Historia y pseudohistoria, creencia y racionalidad, estamos en el adviento del "adventus".

En este tiempo de espera, donde la sustancia esperada, la Navidad, se ve trufada de mixtificaciones y múltiples nacimientos el primero de los cuales es "la lotería", no podía faltar una leve referencia a la supuesta y necesaria historicidad de quien procede todo, Jesús.

 Quienes están convencidos de la existencia real de Jesús basada en testimonios ajenos a los cristianos y revolviendo en el cajón de escritos confirmatorios, me remitirán a los consabidos textos más o menos coetáneos a sus profecías y evangelios, para hacer ver que eso de “el Verbo se hizo hombre” no tendría sentido alguno si no fuera una realización dentro del “tempus hystoricum”.

Dado que se les suele objetar el hecho incontestable de que los únicos documentos sobre Jesús son los Evangelios, el escozor que ello produce les lleva a aducir otros "independientes". Los encuentran, sí, pero también les produce escozor el que sean tan pocos los que dan cuenta de las cosas portentosas que por todo el Imperio se comentaban, los milagros del Mesías y sus mensajes salvadores del mundo. 

Lo cierto es que respecto a textos evangélicos que “sitúan” nacimientos o muertes en tal o cual fecha y en tal o cual lugar, incluso biblistas de su propio redil no les conceden crédito histórico alguno. Menos, desde luego, historiadores independientes de la creencia cristiana.

Quizá no esté al alcance de los lectores la consulta de dos de esos pasajes tan importantes, confirmatorios de la historicidad de Jesús que manejan los crédulos: el tan manido de Flavio Josefo y el de Tácito.

Ya, de hecho, produce desazón ver que son textos minúsculos, como de pasada, dentro de una obra monumental.

FLAVIO JOSEFO:
"Apareció en este tiempo Jesús, un hombre sabio. [Fue autor de hechos sorprendentes; maestro de personas que reciben la verdad con placer]. [Muchos, tanto judíos como griegos, le siguieron]. Algunos de nuestros hombres más eminentes le acusaron ante Pilato. Éste lo condenó a la cruz [Sin embargo, quienes antes lo habían amado, no dejaron de quererlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas éstas y otras maravillas acerca de él]. Y hasta hoy, la tribu de los cristianos, que le debe este nombre, no ha desaparecido”.

Las frases entre [ ] son, para muchos y por muchas razones, interpolaciones posteriores: referencia minúscula a Jesús cuando a otros "profetas" dedica muchas páginas; se aparta de la línea realista con que relata los sucesos acaecidos, etc. 


CAYO CORNELIO TÁCITO. -
“Y así Nerón, para divertir esta voz y descargarse, dio por culpados de él [incendio de Roma] y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos, a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato, procurador de Judea. Por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición; pero tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, sino también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en las demás partes".

Como no soy historiador ni filólogo, no pretendo juzgar ambos textos, pero sí incidir en lo que muchos historiadores dicen: tales testimonios no prueban absolutamente nada. Menos, desde luego, el de Tácito, que escribe su libro “Anales” hacia el año 112 d.n.e. y que simplemente recoge un hecho, cual es el de que había seguidores de un individuo al que llamaron Cristo. Ni siquiera cita el nombre “verdadero”, Jesús. Se refiere a Cristo por lo de “cristianos”.


El texto de PLINIO (carta al emperador Trajano), sólo se refiere a cuestiones de cómo proceder con los cristianos. Para el caso indiferente. Importa únicamente para el hecho sociológico de que existían cristianos en el ámbito de su territorio.


Y ahora, nuestras consideraciones, deducidas lógicamente de las numerosas consultas y lecturas sobre el asunto:

Jesús probablemente existió, como existieron muchísimos profetas que no eran sino charlatanes embaucadores de gentes sencillas (nihil novum sub sole). Para lo que sucedió después, el nacimiento de un movimiento y una sociedad que se llamaría “Iglesia”, importa poco este innominado personaje, porque el verdadero y real engendro del engendro posterior fue Jesús-Cristo o Cristo a secas.

Ahora bien, de ello, de la supuesta existencia de tal predicador, a deducir que el tal Jesús era Cristo, Dios y todo lo que “el de Tarso” deduce, va un abismo, el que separa a las personas que leen, se informan, piensan, razonan y deciden, de quienes creen, sienten y se rigen por tal sentimiento.

Sin ni siquiera un quizá: el imperio de las emociones –también de las pasiones--, haya que tenerlo en cuenta como fundamento de la imaginación creadora y de la conducta subsiguiente, pero creo que por ese camino es por donde la humanidad ha generado tanto las religiones como los Auschwitz’es, Camboyas y Ruandas que en el mundo han sido.

Y, cuidado, señores teólogos, esas hecatombes no las genera la racionalidad, que propugna mundos basados en la democracia y en la igualdad de las personas. No caigamos en la simplicidad de decir que sin religión se llega a tales enormidades. La simplificación también trae esas consecuencias. La razón lo mismo condena las persecuciones religiosas que las políticas (Stalin, Mao… los mayores genocidas de la historia).

Cualquiera que tenga un mínimo de cultura lectora, percibe la sustancial diferencia que hay entre estudiar los hechos históricos narrados por Tito Livio y los pretendidamente históricos de Lucas en "Hechos de los Apóstoles", que debería llamarse propiamente “del Apóstol”, aunque la mayor parte de este libro sean relatos sin sustancia alguna, cuando no fábulas para sacar conclusiones.

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