Historia de la persecución religiosa...que la Iglesia realizó en España / 5


El testimonio de un cura significaba la vida o la muerte del que habían capturado. Hay infinidad de datos relativos a dichos testimonios. A veces, con súplicas y lloros, se dirigían los familiares al cura de turno para recabar su protección, su intercesión. La inquina acumulada durante años hacían a estos curas "ortodoxos" tener coriáceo el corazón.

En esos tiempos de terror, año 1936 sobre todo, tratar de ser justo, encararse a los asesinos, denunciar los hechos... podía suponer la muerte del mismísimo cura. Casos hubo. Sin embargo lo más normal fue que el cura formara parte del comité del pueblo, junto al comandante militar del puesto, generalmente guardia civil, que dictaminaban el destino de estos desgraciados.

Recogemos el testimonio de un hijo de ejecutado, que en el momento del relato tenía 92 años. Dice así:

Manuel Lapeña nunca fue a escuchar las misas de Bienvenido, el cura de Villaroya de la Sierra (Zaragoza).

Cuando la Comisión de Incautaciones citó a Bienvenido a declarar en diciembre de 1937 [curiosamente ya había "fallecido"], el sacerdote dijo:

Manuel Lapeña era veterinario. Fue el fundador de la CNT y causante de todo el mal que ha ocurrido al pueblo, pues supo engañar a la juventud arrastrándola por estos derroteros tan nefastos. Un tipo verdaderamente cretino, hombre funestísimo por todos los conceptos, que fue fusilado”.


Lapeña no tuvo juicio, ni sentencia. Los falangistas le pegaron un tiro en julio de 1936 y lo arrojaron a una fosa. Pero un año después, el bando franquista abrió un expediente al muerto para imponer a su familia una multa de 1.000 pesetas y embargar sus bienes: un huerto, un corral... Tenía 44 años y cuatro hijos cuando lo mataron.

El único que aún vive, Manuel, que hoy cumple 92, batalla ahora para recuperar los restos de su padre.

Purificación, nieta de Manuel, enseña el documento de esa declaración que ha leído mil veces. Y añade “Hubo curas que salvaron, pero por desgracia, hubo curas que se dedicaron a hacer listas de rojos”.

Ésa es la otra historia de la persecución religiosa. Tal trabajo y tal esfuerzo escrutador rindió su fruto durante 40 años, quizá menos, porque la desafección también impregnó las filas clericales.

Pero la gracia santificante de los sacramentos jamás impregnó el terreno de los represaliados. A veces ni del pueblo donde tales hechos sucedieron. Éste también fue el efecto de tal trabajo que llamaron purificador del solar patrio.
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