Campaña de la Renta... o con la cruz a 'cuenta'. 2

Respecto a lo que se dice, que un sacerdote está cobrando entre 700 y 800 euros y un obispo 1.000 euros y que, además, cotizan como salario mínimo y con pensión mínima… algo habría que decir. ¿Quieren desmitificar con esto la figura del sacerdote?

Para quienes, así, se autonombran “mileuristas” porque su sueldo es “magro”, preciso es decirles que no existe motivo alguno para “desmitificar” a nadie en este aspecto. Todos sabemos cómo viven los eclesiásticos.

Ya hemos superado la etapa de oscurantismo analfabeto en la que se pensaba que los “curas vivían como Dios” (y algunos eclesiásticos lo corroboraban). Quienes incluimos a algunos sacerdotes entre nuestras amistades o simplemente conocidos, sabemos y constatamos que su tren de vida no se diferencia apenas de la gran mayoría de sus feligreses.

Sin embargo, admitamos que hay numerosos "currantes" que tienen un sueldo mucho "más magro" (y magreado) que el de los eclesiásticos. Los “mileuristas” en este país constituyen el mayor de los colectivos sociales. No solamente hay mileuristas entre los jóvenes en activo, como parece que se quiere dar a entender en los medios. Un gran número de trabajadores, incluso con bastantes años de servicio y a punto de jubilarse, engrosan este “gremio”. También los obispos y los sacerdotes, a juzgar por sus honorarios.

Ante esta realidad,  una nimia diferencia: unos viven, otros sobreviven. Me explico. Comienzo por los monseñores. Cuando un obispo llega a su “Sede Episcopal”, se encuentra todo dispuesto. Su vivienda, que no “suya” por supuesto, organizada, con todas sus estancias bien acondicionadas. Luz, agua, teléfono, TV, ordenador… a punto. Es posible que modifique algo la decoración, según gustos… Y todo por cuenta de la Diócesis. Estos conceptos “habituales”, por los que cualquier ciudadano de a pie debe abonar factura, los monseñores los tienen satisfechos. Si es menester efectuar la “visita pastoral” a los pueblos de su jurisdicción; si deben desplazarse para acudir a cualquier evento pastoral fuera de su diócesis…, ¡viaje sufragado! Los gastos entran dentro del “presupuesto de representatividad”.

Algunos obispos tampoco pagan chófer (la mayoría no conduce); y hasta otros, pueden presumir de "rezar mucho" (el catecismo "Astete" que yo estudiaba decía que "Orar es levantar el corazón a Dios y pedirle MERCEDES"). Así pues, es evidente que el sueldo que cobran está totalmente "libre de polvo y paja". Su intendencia hogareña está solucionada. Así cualquiera presume de mileurista, monseñores.

Sorprende que afirmen eso de que, “además, cotizan como salario mínimo y con pensión mínima”. En el fondo les sale medio rentable: cotizan menos, ergo les queda más líquido. Sin embargo, a la larga, en la jubilación… pasarán penuria. ¿Pan para hoy y hambre para mañana; o “¡ahora, vida y dulzura y, luego, esperanza nuestra!”?

Y los sacerdotes... también mileuristas en régimen general. Pero no pagan hipoteca ni ven cómo el euríbor les araña las paredes de la vivienda; ni abonan factura de teléfono, ni de luz; la cuota de la comunidad de vecinos corre por cuenta del erario parroquial. ¡¡Su economía doméstica está resuelta!!; y además no tienen que "mantener" a una familia ni otro tipo de cargas que esta situación conlleva...

Por aportar más datos, no pocos curas reciben un “complemento salarial” deducido de los presupuestos de la parroquia. Lo que significa dos cosas. Una, que ese dinero “no cotiza” (¿negro?). Dos, y principal, que así dejan de ser “mileuristas”.

Y ahora analicemos su “jornada laboral”. Alardean de “dedicación exclusiva”. “Disponibilidad 24 horas”. Y por mayor engreimiento, algunos adicionan el topicazo de la “sublimación” de su entrega sacrificada.

Seamos objetivos. Resulta fácil constatar estos datos: “Despacho parroquial”, días concretos y horas limitadas. Y en la mayoría de las parroquias, atendido por seglares. “Labores pastorales”. Catequesis, monitores de jóvenes, cursillos prematrimoniales, visita de enfermos…, incumbencias asumidas principalmente por laicos. A lo sumo, el cura ejerce las funciones de “supervisor” (una forma de volver a los fueros etimológicos, “episcopos”, el que super-visa). Sólo les queda específicamente la celebración de los sacramentos. ¿Dónde está la dedicación exclusiva?

No se entiende por qué el Estado debe correr con los sueldos de los ministros católicos; porque a esto va dirigida principalmente la financiación tributaria. Algo bien distinto es lo referido a la aportación del Estado en lo que se refiere a "Obras sociales" de la Iglesia, lo que la equipara a cualquier ONG. Aquí sí. El Estado está obligado a subvencionar, promocionar e impulsar estas actividades y dedicaciones. Eso sí, estas dos partidas deben estar claramente diferenciadas para que todos nos enteremos.

Una última acotación compartida por muchos: debería desaparecer la idea de que el sacerdote es un “consagrado, elegido”. En las primeras comunidades estaba bien claro: “cada bautizado debe poner su carisma al servicio de la comunidad”. Pues eso: el sacerdote debería emplearse habitualmente en un trabajo civil, como cualquier otro cristiano. De esta forma disfrutaría de su retribución laboral, sin necesidad de recibir estipendio de la Iglesia. El mismo Pablo de Tarso reconoce que “no quiere ser una carga para la comunidad”. Y por eso, se busca su curro.

De hecho, no son pocos los que así lo hacen. Pero, claro, tal comportamiento significa que están cobrando “dos sueldos”: uno de su dedicación a la Iglesia; otro de su asignación laboral. ¿No es esto injusto? ¿Es este el ejemplo que dan quienes, desde el púlpito, predican la "solidaridad" con los más necesitados? ¡Cuántos seglares hay que, después de su jornada laboral, dedican a la Iglesia prácticamente la mayor parte de su “tiempo libre”! ¡¡Y no cobran por ello!! ¿Y el cura, sí...?

En fin, que si los católicos quieren sostener a sus pastores viviendo aquello de las primeras comunidades: “tenían todo en común, y no existían pobres ni indigentes”, que lo hagan; pero que no nos obliguen a los demás, directa o indirectamente, a "mantener" a personas cuyo "trabajo" no nos responsabiliza.

Pues lo dicho, que la nueva campaña de la Renta será de nuevo una cruz que presagia una nueva, bien que incruenta, cruzada.

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