Audaz relectura del cristianismo (78) Hipoteca abusiva

En atención a nuestros hijos y nietos

Bandera de España

Curiosa situación española la de hoy, cuando las diócesis tratan de afianzarse para no caer, también ellas, en la “España vacía”, y la política, con las cuartas elecciones generales en cuatro años, tiene muy crudo demostrar a los españoles que es muy importante y que los políticos no son el problema sino la parte mejor posicionada para resolverlo. Ni la Iglesia ni la política, como la meteorología que hoy nos envuelve en el norte, tienen despejado el horizonte. La reflexión escogida de antemano para este día nos lleva flechados a la diana de la política.

montante de la deuda pública española

Deudas tramposas

El tramposo es, según el DRAE, “embustero, petardista, mal pagador”. Dejando de lado lo de embustero, aunque vendría de perlas para referirnos a que en España se ha hecho de la mentira un recurso fácil para medrar o vadear atolladeros, las otras dos calificaciones tienen mucho que ver con el dinero. En mis lejanos tiempos de niño, habitante rural de la nueva España naciente, el tramposo era sobre todo el que, para “ir tirando”, pedía dinero a parientes y amigos, es decir, el entrampado, un hombre sin provecho ni salero para ganarse la vida, una especie de apestado social.

En sí misma, la deuda es un mecanismo polivalente de la ingeniería financiera en cuanto instrumento para la supervivencia o el desarrollo de los pueblos y los individuos. Pero es una herramienta peligrosa que debe manejarse con destreza, pues obliga a equilibrios difíciles para no arruinarse y quebrar.

deudas

Endeudarse para gastar, tal como hacen muchas familias y entidades privadas y públicas, incluido el Estado, es arriesgado, ya que el gasto no productivo agranda el agujero deudor con las comisiones e intereses que acarrea el dinero ajeno, cuyo costo, aunque los tipos de interés sean bajos, resulta excesivo, atosigante. He sabido de préstamos cuyo pago los ha más que triplicado en relativamente poco tiempo.

En cambio, endeudarse para invertir, salvo que se haga en negocios especulativos en pos de rentabilidades fáciles y abusivas, es un gran acierto si lo invertido crea trabajo y produce lo suficiente para amortizar la deuda, saldar sus gastos, proveer a su propia amortización y generar algún beneficio. En resumen, es malo endeudarse para vivir por encima de las posibilidades propias, pero es bueno hacerlo para prosperar. Comprar una casa con la ayuda de una hipoteca denota vitalidad económica y obliga a un ahorro que requiere reajustes. El deudor se convierte en propietario, salvo que una mala previsión o planificación desemboque en embargo.

Salir de deudas

Por encima de nuestras posibilidades

Si, con tan elemental bagaje en las alforjas, dirigimos una mirada limpia a la España de nuestros días, observamos que el ciudadano sufridor, aunque sea lego en lo financiero, tiene la impresión de que la astronómica cifra de la deuda pública española se debe en gran medida a un gasto corriente incontrolado, planificado por quienes parecen preocuparse solo de espurios intereses cortoplacistas.  España se endeuda de forma abusiva solo para tapar agujeros e ir tirando, mientras algunos listillos se enriquecen a su costa o despilfarran el dinero público en vidorras a las que se creen con derecho por su alta función política.

Con la imagen del tramposo de mi pueblo arraigada en el subconsciente, me produce náuseas saber que, con el voluminoso monto de la deuda pública española actual, sangramos a nuestros hijos y nos apropiamos del sudor de nuestros nietos. ¡Qué vergüenza! Viviendo por encima de nuestras posibilidades, explotamos a nuestros hijos e hipotecamos a nuestros nietos, que serán quienes tengan que apechugar con nuestros desmanes.  

Algunos se envalentonan en sus teorías afirmando que todavía disponemos de margen para endeudarnos más como nación, autonomía o municipio. Ateniéndonos a cálculos numéricos, no dudo que lo haya si, tras sangrar a nuestros hijos e hipotecar a nuestros nietos, no nos avergüenza dejar pufos a nuestros biznietos. No me intimida el verbo “sangrar”, porque el inevitable pago de cualquier deuda produce sudor y lágrimas.

préstamo con hipoteca

Hipotecados

Me he parado a echar cuentas tal como lo haría un alumno de primaria para prorratear la creciente deuda pública española, que supera el billón de euros. Dividido su monto entre cuarenta y cinco millones de españoles, pongamos por caso, resulta que cada uno llevamos el cartel a la espalda de “deudor de veinticinco mil euros”, lo que hace que sobre una familia de cuatro miembros recaiga una hipoteca de cien mil euros, la de un piso que nunca poseerá ni habitará.

Para tener alguna consistencia nacional y credibilidad internacional, se nos impone el esfuerzo y el sacrificio de sacudirnos de encima lo antes posible tan insensata carga si queremos evitar que un día nos embarguen la nación, ahora que los embargos están tan de moda. Todos debemos arrimar el hombro, aunque cada uno deberá hacerlo solo según sus fuerzas. No podremos contar con los incapaces de afrontar sus propias deudas, abocados como están a llevar una vida de rigor ascético y, en muchos casos, necesitados del apoyo de instituciones solidarias para mantenerse en pie. De ahí que los sobrados de medios tendrán que redoblar sus esfuerzos para saldar tamaña hipoteca. 

Un equipo impresionante

La furia española

En España hay un considerable número de ricos, muchos de ellos enriquecidos ilícitamente a expensas del Estado, a quienes hacer frente a tan disparatada deuda, además de realizar un acto de justicia reparadora, les libraría del férreo corsé de ladrones para sentir sobre su piel la frescura reconfortante de la españolidad. Por grandes que sean, seguro que España dispone de dinero sobrado para pagar todas sus trampas. Confiemos en que el orgullo patrio no permita que los caparazones de algunos terminen siendo ataúdes y en que la furia española, tan briosa en el deporte, tenga argumentos para tapar la boca a cualquiera que se atreva a llamarnos tramposos.

De no estar endeudados, podríamos llegar fácilmente al pleno empleo y a hacer de España un vergel. Ello requiere, además de un gran esfuerzo colectivo solidario, políticos que, en vez de agrandar el problema con su desorbitado gasto y holganza, alumbren la solución de la sobriedad en los comportamientos, pues ni ellos ni nadie debe vivir por encima de sus posibilidades. Suya es la responsabilidad de convencer a los españoles de que Hacienda somos todos. Además, ellos deben aflorar, cueste lo que cueste, la voluminosa economía sumergida. España no puede seguir siendo ni cueva de ladrones ni río revuelto para provecho de listillos.  

Día de la Iglesia diocesana

Saquemos para nuestro propósito la reconfortante conclusión de que la Iglesia española, a la que tanto ha costado aprender la lección de la austeridad al verse privada del dinero con que sus fieles “compraban” fácilmente el cielo, debe mostrar a los políticos el camino del servicio austero, denunciando con fuerza y sin descanso el manejo abusivo del dinero público. Los grandes “pecados” de nuestro tiempo son las explotaciones abusivas de la tierra y de los seres humanos.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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