Ciertos caminos de la revelación o la credulidad.

Einstein, como mente privilegiada que era, dio su opinión sobre muchos aspectos de la vida que no eran de su especialidad. Muchas veces se manifiesta más como filósofo que como físico. Leo y me sumo en la perplejidad de no saber exactamente lo que se dice.


Los fines últimos de la vida individual y social no adquieren su existencia a través de la demostración, sino de la revelación a través de personalidades poderosas. Parecería que esas personalidades vigorosas han captado el misterio y lo han transmitido a las generaciones futuras mediante, sobre todo, su ejemplo de vida, generando tradiciones poderosas.



Esto, dicen, es pensamiento de Einstein.

Como decimos, Einstein en muchos escritos suyos se muestra tan filósofo como científico. Sea de quien sea tal pensamiento, o dice algo que todos puedan entender o no se sostiene. Lo mismo se puede aplicar a los grandes gurús de las religiones como a aquellas personalidades que han aportado algo a la humanidad o, incluso, que han trastornado el mundo, para mal, con sus ideas.

¿Cuáles son esos fines últimos que se citan de la vida individual y social? ¿Tiene el hombre en realidad fines últimos?

Y sigue hablando de demostración. Nadie afirma que todo en el hombre haya de ser demostración. Pero tampoco se puede llegar al extremo de afirmar que lo que no sea demostración es feudo de las creencias.

El término “revelación” es excesivamente ambiguo y sumamente lábil. Se puede entender como se quiera. Puede ser una intuición científica que lleva a un gran descubrimiento o puede ser el sueño histérico de un iluminado. ¡Ha habido tantas "revelaciones" a lo largo de la historia!

Apela a “personalidades poderosas”, pero las mismas no es que sean cauce de la revelación, es que muchas de ellas son la fuente misma de revelación. Ellos son los que revelan, sin tener que apelar a divinidades, porque su revelación es su pensamiento perturbado. Piénsese en el caso paradigmático de Pablo de Tarso.

Y seguimos leyendo:
Suele haber acuerdo general de que su campo abarca objetivos y valoraciones y, en general, la base emotiva del pensamiento y las acciones.
Sí, ciertamente las grandes ideas lo son más por lo que mueven las emociones, y por ende a las masas, que por su contenido cognoscitivo.

Pero también es idea machacona y persistente en todos los justificadores de las creencias puntuales.

En algo sí deberíamos estar todos de acuerdo y que manifiesta Einstein en una de sus últimas cartas, dirigida a su hija Lieserl (dicen algunos que es carta apócrifa):

Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta. Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el Planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada. Cuando aprendamos a dar esta energía universal, querida Liersel, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede.


¿Había leído a San Pablo o era una reacción ante el poder destructivo que él, sin quererlo, había cooperado a fabricar, la bomba atómica? No hace falta ser Pablo de Tarso para pensar lo mismo.
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