Dos presbíteros de armas tomar, José Marín y Juan Bautista Diamante.

Que muchísimas veces y a lo largo de la historia eclesiástica, el cargo de presbítero y la ordenación sacerdotal eran nada, un medio, un paso, una excusa para ulteriores sinecuras, es y ha sido un hecho constatado.

Las más de las veces era para obtener un beneficio con que llegar a la vejez, como es el caso del padre de nuestro teatro clásico, el músico y presbítero Juan del Enzina. Otras, el medio para entrar en la rueda de las recomendaciones y prebendas. No parece que el cuidado de las almas fuera aliciente, entre otras cosas porque la mayor parte de los clérigos eran tan ignorantes en teología como los mismos fieles. No es el caso de los clérigos regulares, si bien éstos no solían tener cura de almas.

Un caso paradigmático es el del insigne “prete rosso” (el cura rojo, por el color de su cabello), el famoso Antonio Vivaldi que después de las primeras, objetó que no podía decir más misas por padecer de asma:

No he dicho misa por espacio de 25 años y no tengo intención de volver a hacerlo, no por causa de prohibición u ordenanza alguna, sino por mi propia voluntad, a causa de una enfermedad que he sufrido desde la infancia y que todavía me atormenta.


Caso parecido, aunque de signo protervo y facineroso, es el de los dos personajes que hoy traemos a colación: José Marín y Juan Bautista Diamante, que recorrieron con su vida casi todo el S. XVII. Y no muy distinta la vida de otro clérigo, Lope de Vega.

Buscando datos sobre José Marín para mis intereses particulares o también por el placer de compartir bellas melodías, he removido Roma con Santiago sorprendiéndome la ausencia de ellos sobre José Marín en las Historias al uso. En tal búsqueda me he topado también con este segundo personaje, Diamante, literato y dramaturgo insigne del XVII, a la par que Marín también ordenado de presbítero, aunque dudo mucho que alguna vez ninguno de los dos dijeran misa.

Sorprende que prácticamente no se haya sabido nada de un músico tan importante en los inicios del Barroco español hasta hace pocos años, finales del XX, y apenas nada de sus obras hasta hace alrededor de un decenio. Se cita únicamente de su nombre, José Marín(1619-1699), en Della Corte & Paniain “Hª de la Música” T. II; en los numerosos libros de transcripción del musicólogo Miguel Querol, pero sin obras suyas; Ribó ni lo nombra en su Hª de la Música, 1945; Saldoni, Diccionario de Efemérides, 1881 hace de él una leve referencia al día de su muerte, tomada de La Gaceta de Madrid, 1699. Una obra suya aparece en “30 Canciones de Lope de Vega”; en la monumental Enciclopedia Espasa, 1921, T. 33 hay un breve artículo…

Y como caso curioso de falta de documentación, el de Hª de la Música Española T. 3, de José López-Calo, donde no aparece ni siquiera su nombre. Ignorancia aunque también de expolio del patrimonio español. Su obra “51 Tonos Humanos” o “Cancionero de Marín” fue adquirido por el musicólogo británico J.B. Trend y donado luego a la Biblioteca Fitzwilliam de Cambridge, donde actualmente está, aunque sabemos por Pedrell que en 1897 todavía esta obra estaba en España, dado que incluye tres obras suyas en su "Teatro lírico español".

José Marín fue uno de los músicos más importantes del primer barroco español, junto a Blas de Castro, Juan Hidalgo, Mateo Romero, Carlos Patiño, Juan Blas, Gabriel Díaz, Pujol, Machado y tantos otros. La mayor parte de ellos todavía por descubrir por el gran público. Dice la Enciclopedia Espasa, T. 33, 1921: “Grande debía de ser la fama de José Marín como cantante y la alcanzó notabilísima como compositor y maestro de canto, eclipsando todas esas dotes con una vida borrascosa..”

Lo que conocemos de la biografía de José Marín desde luego no le deja en buen lugar, más todavía pensando que fue ordenado sacerdote. Muy al contrario, parecería que su vida se inspira en las andanzas de Guzmán de Alfarache. Existen referencias a José Marín en “Avisos de Barrionuevo” y La Gaceta de Madrid.

Nacido en 1619, no se sabe nada de él hasta 1644, cuando formaba parte de la Capilla Real de Felipe IV como afamado tenor, donde ejerció su oficio de cantor hasta 1649. Es de suponer que, por sus cualidades canoras, fuera admitido desde pequeño en alguna "capilla musical" catedralicia, como es el caso de muchos otros músicos célebres, por ejemplo Orlando di Lasso.

Algo siniestro debió suceder ese año de 1649, posiblemente el haber dado muerte a un tal Tomás de Labaña, porque por esas fechas está en Roma, presumiblemente huido, como hiciera antes que él y por idéntico motivo, Miguel de Cervantes del que celebramos este año su 4º centenario.

En Roma fue ordenado sacerdote, lo cual indicaría que ya previamente había seguido la carrera eclesiástica en Madrid. Posteriormente dicen que viajó a las Indias. Regresó a España en 1654 como cantor del Convento de la Encarnación, fundado por Margarita de Austria, esposa de Felipe III. Regresó pero no parece que cambiara ni de amistades ni de carácter. Por esas fechas trabó amistad con Juan Bautista Diamante, una amistad de fechorías, entre ellas el asalto de la casa del tahúr Aponto de la que enajenaron dinero y joyas por valor de unos 14.000 ducados, una fortuna inmensa por aquella época. Los ocho integrantes de la banda fueron capturados y sometidos a tormento, aunque el dinero y joyas jamás aparecieron. A Marín lo acusaron de hurto y de dos o tres asesinatos.

En la Biblioteca Nacional se conserva un manuscrito de 427 páginas de tamaño 32 x 24 cm y apretadísima letra, “Avisos de Barrionuevo”, que es una fuente historiográfica valiosísima de los años 1654 a 1658. Son las cartas de Jerónimo Barrionuevo al Deán de Zaragoza informándole de cuanto sucedía en Madrid en esos años. En ella se da cuenta de las fechorías de nuestros dos celebrados personajes, el músico y el escritor, ambos ordenados “in sacris”. Extraemos únicamente estas tres citas, algunas de ellas con su deje de ironía canora:

«Ya están presos los que hicieron el hurto de D. Pedro de Aponte. Son tres capitanes de caballos; dos clérigos: el uno se llama Jusepe Marín, músico de la Encarnación, el mejor que haya en Madrid, el que mató á D. Tomás de Labaña y se fué á Roma, donde se ordenó. El otro clérigo se llama Diamante, hijo de un mercader rico. Y con ellos D. Francisco de Mendoza y un criado suyo; que ya el robo se tiene por el mayor lustre de la sangre».Avisos de Barrionuevo. 28 de junio 1656


Anoche le dieron tormento a Diamante, clérigo, el guapo y crudo de la Puerta del Sol. Negó como Marín, habiéndole dado otras cuatro vueltas y dos garrotes a los muslos... Dícese echarán los clérigos a galeras y, a bien escapar de los reinos, que Marín tiene tres o cuatro muertes, y entre ellas la de Don Tomás de Labaña y Diamante más. [Habla luego de condenas: D.Francisco de Mendoza: 10 años de galeras; D.José de Villanueva: 10 años en el Peñón; Luisilla, mozuela y receptora de joyas, 6 a galeras] Avisos de Barrionuevo, 20 Septiembre 1656.


“Han preso en Valladolid a Juan Gómez, clérigo valentísimo, hombre de muchas fuerzas, que fue el que hurtó aquí el copón de San Marcos del S.mo Sacram.to; famoso ladrón y con él al licenciado Agüero, hombre insigne también en el arte de la garduña. Dejólos culpados el platero que quemaron los días pasados por monedero falso. Han ido por ellos en sabiéndolo Marín el músico, que estaba desterrado y andaba aquí encubierto, se ha acogido, porque no canten mejor que él en el potro y por su causa no le venga algún aprieto de gargantaAvisos De Barrionuevo, 2 Junio 1657.


Aún así estos “Avisos” habría que tomarlos con su “mica salis”, dado que muy graves debían ser los delitos, si no eran contra la religión, para que a un clérigo lo sometieran a tormento. De hecho Diamante publicó al año siguiente en Madrid una obra de teatro. A Marín, después de estos trajines y condenas, le fueron restituidas las licencias canónicas, lo cual quiere decir que se arrepintió de pasado tan borrascoso. Mucho barruntamos que su pretendida vida ejemplar posterior de que hablan algunas citas (Espasa, T.33) se debiera más a su fama como músico que como clérigo.

La Gaceta de Madrid del 17 de marzo de 1699 (hoy BOE) publicó en su día esta noticia, respecto a su muerte el día 8 del mismo mes:

"Murió Don Joseph Marin, de edad de ochenta años, conocido dentro y fuera de España por su rara habilidad en la composición y execución de la música".



MÚSICA. Su cancionero contiene melodías –Tonos-- para una o dos voces, Soprano y Tenor/Barítono, con acompañamiento de Bajo Continuo (guitarra, clave, arpa o laúd), a medio camino entre lo popular de figones y tabernas y el refinamiento de la corte de Felipe IV e Isabel de Borbón. Es casi seguro que compartiera conocimientos y experiencias musicales en la Capilla Real con Juan Hidalgo, Patiño y Juan Pérez Roldán, citados por Iriarte en su larguísimo y elaborado poema “La Música”.

Sus canciones tienen una frescura que rompe con la tradición renacentista, llenas de variedad y espontaneidad. Los textos, de poetas coetáneos, son de gran altura expresiva y calidad poética. Aparte de otras ediciones más actuales, en 2008 nuestro amigo y, en sus inicios guitarrísticos, compañero de fatigas Gerardo Arriaga publicó una extensa y bien documentada tesis sobre José Marín.

Sugerimos, como muestra de su arte, la escucha de la canción "Ojos que me desdeñáis".
AUDICIÓN
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