Infiernos evitandos.
En dicha vivienda convivían cuatro sacerdotes adjuntos a la administración arzobispal, que, como era de rigor, lo dejaron libre en favor de su excelencia el Señor Cardenal y servicio.
Y leo también que este humilde habitáculo fue donación de una santa señora, gracias a la cual la santa y piadosa señora se ha asegurado el cielo. Los temores a uno de los "novísimos" desaparecieron de su perspectiva vital.
No es mi intención comentar noticias de presna apenas confirmadas. Ni seré yo quien critique ni vocifere contra el estatus bien ganado de nuestro Señor Cardenal. Ya lo han hecho los "escracheadores" de turno, que para todo hay en la Iglesia de base de Dios. Me fijo en otro asunto, los motivos que a veces llevan a donaciones enjundiosas y a que gracias a muchas de ellas, la Iglesia de Madrid sea la inmobiliaria mayor de España.
El dogma del Infierno fue proclamado el año 1123; la creencia en el Purgatorio data del siglo XIII y fue dogma en Trento en 1545. Ambas creencias han sido gran negocio y rentable invento para la Iglesia Católica: estipendio por los difuntos; aniversarios; dádivas para acelerar su estancia en el Purgatorio; indulgencias para no pasar por ese trance; misas gregorianas...
Cuando se leen testamentos de siglos pasados donde dejan dinero para que se celebren las misas que haya menester, se comprende el nulo interés en privarse la Iglesia de tales fuentes de "maná".
¿Podría un fiel razonante pararse a pensar en el engaño?
¡No existen tales lugares ni menos se pueden admitir descripciones tan detalladas –páginas y páginas— de su existencia, argumentos, situación, lo que sucede allí, quiénes van, cómo salen, intensidad de las penas, clases de penas... ! Lo cierto es que la conclusión que saca cualquier espíritu timorato que lea tales descripciones es "creer", "practicar", "no pecar en exceso"... y todo "por si acaso".