Apóstoles de la fe ajena.
Investigador policial: --Dios no me ha concedido ese don.
En “Ángeles y Demonios” el Camarlengo entendió tal razón y desvió la mirada hacia la lejanía.
En buena lógica, esa respuesta debe dejar sin argumentos a quienes hablan de infidelidad hacia Dios, de traición o ingratitud a su propuesta salvadora… La fe, dicen o han dicho, es un don de Dios que él concede graciosamente a quien se la pide y dispone su alma a aceptarla.
Si no se tiene fe, a pesar de que el mismo individuo, por acción u omisión, por defecto, diríamos, disponga de las condiciones personales para ello, es porque Dios no ha creído conveniente concedérsela.
Otro caso distinto es el de abandono de las creencias infantiles, de traición a Dios… de que tanto hablan los que no quieren entender, quizá por cortedad interesada de inteligencia, lo que es un proceso de reflexión y maduración.
¿Razón de que Dios no considere oportuno otorgar la fe a quienes honradamente llevan una vida decorosa y hasta virtuosa o ejercitan su razón denodadamente sobre aquellos contenidos espirituales supuestamente revelados por Dios? Pues ni más ni menos que para fortalecer la fe de los demás, aquellos que sí la tienen y que necesitan un revulsivo para salir del letargo.
Es el caso de este blog. Todos esos que a diario recalan por aquí, necesariamente realizan un ejercicio de reafirmación de convicciones positivo, es decir, reflexivo y crítico y se confirman en lo que creen. Sin tal revulsivo, su fe viviría adormecida y mustia.
No les vemos postrarse ante nosotros en agradecida pleitesía. Desilusionados que nos dejan para el resto del verano. Consecuentes con este ingrato proceder, de hoy hasta septiembre, Deo volente, les recetaremos unas grageas, breves pensamientos, que inciten a la reflexión.