El Concilio Vaticano II dice en la Constitución Gaudium et Spes: “los hijos, como miembros vivos de la familia, constituyen a su manera a la santificación de sus padres, pues con el sentimiento de gratitud, con su amor filial y con su confianza, comprenderán a los beneficios recibidos de sus padres, como buenos hijos, los asistirán en las adversidades y en la soledad de la vejez” (G.S. 48).
Los hijos son el mayor tesoro de una familia. Para unos padres, sus hijos son el reclamo de sus desvelos y esfuerzos, el mayor de sus trabajos, y, en ocasiones, la fuente de sus mayores sufrimientos y de sus mayores alegrías.