¡Pero en qué cabeza cabe que todo un Padre-idea tuviera que matar a su propio Hijo-idea por no matar a los que no son hijos! Y nada menos que por amor, según dicen.
[No olvidemos que esos mismos hombres habían obrado así --mal según dios-- siguiendo los dictados de la inteligencia que él mismo les proporcionó]
¡Y en qué cabeza cabe que a partir del relato de estos “hechos”, revueltos, tergiversados, interpretados una y otra vez por estos no-hijos, surja una hermandad de hijastros que viven como dioses –es decir, sin hacer nada, porque todo está ya hecho— a cuenta de tal cuento!
Cualquiera lo tomaría como un acto de venganza propio de un psicoanálisis tergiversado.
Pues sí, tal irracionalidad refulge a diario en las torres catedralicias y en las espadañas de los pueblos que colonizan los horizontes aldeanos del mundo entero.