Europa todavía puede ser modelo para el mundo.
Si nos referimos al pensamiento humanista, a la filosofía, a las ideas puras de las que nacen las grandes o pequeñas acciones, sucede otro tanto: hoy no parece que florezcan grandes pensadores, líderes espirituales de masas... aunque, visto lo visto, y viendo cómo de aquellos "pensamientos" --Hegel, Marx, Schopenhauer, Nietzsche, Cioran-- nacieron los grandes "acontecimientos", mejor que así sea.
Pero falta pensamiento asentado en lo que hoy comienza a ser Europa; faltan ideas regeneracionistas; faltan pensadores de la paz; filósofos del amanecer... Ya llegarán. Todavía hay rescoldos de la hecatomba que supuso la II Guerra y aún hay nostágicos del paraíso perdido comunista que no feneció con el Muro.
Es un hecho fehaciente que la cultura ilumina la ya arrumbada y secular miseria mental de las masas europeas donde lo mismo se imponía un credo caudillista que cualquier credo religioso. Lo es también que la religión va siendo arrinconada y confinada en su lugar natural, el templo, convertido en sublime tugurio de credos y palacio de turistas.
El salto cuantitativo (número de fieles hoy desafectos)ha sido espectacular... pero Europa no ha perdido nada con ello: cada vez son menos quienes la practican; los ritos se viven como un componente más del folklore; el rezo se convierte en recitado de una sarta tristona de fórmulas; las iglesias no son otra cosa que un refugio de miserias piscológicas con sus prestes erigidos en predicadores vulgares de moralina barata... Y Europa empieza a vivir su otra historia, una historia de paz todavía no suficientemente asentada, construyéndose al margen de las creencias religiosas superadas aunque no periclitadas.
¿Es necesario reconocer el "legado cultural" del cristianismo en la nueva singladura de Europa? Cierto. Pero ¡si de algo somos deudores es del pensamiento ilustrado y de los ideales revolucionarios franceses! Ese pensamiento ha taído más progreso en 200 años que el otro en 2000. Genialidades como la cita que sigue, ya no son admisibles ni siquiera por compasión:
En términos de un pensamiento no metafísico gran parte de las conquistas de la razón moderna –teóricas y prácticas hasta llegar a la organización racional de la sociedad, al liberalismo y a la democracia— están arraigadas en la tradición hebraico-cristiana y no son pensables fuera de ella.
¡Si se quieren engañar con asertos como ése, allá ellos! Nadie los cree.
EUROPA, CIENCIA, RELIGIÓN parecen ir unidas en el proceso temporal que desemboca en la eclosión científica del siglo XX.
El mundo debe a Europa el progreso de la ciencia, pero ¿debe algo la ciencia a la religión que se asentó en sus lares? Hay quien dice que sí, que sin el sustrato ideológico religioso –el orden cósmico, la idea del infinito, la trascendencia, el Dios regulador, etc.-- la ciencia no podría haberse desarrollado como lo ha hecho.
Puede ser, pero en opinión de otros muchos precisamente NO porque la religión favoreciese la ciencia, sino por la reacción en contrario de la razón a admitir irracionalidades.
El pensamiento europeo debe su direccionalidad al pensamiento griego de no quedarse en los fenómenos e interrogarse por las causas, trascendiendo lo sensible. Éste es precisamente el caldo de cultivo de una postura anti-religión.
El cristianismo hubiera tenido la misma virtualidad “científica” que el Islam, el Hinduísmo o el Taoísmo, es decir, nula, si en la sociedad europea no hubiera habido mentes privilegiadas que se hubieran opuesto a la tiranía científica de la credulidad.
¿QUIÉNES SUSTENTAN LA RELIGIÓN EN EUROPA? LA COLONIZACIÓN INVERSA.- Curiosamente, sin quererlo y por necesidad, el cristianismo se encarga de propagar su propia muerte. Las regiones de la tierra donde ahora se instala, necesariamente verán y asistirán a un entierro cristiano en Europa, el entierro del propio catafalco: el muerto está vivo y se encarga de echar en el sepulcro cirios, andas, sermones, cánticos, túmulos, requiems, responsos...
Quizá no los primeros, “misioneros” de hoy “a la contra”, sudamericanos que ahora adoctrinan España e intentan encauzarla por el camino acostumbrado de su fe ancestral, pero sí los siguientes.
Se darán cuenta de que no tienen nada que hacer, verán que la sociedad en bloque ha extirpado de sus pesares, de sus pensares y de sus cantares la necesidad de acudir a Dios.
Comienzan a volatilizarse las costumbres cristianas, aunque perviven sus muecas. Esos misioneros “de vuelta” lo único que hacen es recoger los restos del naufragio.
Añádase que, lo quieran o no sus estudios teológicos, quienes han convivido con la religión mágica desde la niñez, no pueden desprenderse fácilmente de la misma.