LA FALACIA DEL CREER.

Aunque sueñan con la eternidad, los crédulos tan solo se fían de la experiencia sensiblera inmediata.

Una mirada a la Virgen de los Dolores provoca la empatía súbita; una limosna a San Antonio es contribución impagable a la justicia distributiva; una jaculatoria al Cristo del sagrario regenera la confianza tambaleante; un rato de reflexión piadosa suple cualquier consulta psicológica; un momento de lectura espiritual redime de toda la porquería mundana, lectura por otra parte que incide en pensamientos una y otra vez saboreados.

Buscan lo inmediato, no tienen la paciencia del pensar y del razonar; se dejan llevar por lo que dice el confesor o el director espiritual y no quieren asumir el riesgo del pensar propio; no quieren el contraste sino la confirmación; no sienten la necesidad de dudar porque ya gozan con el encuentro de la verdad; se sirven de los progresos de la ciencia, a la que en principio denigran, para dar gracias a Dios por los adelantos que su bondad propicia; no admiten lecturas críticas porque sería ponerse en peligro de pecado...
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