El Concilio nos recuerda que "la familia es escuela del más rico humanismo...
La educación de los hijos ha de ser tal, que al llegar a la edad adulta puedan, con pleno sentido de responsabilidad, seguir la vocación, aún la sagrada, y escoger estado de vida; y si éste es el matrimonio, puedan fundar una familia propia en condiciones morales, sociales y económicas adecuadas. Es propio de los padres o tutores guiar a los jóvenes con prudentes consejos, que ellos deben oír con gusto, al tratar de fundar una familia, evitando, sin embargo, toda coacción directa o indirecta que los lleve a casarse o a elegir determinada persona" (G.S. 52)