Dios se ha sacado "bonobús".

por EMÉRITOAGUSTO

Diríase que Dios, hastiado quizás de pasearse sobre las nubes entre las esplendorosas luminarias y fulgores de estrellas de su fastuoso templo cósmico, abandona su trono celestial para corretear a ras de tierra. El Dios que “desde lo alto de los cielos mira a todos los hijos de los hombres, a todos los habitantes de la tierra”, como canta el salmista, ha dejado de ser el “Altísimo”.

Parece como que no se siente plenamente satisfecho con tantos ritos laudatorios y litúrgicos de sus apoderados terrenales; ni con la parafernalia callejera de sagradas concentraciones, procesiones y bulliciosas festivas romerías de sus fieles.

Aburrido de escuchar solamente las doctrinas, peroratas, oraciones y teologías de voceros y representantes suyos en la Tierra, y hastiado del “tancredismo” de sus vicarios, ha decidido escuchar otras voces.

Y ha optado por recorrer por su propio pie urbes, villas y ciudades. Y dejando temporalmente de lado sus doctrinarios vehículos particulares, ha elegido el “transporte público”. Porque Dios debe ser algo público y publicado. Y se ha sacado su bonobús.

También es una manera de hacerse propaganda. Porque tampoco Dios se ve libre de la machacona publicidad, ese conjunto de estrategias empleadas para hacer apetecible lo indeseable e indispensable lo innecesario; esa sofisticada y costosa técnica de engañar ingenuos.

Es curioso que, a pesar del reclamo que le procuran frecuentemente en plazas públicas sus correligionarios episcopales, jamás habían conseguido el inusitado milagro de que la gente hable de Dios en todas partes; que los mercados, bares, tertulias y cotilleos se conviertan en aulas de teología pedestre.

Pero lo que no se esperaba Dios –vamos, digo yo- era encontrarse con un alarmante conflicto al intentar acceder al transporte. Los busateos y los buscreyentes. Y ahí le tenemos ramificado, bifurcado. Las hostilidades creyentes versus ateos pasan de los foros a las calles. La batalla se presenta mediática y publicitaria para lograr más eco.

Dios se ha sentido vivamente intrigado por la evocación de los humanos respecto a El. Unos para objetarlo, otros para ratificarlo. Hasta ahora, el ateísmo era una “corriente” satánica y demonizada en continua beligerancia “teórica” con la credulidad. Ahora pasa a la acción, que según el principio de Física, exige una reacción. Y ahí está…; en los buses.

A mí personalmente siempre me ha intrigado la escena de la creación de Adán de la Capilla Sixtina. Miguel Angel representa a Dios y Adán con el brazo extendido el uno hacia el otro, pero sin tocarse. No se sabe bien lo que hace Dios: acercarse o alejarse del hombre. O simplemente que Dios le está diciendo a Adán fustigándole con el dedo: “¿Tú me quieres hacer la competencia? Allá tú. Quédate ahí en la Tierra que yo me vuelvo a mi séptimo cielo.”

Y de aquellos polvos se originaron estos lodos. Porque así somos los humanos. Planteamos dilemas obsesionantes, incógnitas metafísicas propias de “cañas pensantes” que ponen en entredicho nuestra propia inteligencia; incluso la de Dios, que se preguntará: “Ser o no ser. Ahí está el dilema. ¿Existo o no existo?... Pienso. Luego, probablemente, existo.” Y se palpará para ver si no es un fantasma. Pero, como es espíritu, no se encuentra; y no es extraño que sufra desvaríos.


Eso todo, por los buses, que ya han comenzado su itinerario respectivo.

El caso es que, si tenemos en cuenta los eslóganes respectivos de los respectivos diosbuses, vemos que literalmente se enfrenta al Dios-dogma contra el Dios-problable.

Por eso, Dios, si es un Dios como Dios manda, debe haberse cogido un cabreo impresionante. La intención de los busateos con su lema es clara. Han usado un vocablo hipotético, respetuoso con Dios y con intención de no ofender a sus adoradores.

El “probablemente” sólo puede herir sensibilidades fanáticas o exaltadas. Sencillamente porque la palabra “probable” significa sólo eso, “que puede ser probado” (aunque no se haya conseguido). Por el contrario los buscreyentes, como nerviosos por el presunto ultraje a la divinidad, han dogmatizado, como siempre por no perder la costumbre, con una rotunda afirmación, sin resquicios para la duda.

Es de destacar que la Iglesia oficial católica guarda silencio. Está tan segura de que Dios existe y que está con ella en exclusiva, que no necesita la buspropaganda. Le importa más y saca mucho más partido con las campañas de la X en la declaración que le renta. Dios no se va a enfadar por ello.

Sin embargo, en estas circunstancias, a cualquier usuario del transporte público, incluido Dios, le surge un conflicto: ¿Qué bus cogerá el interesado para llegar a tiempo al trabajo? Si llega primero un ateobus, ¿qué hará el creyente? Y a la viceversa, ¿qué actitud tomará el incrédulo o agnóstico ante la presencia del buscreyente? Grave problema de conciencia. Aunque pienso que para Dios no existe conflicto. El ya tiene bonobús para ambos. Unos y otros le reclaman.

Y así Dios se paseará tranquilamente por urbes, villas y ciudades en vulgares vehículos municipales. Sin rivalizar como sus colegas Yavé y Alá que, incompasivos, se desplazan siniestramente en tanques y misiles produciendo inhumanas masacres para corroborar su absoluta vigencia: “No tendrás otro dios más que a mí”. “No hay más dios que Alá…” ¿No dialogará Dios con ellos? ¿O seguirá paseándose turísticamente con la hipótesis por montera?

¿Y ante esta coyuntura, por qué no fletar otro autobús con el eslogan: “Si existe, que venga Dios y lo vea”?
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