¿Importa la verdad? No, si está en juego lo que se cree.
No nos produce, en modo alguno, ni desconsuelo ni mella en la autoestima. Las fuentes en que bebemos son claras y limpias. Dada nuestra concordancia con ideas suficientemente difundidas, nuestra convicción es que quienes se equivocan son ellos, los defensores acérrimos de cuanto creen. De ahí nuestro afán solidario, nuestro deseo de que "se salven", salvarse de sus credos.
El argumentario --conjunto de argumentos-- que nos lleva a escribir a diario, al decir de quienes comentan, "paridas" como la que sigue, se podría resumir en estas afirmaciones:
1º) La Iglesia quiere convencer a sus fieles de que Dios-Salvador, o sea la Segunda Persona de la Trinidad, o sea el Verbo, o sea Jesucrito se hizo hombre y con su muerte rescató a la humanidad perdida para Dios. Por contra, cualquier persona con información y con capacidad para decidir en consecuencia, lo tiene claro: nada de lo que la Iglesia "demuestra" como histórico, lo es. Todo es pura invención, amontonamiento de leyendas, mitos o como se quiera denominar al tinglado de la "salvación".
2º) Por lo tanto, fundar una vida, un sistema de valores y de conducta en ensoñaciones y en cuentecillos conduce a una esquizofrenia del pensamiento. No tiene sentido. El hombre debe regirse por las evidencias probadas, científicas o de sentido común, no por preceptos que surgen de fábulas o invenciones humanas, por más que le ayuden y motiven. También los apólogos y fábulas son ejemplarizantes y nadie pretende que la cigarra y la hormiga fueran a mantener una conversación (aunque si la Iglesia se lo propusiera, convencería a su prole de que así es: ni más ni menos es la creencia)
3º) Gracias a sus gracias, las que dispensa en la Tierra, la Iglesia se ha erigido en estado y en emporio multinacional, dueña de tal ingente cantidad de riquezas que harían sonrojar y retornar a su feudo celeste al mismísimo Dios que naciera de nuevo. Y se rige y gobierna más por los principios de acumulación, conservación y acrecentamiento de bienes materiales que por aquéllos que difunde. Su criterio de conducta, desde el Papa al último monaguillo, se rige por el desdoblamiento mental de que por una parte va la doctrina y por otra la relación con el mundo. Sin interferencias. ¡Si no lo hubiéramos padecido!
Parece que lo que importa, sobre todo a los Jerarcas Manipuladores, es que el creyente tenga fe, crea, sin tener en cuenta si el objeto del credo es verdadero o falso.
En el subsuelo o preconsciente de la religión anida la sensación de que lo relevante no es la historicidad de determinados hechos sino que esos supuestos hechos inciten o no a elevarse a Dios.
Tres ejemplos esclarecedores:
a)La Sábana Santa de Turín es un lienzo, parece ser, del siglo XIII ó XIV; aún así, durante siglos la Iglesia ha engañado al pueblo fiel con ese supuesto de santidad. Todavía hoy sigue sirviendo de pretexto para crédulos y atrayendo turistas, que son los más rentables. ¿Y qué importa, dirán, si el "recuerdo" de Jesús se mantiene a través de una pequeña mentira? No, esto no es nuevo:¡ya lo decía Pablo de Tarso escribiendo a los romanos... si por mi mentira puede ser Dios glorificado...!
b)La polémica sobre la imagen de la Virgen de Guadalupe y la existencia o no de Juan Diego. Dijo el Arzobispo de México: No es importante el hecho de si Juan Diego existió o no; lo importante es que la gente lo cree así y esto es lo que se debe preservar.
c)Santiago de Compostela –lo mismo se podría decir de Lourdes, Fátima, Medjugorje— es una ciudad nacida de la leyenda que, al socaire del turismo, se retroalimenta con miles de peregrinos-turistas. ¿Importa que no haya ningún Santiago enterrado allí? Es lo de menos.
Estos hechos “sin importancia”, no lo son tanto por lo que de indicativos resultan cuanto porque llevan a plantear algo más sustancial: idéntico viaje que Juan Diego deberían realizar la Virgen, Cristo, los Apóstoles, todos... y todo. El mismo viaje que la Sábana Santa debe hacer el “Corpus Christi” presente en un trozo de oblea (igual de irraciones que la charla entre la cigarra y la hormiga es pretender hacer creer que "ahí" está presente una persona, por más que sea Dios, y sacar de paseo por las calles un trozo de harina prensada y recortada).
¿Por qué la "historicidad", realidad y verdad de todo esto es relevante y la de aquéllos no?
No se puede sustentar una creencia en mitos, en superstición, en magias y a la vez afirmar categórica y rotundamente que todo es verdad, real e histórico.
Así pues, todos los ritos, unos de forma más descarada --visita a santuarios, besos, bendiciones diversas, jaculatorias, signos de la cruz al salir de casa o al comenzar el partido, ofrendas con petición incluida--, otros de forma más refinada --misa, ritual sacramental-- todos los ritos, todos, están teñidos de superstición o magia.
Que todo está teñido de superstición se ve con claridad meridiana cuando uno se asoma, de manera desapasionada, a santuarios como Fátima o Lourdes. Ahí tiene materia para comprobarlo. Y la Iglesia da a todo ello carta de naturaleza: ¿para qué entonces la sanidad pública? Acudan todos en tropel, comenzando por los jerarcas que han sufrido cáncer nefrítico con resultado de extirpación. La cercanía de "lo santo" produce temor; la cercanía de "lo numinoso", cuando es reconocido, repugnancia.
¿Qué es lo que hace que tal tinglado se mantenga? El único sustento de todo eso es su componente crematístico, a veces folklórico. ¡Cómo desmontar el tinglado de Lourdes? Imposible. Y el fiel creyente, fundado en que la Iglesia ni miente ni puede mentir, lo cree y acuda en tropel por ver si alguna migaja sanitaria cae de la mesa santa del Epulón divino.