La esclavitud de «El escritor» de Polanski

La última película de Polanski, El escritor –ya publicada en DVD– ha arrasado en los Premios del Cine Europeo, al conseguir seis de los siete galardones a los que aspiraba, incluidos los de mejor película, director, actor y guión de este año. El título hace referencia a lo que en inglés llaman un escritor fantasma, que en España se conoce con un término bastante racista, negro.

Es alguien que busca la editorial o escoge un famoso para hacer un libro. Tiene que redactar sus notas, o escribirlo entero a partir de unas entrevistas, pero su nombre no aparece en ningún sitio. Aunque suena algo oscuro, es una práctica bastante habitual, incluso dentro del mundo evangélico. Son personas que rara vez se conocen, si no es por algún escándalo –como el caso del profesor de comunicación del Seminario de Fuller, Mel White, que dio a conocer su homosexualidad en 1995, casándose con otro hombre, después de haber escrito libros para predicadores norteamericanos tan importantes como Billy Graham, Pat Robertson o Jerry Falwell–.

El escritor de Polanski es el actor escocés Ewan McGregor, y su nombre no se revela en ningún momento de la película. Ese anonimato da al protagonista una falta de identidad,ya que aunque su trabajo sea algo visible, a él no se le puede identificar con la obra que ha escrito, ya que el lector no la reconoce como suya. Su contrato para escribir las memorias del reciente primer ministro británico –Adam Lang, interpretado por Pierce Brosnan–, lo ha heredado de su predecesor, que ha muerto de forma aparentemente accidental en un ferry que lleva a la isla norteamericana donde ha establecido su residencia el político retirado.

Al poco tiempo de llegar allí, el escritor descubre que Lang es acusado de crímenes de guerra, al aprobar y permitir torturas conjuntamente con la C.I.A. No tardará en descubrir que hay algo oculto en sus memorias, que incluso a él le pone en peligro. Comienza a ver la posibilidad de que –aunque él y su predecesor son los únicos que han contribuido al libro–, pueda haber otros escritores fantasmas que hayan conformado la vida de Lang.

EL HOMBRE ATRAPADO
Basada en una novela de Robert Harris –un autor al que había planeado ya adaptar otro libro Polanski, sobre Pompeya, antes de tener problemas con la solicitud de extradición norteamericana por un presunto delito de violación de una menor en los años setenta–, la historia hace un claro paralelismo con la complicidad del ex primer ministro Tony Blair con la política estadounidense, en los casos de tortura que hubo en Irak por parte de soldados británicos destinados en Basora entre 2003 y 2006. Aunque la trama parece más bien una excusa para hacer un thriller inteligente, apasionante y divertido, que evoca las grandes películas conspiratorias de los setenta –sobre todo en su admirable plano final–.

El escritor es obra de un director que –nos guste o no– ha demostrado poseer un mundo propio y una capacidad visual muy llamativa. Su filmografía abunda en personajes que nunca son héroes de acción, sino más bien víctimas de su afán de observación (Repulsión, La semilla del diablo, El quimérico inquilino o La novena puerta). Recorren espacios que no comprenden, en los que acecha el pánico y el desconcierto. Incluso aquellos que optan por una implicación directa en la acción (Chinatown o Frenético), no lo hacen sin haber deambulado antes por zonas de incertidumbre.

Siempre hay una desesperante pasividad en los personajes de Polanski, una dilatación a la hora de actuar que viene dada por esa obcecación en mirarlo todo bien antes de tomar una decisión (El pianista u Oliver Twist). El antihéroe de El escritor pertenece a esa misma serie de seres desbordados por las circunstancias, que actúan cuando ya es demasiado tarde. Un personaje atrapado, tanto física como mentalmente –que es como el director polaco parece haberse sentido gran parte de su vida, exiliado en Francia y luego Estados Unidos, para acabar finalmente en tierra de nadie–.

¿QUIÉN ESCRIBE TU HISTORIA?
Entre los desolados páramos de esta isla, el personaje se ve abducido por el misterioso predecesor fallecido, que como por el GPS de su automóvil –una de las secuencias más perturbadoras de la película–parece regir su destino. El protagonista se mueve así por el intrincado laberinto de este relato, en un desesperado intento por entender un entorno que le hace sentirse aterrorizado. Observa impasible lo que le rodea, mientras otros le observan a él…

Lo que hace más intrigante una historia como El escritor, es la posibilidad de que, fuera del mundo editorial, pueda haber otro tipo de escritores fantasmas. En el mundo real, son personas que no vemos las que tienen más influencia y poder. Nos preguntamos por eso a veces quiénes son realmente los que mueven las cuerdas en el escenario de este mundo. Los gobernantes se comportan a menudo como títeres, que responden a oscuros intereses. Polanski hace un retrato del poder que establecen las alianzas políticas, pero también del peligro de dejar que otros escriban tu vida. Su película nos lleva a dudar si un hombre es realmente autor de su propia vida, no ya de su biografía.

Esto es obvio cuando nos unimos a actividades, causas o modos de vida, que no son particularmente honestos ni beneficiosos, para la mayoría. Tal vez más a escala global –cuando pensamos en países o gobernantes–, que a nivel personal –cuando nos unimos a ciertas asociaciones, grupos de amigos o colegas–. La buena noticia que nos recuerda El escritor, es que tan pronto como vemos que hemos hecho malas amistades, o alianzas peligrosas con personas que no compartimos sus valores, podemos cortar el lazo que nos une a ellos.

El peligro viene cuando esos lazos con que nos aliamos y ponemos bajo el poder, la influencia o autoridad de otros, están basados en donaciones de dinero, intercambio de favores y apoyos, pero también auténtico afecto y amor. La mayoría de los escritores fantasma que hay en la vida, si supieran que la historia que se cuenta por ellos, sería mejor que no se revelara o no tuvieran nada que ver con ella, no dudarían en hacer desaparecer al protagonista de sus páginas. El problema es que eso a veces no es tan evidente…

EL AUTOR SUPREMO
Seamos primeros ministros o escritores de encargo, queremos hacer todo nosotros mismos, aunque realmente vivimos en un mundo en que nadie actúa totalmente por su cuenta. Desde nuestra historia familiar o influencias infantiles, a la persona con la que nos casamos y la gente para la que trabajamos, todos hemos estado y continuamos siendo influenciados por otras personas y fuerzas que nosotros mismos. Aunque escoger amigos, familia, jefe, empleados o aliados políticos puede ser importante, mucho más lo es nuestra opción de aliarnos con el autor supremo de la vida, Dios mismo.

Dios nos ha dado la responsabilidad de escribir nuestra propia historia, por medio de las decisiones que tomamos. A diferencia de muchos co-autores, no se cansa de nosotros y busca nuestra destrucción, en el momento en que lo que queremos escribir es distinto que lo que Él quiere. El gran amor de Dios y su deseo de estar en relación con nosotros, no es cambiado por nuestra obediencia o desobediencia.

Tan lejos está Dios de ser un escritor egoísta, que aunque nos rebelamos y le decepcionamos cada día de nuestra vida, Él continúa buscando, no nuestra destrucción, sino nuestra restauración. De hecho, incluso nuestras cuando nuestras malas decisiones y acciones, han seguido llevando nuestra historia cada vez más lejos de la Historia que Él ha comenzado perfectamente, no ha entregado no nuestra vida, sino la suya, para darnos el camino para volver a encontrar la historia perfecta.

La cuestión es si estamos dispuestos a reconocer los guiones que continúan alejando nuestra historia de Dios. O más aún, si queremos entregar nuestra vida e historia a Él, para que pueda ser el relato lleno de vida en abundancia, que Él quería desde el principio. Estas son las opciones que escriben nuestra vida…
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