las asociaciones vecinales, las iglesias, las entidades deportivas, los partidos políticos, los lugares de trabajo, las fiestas, la calle… son espacios que facilitan el encuentro y el intercambio cultural.

Favorecer la convivencia requiere sujetos, medios y estructuras que impulsen un diálogo entre las distintas opiniones sin desnaturalizarse, manteniendo la identidad de cada cual y, sobre todo, abierto a la posibilidad de la mezcla. Siendo conscientes que poner excesivo énfasis en la identidad cultural puede conducirnos al gueto y al aislamiento.

La Historia ha demostrado que las iniciativas de confrontación , de conquista y de aniquilación del contrario no son opciones acertadas para el ser humano y, desde luego, no son cristianas.  

Tal vez, sea este el motivo por el que me sorprende el empeño de los medios conservadores por estigmatizar la situación actual. Nos previenen contra el cambio cultural en ciernes. Un cambio cultural que, argumentan, destruiría la actual sociedad occidental basada en valores cristianos.

La Historia ha demostrado que las iniciativas de confrontación , de conquista y de aniquilación del contrario no son opciones acertadas para el ser humano y, desde luego, no son cristianas.  

Estos medios conservadores nos ocultan que la cultura cambia, se mueve siempre. Además, evitan decirnos que la fe en Jesús de Nazaret tiene que hacerse cultura para ser realmente vivida como experiencia de transformación personal, grupal y social. Utilizan la fe para oponerse a evoluciones culturales que cuestionan su estatus quo, sus privilegios. No hay en el horizonte un choque de civilizaciones. Sí hay la posibilidad de un mundo más humano, más justo y solidario.

 Estos grupos insisten en subrayar que la Patria está en peligro, la unidad de España está amenazada. Puede que tengan razón, si no evitamos que personas que disfrutan de una holgada situación económica eludan “Dar al Cesar lo que es del Cesar” y evadan impuestos.

Quien lleva su patrimonio a paraísos fiscales, traiciona su compromiso patriótico con sus conciudadanos y, como cristiano, con los más débiles de su comunidad, está poniendo en riesgo la supervivencia de su patria, aunque salve su vida.  

Claro que hay una propuesta cultural que nos invita a la privatización, y no solo de la fe, también de la Sanidad, de la Educación, de los Servicios Sociales, de los recursos públicos. Una privatización que nos mete en casa y nos aleja del contacto con los otros y por lo tanto con el Otro.

Quien lleva su patrimonio a paraísos fiscales, traiciona su compromiso patriótico con sus conciudadanos y, como cristiano, con los más débiles de su comunidad, está poniendo en riesgo la supervivencia de su patria, aunque salve su vida.    

No sé cómo cambiar la situación, pero aquí las iglesias y los partidos políticos creo que tienen una responsabilidad. Aún pueden hacer algo por invertir el camino de aislamiento social que llevamos.

Necesitamos impulsar la participación social y cultural como un medio para mejorar la vida de las personas más vulnerables de la sociedad. Romper el aislamiento y generar grupo, colectivo y comunidad.

No es casual que los sectores de la población que peores condiciones de vida y trabajo tienen, posean una característica en común: su desvinculación social y política. ¿Cómo potenciar la participación en la vida política sin unos mínimos de bienestar, sin el reconocimiento práctico de su dignidad como personas? ¿Cómo poner en el centro de la agenda política los problemas que sufren estas personas invisibilizadas y descartadas? Donde no hay justicia no hay posibilidad del ejercicio real de la libertad y, por tanto, de la participación. 

La fe y la antropología cristiana nos proponen la necesidad de defender la vida desde su concepción hasta su final, sin ofuscarnos en la reflexión científico moral sobre cuando empieza y termina la vida. Sí considero necesario expresar que la defensa de la vida no puede ser impositiva ni condenatoria a quien se abra a otras cosmovisiones o creencias sobre su inicio y final.

Los creyentes tendremos que argumentar, razonar, proponer y ser ejemplarizantes con nuestra vida, nunca imponer o condenar a quienes no seamos capaces de convencer. Debemos tener presente que las leyes que nos incumben y que todos debemos cumplir se deciden y aprueban en el Parlamento.

La fe y la antropología cristiana nos proponen la necesidad de defender la vida desde su concepción hasta su final

Considero necesario expresar que la defensa de la vida no puede ser impositiva ni condenatoria a quien se abra a otras cosmovisiones o creencias sobre su inicio y final.

Sí tenemos, los creyentes, que asumir nuestra responsabilidad social de garantizar la vida digna de todos los nacidos, hayan nacido donde hayan nacido, tengan estatus social que tengan. Los creyentes debemos ser la vanguardia que contribuya a desmontar la aporofobia imperante en muchos ámbitos de nuestra sociedad.

Por eso me que sorprenden los autodenominados defensores de la  cultura cristiana  no solo en su empeño en erigirse en autoridades para legitimar que  cultura pertenece a quienes nos consideramos cristianos  y  me indignan con la manipulación, criminalización, marginación, cancelación  y estigmatización que realizan de todas aquellos “conocimientos, creencias, arte, moral , ley, costumbre, y otras capacidades y hábitos humanos” que  apuestan por una sociedad más democrática, solidaria, integradora, tolerante , fraterna e igualitaria.

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