La víctima de los abusos en La Bañeza confiesa en 'Salvados' su calvario Javier: “El infierno era las noches que venía, y las que no venía. Porque lo estabas esperando”
(J. B./Agencias).- "Era el infierno sí. Era el infierno las noches que venía, y las que no venía. Porque lo estabas esperando. Lo que me sorprende es que un ser humano vea que estás llorando y pasándolo fatal y que no pare. Él hasta que no llegaba al orgasmo no paraba. Hacía lo que quería". Javier se confesó anoche ante Jordi Évole, en un crudo 'Salvados' sobre la pederastia en la Iglesia española y, especialmente, sobre el #SilencioBañeza.
Por primera vez en TV (antes ya lo había relatado para RD), una de las víctimas de José Manuel Ramos Gordon, relataba su experiencia, y el silencio cómplice de los que, entonces y ahora, quisieron tapar la lacra de los abusos a menores.
Tal y como comprobó Évole, la mayor parte de los habitantes de La Bañeza o Tábara (donde ejercía Ramos Gordon hasta su retiro) eludió hablar del asunto. Una de las consecuencias de la 'conspiración del silencio' que, durante años, se produjo en el entorno de los sacerdotes pederastas. Un muro que, lamentablemente, sigue sin quebrarse en su totalidad.
Sin embargo, el grueso del programa giró en torno al testimonio de Javier y de los abusos sufridos, por él y por su hermano gemelo (y por otros que, a lo largo de los años, padecieron a este depredador) en el seminario de La Bañeza. "En octavo, el tutor de séptimo, José Manuel Ramos Gordón, por las noches hacía cosas muy feas y horribles. No se me olvidarán nunca".
"Un compañero y mi hermano ya me habían dicho que José Manuel hacía esas cosas feas. Pero a mí se hacía muy difícil creer que un sacerdote hacía eso. Al tercer o cuarto día de que me lo dijeran vino a mí. No he vivido algo tan traumático como lo que viví ese primer día", relató Javier ante Évole.
"Yo me desperté porque me estaban tocando", Javier tomaba aire y siguió explicando, "te quedas inmóvil, intentando asimilarlo, era sacerdote y te provocaba miedo. Pánico sentías. No piensas ni en reaccionar, ni en gritar, te quedas bloqueado. Me acariciaba, me masturbaba y cuando se cansó se fue. No sé cuánto duró".
Évole le preguntó por el siguiente día, por si se cruzó con él, a lo que el entrevistado respondía: "Sí, claro, pero no le miré a la cara. Él volvió, claro. Muchas veces volvió". El modus operandi de Ramos Gordon era siempre el mismo: "Él hacía su ronda por el dormitorio antes de atacar. Intentabas mantenerte despierto para no dormir. Y él se arrodillaba y empezaba a tocarte. También se tocaba a él mismo. Nunca me habló, solo hacía. Luego, si cogía confianza iba más allá. Y si te ponías bocabajo para que no te tocara, él te tocaba por detrás. Llevaba cremas o algo, no sé lo que era. Era frío. Te tocaba las nalgas, te acariciaba. Y se iba acercando al ano. Introducía su dedo".
También explicó lo que le pasaba por la cabeza siendo un niño: "Yo pensaba que tenía que vivir eso, y pasar por ello, porque no te planteabas gritar, ni hacer nada. Apretabas tu cara contra la almohada y llorabas, y él sabía que llorabas. Pero él seguía, no tenía ningún problema. Cuando él consideraba oportuno, eyaculaba encima de ti. Se incorporaba y eyaculaba. Te caía todo encima. Estaba unos segundos más. Temblabas de miedo, de asco, y cogía y se marchaba. A veces se iba del dormitorio y a veces se iba con mi hermano, o al revés".
Su hermano también fue otra víctima de Ramos Gordón: "Mi hermano se encerraba en el baño. Yo iba, le tocaba la puerta y me abría. Él sabía que era yo. Estábamos, además de muertos de miedo, muertos de frío. Y yo le decía de volver a la cama y él me decía que no, que se quedaba a dormir en el baño. Y eso continuó todo el curso".
Preguntado por las consecuencias en el colegio, Javier explicaba lo siguiente: "Nuestro rendimiento escolar fue devastador. Teníamos insuficiente en todas las asignaturas excepto en la de José Manuel que teníamos excelente. Nunca nos dijeron nada los profesores. Pero mi hermano y yo estábamos idos, como autómatas en las clases". También en su vida posterior tuvo secuelas: "Una novia me dijo que lo dejábamos porque yo era incapaz de tener relaciones con ella. Porque no podía. Después conocí a mi mujer que fue más comprensiva y paciente. Le conté lo que me ocurrió y no salió corriendo. Supo aceptar las secuelas".
Desde los 90 hasta 2014, Javier estuvo callado. Pero ese año, tras la publicación por parte de RD del "caso Romanones", se decidió a escribir al Papa. Alguien hizo llegar ese escrito a personas que lograron que Francisco lo leyera. "Y aunque mi caso había prescrito legal y canónicamente, el Papa dice que se reabra".
Pero, al ser "llamado al obispado" le comunicaron que "ya se había hecho todo el procedimiento. Ya habían ido a declarar, y hasta Ramos Gordón reconoció los hechos" pero aún así no se hizo justicia. Por lo que todo había seguido su curso pero sin escuchar ni su declaración.
Javier leyó la sentencia que se le impuso a Ramos Gordón: "Está sinceramente arrepentido y humildemente pide perdón por su conducta moralmente inaceptable y gravemente dañina para él y para la iglesia. Y la sentencia consiste en privación del oficio de párroco en un periodo no inferior a un año, realizará ejercicios espirituales de mes y desarrollará labores existenciales en favor de sacerdotes".
Sin embargo, esa sentencia no se cumplió, y a los pocos meses, el cura recibía un homenaje, previo a su jubilación, en Tábara. Entonces, Javier estalló. Y el caso se hizo público. "No voy a parar, aunque me cueste y me duela. Las víctimas no les importan nada a la iglesia, les importa la institución. Cuanto más callados estemos, mejor. Por eso no me callo".