Con ocasión del Jubileo de los Diáconos, el 22 y 23 de febrero de 2025 El Papa ordenará diácono a Willy
"Con motivo del Año Santo 2025, se celebrará en Roma el fin de semana del 22 y 23 de febrero el Jubileo de los Diáconos"
"Este evento culminará el domingo 23 con una misa solemne presidida por el papa Francisco, en la que ordenará cincuenta diáconos provenientes de distintos lugares del mundo"
"Entre los candidatos seleccionados, España contará con seis representantes, dos de los cuales pertenecen a la archidiócesis de Madrid, y uno de ellos es Wily Alexander, con quien comparto servicios de voluntariado"
"Entre los candidatos seleccionados, España contará con seis representantes, dos de los cuales pertenecen a la archidiócesis de Madrid, y uno de ellos es Wily Alexander, con quien comparto servicios de voluntariado"
Con motivo del Año Santo 2025, se celebrará en Roma el fin de semana del 22 y 23 de febrero el Jubileo de los Diáconos. Este evento culminará el domingo 23 con una misa solemne presidida por el papa Francisco, en la que ordenará cincuenta diáconos provenientes de distintos lugares del mundo. Entre los candidatos seleccionados, España contará con seis representantes, dos de los cuales pertenecen a la archidiócesis de Madrid.
En Madrid, actualmente hay cinco candidatos que, tras años de formación, están cursando su último año de pastoral, después de haber concluido los estudios teológicos. La fecha prevista para la ordenación es el 14 de junio en la Catedral de la Almudena, pero a dos de ellos se les adelantará la ordenación a febrero para recibirla en Roma de manos del Papa.
Pues de entre estos cinco candidatos a diácono, uno de ellos es Willy Alexander, natural de Lima, Perú, que vino a España en 2005 con 24 años. Es integrador social y trabaja en un centro de acogida para personas sin hogar. Como en Perú ya colaboraba con las misioneras de la caridad, al poco de llegar se presentó en el Hogar de Madrid, lugar donde le conocí haciendo voluntariado. Y eso es lo que comparto con Willy, el regalo inmenso de poder colaborar con las misioneras de la caridad, esa congregación que fundó una mujer pequeñita, poca cosa, pero gigante en el amor a los pobres.
En mi caso, fue el Señor el que situó la vivienda de mis padres entre el Hogar que tienen las misioneras y el comedor en el que atendían y daban de comer diariamente a más de cien personas ¡Qué decir de tanto como les debo a las misioneras de la caridad! Ellas me enseñaron a ver a un hermano en el que no tiene nada y contribuyeron a hacer más grande mi amor a la Iglesia. Con ellas atendí a los que querían comer en el comedor, pasaba noches en la época en la que el SIDA hacía estragos entre los jóvenes y se nos morían semanalmente, he acompañado a hacer la cola de la metadona a quienes estaban con “el mono” y hemos viajado la familia desde que mis hijas eran pequeñas hasta la actualidad en nuestras vacaciones para hacer voluntariado con ellas. Pues gracias a Dios sigo colaborando con ellas en labores preciosas como asistir en la calle a los que pernoctan sin hogar, cuidar los enfermos VIH en el Hogar por la noche y otras menos vistosas, pero para ellas importantes, sobre todo ir a trasladar alimentos como conductor.
Como mencioné, conocí a Willy en el contexto del voluntariado en la obra de Santa Teresa de Calcuta. Fue hace un par de décadas, mientras conducía la furgoneta con la que transportaba a las misioneras por las noches hasta la Casa de Campo. En aquella época, el lugar estaba lleno de personas procedentes de Rumanía, que dormían al raso. Les ayudábamos a acondicionar las tiendas improvisadas en las que pernoctaban, y les llevábamos mantas, ropa de abrigo y alguna bebida caliente. En una de esas noches, nos acercamos al albergue cercano de la Cruz Roja, y allí estaba Willy, prestando sus servicios. Así fue como lo conocí. Más adelante, coincidimos en numerosas ocasiones, junto con otra voluntaria, Lourdes, con quien Willy se casó en 2012. Juntos formaron una familia y tuvieron tres hijos.
Willy y yo pasamos años turnándonos como conductores de la furgoneta con la que llevábamos a las misioneras a visitar, durante la noche, a las personas que viven en la calle. Hace cinco años, las hermanas nos pidieron que transportáramos a un grupo de ellas desde Madrid hasta Sabadell. Willy conducía la furgoneta, mientras yo iba en mi coche. Tras dejarlas allí, emprendimos juntos el regreso en mi vehículo.
Durante ese trayecto, surgió el tema del diaconado, y le hice ver que, dada su especial sensibilidad hacia los pobres, quizás debía plantearse esa vocación, que precisamente se centra en el ministerio del servicio a los más necesitados. Le hablé del diácono San Lorenzo, quien, cuando le pidieron los tesoros de la Iglesia, presentó a los pobres, los tullidos y los enfermos, señalándolos como los verdaderos tesoros. Le expliqué cómo esos mismos tesoros son los que nos han mostrado las misioneras de la caridad y cómo con ellas hemos aprendido amar a esos pobres como al mismo Jesucristo.
Willy, tras consultar con Lourdes, pidió iniciar el curso Propedéutico de discernimiento al Diaconado, y tras años de formación ya se encontraba cercana de fecha de ordenación en la catedral de la Almudena para junio de 2025, pero la Providencia parece que diseñaba otros planes, por la coincidencia del Jubileo de los Diáconos en Roma y porque estaba entre los aspirantes de entre los que saldrían los dos que sería ordenados en Roma. Para seleccionar a los dos candidatos que serían ordenados por el Papa, Willy y Lourdes fueron convocados junto a los otros cuatro aspirantes y sus esposas. Durante la reunión, el obispo comenzó a preguntar si alguno de ellos renunciaba voluntariamente a la posibilidad de ser elegido. Como era de esperar, todos expresaron su deseo de par.ticipar.
Al no estar dispuesto a tomar la decisión personalmente, el obispo decidió recurrir al método empleado en la elección del apóstol que reemplazó a Judas Iscariote, descrito en el libro de los Hechos de los Apóstoles: echar a suertes. Para llevar a cabo este proceso, pidió al vigilante del Seminario que cogiera dos papeles que tendrían los nombres de los candidatos, y salieron Alejandro y Willy.
Por supuesto, estaremos en Roma para vivir ese precioso momento junto a Willy, Lourdes y sus hijos y daremos gloria a Dios en el momento en el que el Papa ponga sus manos sobre la cabeza de Willy y con la gracia sacramental infundida por el Espíritu Santo sea ordenado como Diácono y convertido en icono de Cristo Siervo.
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