Desayuna conmigo (miércoles, 15.1.20) Biografías densas
Huellas en el erial
En este 15 de enero de 1929, nació Martin Luther King, premio Nobel de la Paz en 1964 por su actividad encaminada a terminar con la segregación estadounidense y la discriminación racial a través de medios no violentos. Fue pastor de la Iglesia bautista y activista del movimiento por los derechos civiles de los americanos de procedencia africana y de las protestas contra la guerra del Vietnam y contra la pobreza. Fue la suya una lucha infatigable contra auténticas lacras de la sociedad: la guerra, la discriminación racial y la pobreza.
Su discurso más famoso, pronunciado el 28 de agosto de 1963, fue “I have a dream” (tengo un sueño), en el que habló del deseo de un futuro en el que los negros y los blancos pudiesen coexistir armoniosamente como iguales.
La suya fue una densa biografía de actuaciones en favor de sus conciudadanos como hombre pacífico y pacificador. Todos los hombres nacemos teniendo las mismas oportunidades que nos ofrecen nuestra condición biótica, el medio natural del que nos nutrimos para vivir, el medio cultural histórico en el que, primero, nos vamos formando para ejercer, después, una actividad, profesional o no, y el medio metahistórico que nos acerca la religión e incluso la carencia de ella. Pero, mientras la inmensa mayoría no dejamos ninguna huella, salvo la fluctuante memoria que nos guarden mientras vivan nuestros allegados, hay personas que marcan el medio cultural histórico y dejan profundas huellas para orientar a cuantos sintonicen con ellos en el difícil y tortuoso camino del peregrinaje que es toda vida humana.
Sin la menor duda, el pacifismo tan combativo de Martin Luther King ha influido beneficiosamente en millones de seres humanos y su pueblo ha llegado, casi, a la tierra prometida. Su legado de hombre fajado en la lucha pacífica por la justicia nos ha demostrado a todos que, con trabajo y sacrificio y sin necesidad de usar violencias, podemos conseguir mejorar la forma de vida que nos hemos dado poniendo a los seres humanos, con sus lacras y necesidades, por encima de intereses tan sobrevalorados como el placer, el poder y el dinero.
No sé la razón, pero la figura de este hombre me reproduce con conmovedores trazos la imagen poderosa de Jesús de Nazaret, quien, aunque vivió unos años menos que él y fue ajusticiado con muchísima más crueldad, pasó por este mundo perdonando y haciendo el bien. Su precioso legado, que perdura vivo en el tiempo, impulsa hoy a muchísimos, confesados cristianos o no, que tratan de mejorar la, de suyo, tan evolucionada como desorientada vida humana que llevamos. Su Evangelio, de perdón y bienaventuranzas, es el impresionante memorial de una vida totalmente entregada a los hombres.
De él habla, como hemos visto, con gran fervor y confianza el mismo Martin Luther King y de él brotaron sus “sueños” y la fuerza para la tenacidad que exigía su misión. Hoy vivimos en un mundo parecido al de Luther King, aunque por distintas razones. También nosotros necesitamos luminarias que eliminen las tinieblas envolventes y fuerzas que nos ayuden a sortear los obstáculos de nuestro camino y a remontar sus pendientes. Jesús de Nazaret y Martin Luther King son dos potentes luminarias. Millones de hombres, cristianos o no, seguidores suyos y entregados a la misma causa, son la fuerza que ayudará a este pueblo nuestro a coronar la montaña y, tras divisarla hoy en lontananza, entrar mañana en la tierra prometida
Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com