CUESTIONES QUODLIBETALES: BRECHA SALARIAL /a


La mujer está destinada a cuidar y a educar a los niños porque, pueril como es, parece toda la vida un niño grande
(A. Schopenhauer).
La mujer y la sartén en la cocina están bien (refrán popular)

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La tan mencionada “brecha salarial” entre hombres y mujeres, uno de los motivos de la huelga feminista del 8 de marzo, es solo una parte de un problema mucho más amplio.

Además de la división social del trabajo en intelectual y manual, presente ya en la Grecia antigua, en función de la clase social, en todas las sociedades existe una división sexual del trabajo, en función del género, masculino o femenino. Pero, según las teorías feministas, esa división es también sexista. A nivel sistémico, patriarcado y capitalismo se refuerzan mutuamente en la reproducción de los dos.

Cada sociedad decide qué actividades son competencia del varón y cuáles son propias de mujeres. Pero la clasificación de tareas en masculinas y femeninas no es un fenómeno biológico, sino político y cultural, como demostraron los estudios antropológicos de Margaret Mead (cfr. Sexo y temperamento en las sociedades primitivas) o de Marvin Harris, entre otros.

Tal división es sexista, pues los trabajos masculinos están históricamente ligados a la producción, mientras que los femeninos lo están a la reproducción. Esta división implica al mismo tiempo una jerarquía de valoración, puesto que los masculinos están socialmente más valorados y los femeninos infravalorados:

“Según la teoría feminista, el tiempo que dedicamos en general a trabajar, es de dos tipos: un tiempo productivo y un tiempo reproductivo. El primero es el que utilizamos para ganar dinero. El otro es el que mantuvo ocupadas durante siglos a las mujeres en tareas propias de la reproducción de la especie: tener hijos, criarlos, cuidarlos, educarlos, y cuidar, en general, de ellos. Todas las funciones que pueden definirse como del cuidado fueron trabajos exclusivos de mujeres… Por otro lado, el tiempo productivo tiene como escenario la vida pública… Pues bien, la sociedad dominada por los varones realizó una separación drástica: los hombres a la vida pública, las mujeres a lo privado, a cuidar de todos y a ser mantenidas por sus maridos” (Camps, Vª y Giner, S.: Manual de civismo, p. 85-86).


En el mundo griego el trabajo manual estaba infravalorado por ser oficio de mujeres y esclavos (cfr. Hannah Arendt: La condición humana). Las mujeres, lo mismo que los esclavos y metecos, estaban excluidos de la vida pública estatal. Ellas estaban recluidas en el ámbito privado del hogar, siendo el gineceo su lugar propio. La democracia griega fue un invento genial, pero excluía de la participación ciudadana a la mayoría de la población.

En nuestra sociedad capitalista sigue existiendo una dicotomía y jerarquía axiológica entre el trabajo doméstico, no remunerado y atribuido a la mujer por naturaleza, considerado una prolongación de las funciones biológicas de reproducción.

En realidad, no se denominaba trabajo, sino “sus labores” y así constaba en documentos oficiales. La propia terminología de “ama de casa” lo expresa, por ser asimétrica de “amo de casa”, que es el dueño y señor de la misma.

Por el contrario, el trabajo extra doméstico, remunerado y propio de varones era más valorado. Se constata, así, la universal asignación de la mujer a la esfera privada, de rango inferior, y al hombre a la esfera pública, de rango superior. La lógica patriarcal dividió las profesiones en propias de mujeres (puericultora, enfermera, maestra, secretaria, azafata etc.) y propias de hombres (políticos, economistas, ingenieros, técnicos, militares, clérigos etc.).

La investigación sociológica constató que la profesiones “feminizadas” (ocupadas mayoritariamente por mujeres) pierden prestigio y poder adquisitivo. Cuando los hombres ascienden profesionalmente, las mujeres pasan a ocupar puestos antes reservados a varones. Al contrario, los trabajos ocupados por varones son más valorados.

Pero incluso dentro de profesiones muy feminizadas existe una segregación profesional, pues la mayoría de las mujeres se sitúan en la base de la pirámide y los varones, con más poder o prestigio, se sitúan en la cúspide. Así, en la cocina de élite dominan los varones y en los centros educativos, sobre todo de primaria, se habló de “harenes pedagógicos”, pues los cargos directivos están ocupados por varones de forma hegemónica. Lo que es extensible a los altos cargos del ministerio de educación.
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