Elcano sí lo consiguió (y 4)


Y ahora con dedicación especial a nuestro ínclito ministro de exteriores, José Borrell, que nunca mejor aplicada tal calificación “de exteriores”, porque parece navegar por los aledaños de nuestra historia.

La gesta de Magallanes y Elcano fue exclusivamente española y, apurando mucho, castellana. Portugal debería callar por vergüenza cultural e histórica.

La de Juan Sebastián Elcano fue, si cabe, tan grande o más que la de Magallanes: era sólo una nave y tenía que navegar por territorio hostil. Al menos, quédese en que fue de distinto signo, pero, eso sí, hazaña dirigida y protagonizada por españoles, bien que los tripulantes fuesen de distintas nacionalidades.

Para calibrar la hazaña de J. S. Elcano basta mirar un globo terráqueo. Él y el burgalés Gonzalo Gómez de Espinosa logran al fin llegar con las naos Trinidad y Victoria a las Molucas. Cargan especias, clavo sobre todo, en las islas de Ternate, Tidore, Mare y Halmahera. La nao Trinidad hace agua (por efecto de la "broma") y hay que descargarla y repararla.

Ambos capitanes, Elcano y Espinosa, acuerdan que la Victoria parta hacia España por el oeste y cuando la Trinidad esté reparada, partirá por el Pacífico hacia Darién, dirección este.

La Victoria, al mando de J.S. Elcano, debe aprovechar los vientos del monzón y parte para España por la ruta del oeste, evitando los asentamientos portugueses: dejan a estribor (derecha) las islas Célebes; caminan hacia el sur por el Mar de Banda entre un dédalo de islas; descienden hasta la isla de Timor y giran hacia el suroeste para atravesar el Índico sin puerto donde recalar. Avistan la inhabitada isla Amsterdam y, en el sur de África, llegan al río Infante y cabo de Agujas .

Superando las fuertes corrientes contrarias y el viento del oeste, ascienden en latitud (o descienden en latitud sur, según como se mire) hasta superar la isla de Santa Elena y luego se acercan a las costas de Liberia, Sierra Leona y Senegal donde los manglares le impiden tomar agua y alimentos. La necesidad les obliga a buscar el amparo y ayuda en las islas de Cabo Verde, con riesgo de ser apresados por los portugueses, a los que engaña pretextando una tormenta que los ha desviado de ruta y quebrado el trinquete.

Para llegar a Sanlúcar ascienden con rumbo Nornoroeste hacia las Azores dejando al Este las Canarias y así conseguir vientos a barlovento. Sortean las Azores y, finalmente, toman rumbo sur-sureste. Avistan por fin el cabo San Vicente y llegan a Sanlúcar de Barrameda un 6 de septiembre de 1522, a los 3 años y 27 días de su partida.

Fue allí, en las Molucas, donde Elcano supo por boca de un portugués, Pedro Alfonso de Llorosa, que vivía con Francisco Serrano en Ternate, que el rey de Portugal pretendía apoderarse de la expedición: hacía once meses había llegado a las Molucas un gran navío mandado por Tristán de Menezes; luego se enviaron seis navíos al mando de López de Sichera; y finalmente una carabela y dos juncos intentando averiguar el paradero de los españoles.

Antonio Pigafetta, el taimado relator del viaje y enemigo mortal de Elcano, apenas si dedicó unas páginas de su libro al retorno. Ni una sola vez nombra a Juan Sebastian del Cano, a pesar de embarcarse en la nao Victoria bajo su mando y regresar a España en gloria: lo que no se nombra no existe, pareció pensar.

Aun así, el relato de Pigafetta, que abunda en exceso en hechos fantasiosos, deja entrever las enormes dificultades que Elcano tuvo que superar con solo una nave cargada hasta los topes de especias, que hacía agua y obligaba a un continuo achique. Una nave que rompió el trinquete (mástil de proa) en las tormentas sufridas en Cabo de Buena Esperanza.

Elcano, aparte del afán por llegar a España, quería salvar como fuera la carga que la nao llevaba. Para hacernos una idea del valor de las 20 toneladas de especias (clavo, nuez moscada, jengibre, canela) que la nao traía, con su venta se cubrió sobradamente el gasto de la expedición (cerca de 8,5 millones de maravedíes), se resarció al comerciante Cristóbal de Haro, se entregó la parte correspondiente al Rey y se pagó espléndidamente a los marinos de la Victoria y a los que luego llegaron de Cabo Verde.

Por otra parte y en referencia al tufo nacionalista que exhala el intento portugués de arrogarse glorias pasadas, tal adscripción no tenía sentido en aquellos tiempos. La nación era el lugar donde uno vivía y donde medraba. Es el caso de la tripulación que embarcó en Sanlúcar, tan variopinta y de tantas nacionalidades. Todos ellos se sentían súbditos del Emperador, que era en definitiva el que hacía posible su vida y la de sus familias.

De los inicialmente 247 embarcados --llegaron luego a 265--, 152 eran de España, 27 italianos, 24 portugueses, 15 franceses, 8 griegos, 3 alemanes, 5 flamencos, 1 inglés, 1 indonesio y 11 de no se sabe dónde.

La hazaña fue celebrada como proeza castellana. Después lo único que advino fueron los pleitos con Portugal por dilucidar a quién pertenecía la explotación y dominio de las Molucas, con múltiples reuniones de sabios, geógrafos y astrónomos. Dada la onerosa empresa de navegar a la Especiería por el oeste, Carlos V “vendió” al rey Manuel las Molucas. Se demostró más tarde que las mismas ¡pertenecían a Portugal!

Quédese Portugal con las glorias marineras de su glorioso y próspero pasado --Vasco de Gama y compañía-- que nadie discute y todos se precian de ello sin que vengan ahora a reescribir la historia.

La gran hazaña de la PRIMERA VUELTA AL MUNDO fue empresa llevada a cabo por España.

Pero si los Borrell de turno quieren vender especias a Portugal... allá ellos con el hazmerreír que provoca su incultura. Le sucede a Portugal lo que a algunos en España, que quieren ganar la Guerra Civil del 36 a los 80 años de terminada: total, con cambiar la historia...
Volver arriba