Juan Bautista, otro engendro cristiano.
Muchos respobnderán con el típico y tópico "qué importa si eso mueve a la piedad" de cuantos defienden "lo que sea" respecto a credulidades varias, sean las imágenes guadalupanas, el beatífico Diego, las apariciones de Fátima o la Sábana Santa de Turín. Si además eso produce beneficios varios y pingües...
Evidentemente a los funcionarios del credo les importa muy mucho mantener que todo es historia, que todo "fue" real, que todo es verdad, que todo tiene consistencia. Decir lo contrario es caer en la herejía. Cristo fue un pesonaje histórico; el cambio de sustancia es algo real por el fenómeno de la transustanciación y "ahí" está Cristo realmente; el hijo de Zacarías e Isabel (Lc. 1, 5) nació por milagro de Dios, después de que Isabel gozara de la tranquilidad de la menopausia...
Revestir un personaje de características históricas cuesta poco:
sucedió en «el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba Judea, cuando Herodes era tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, en tiempo del sumo sacerdote Anás y Caifás»; el desierto estaba ahí para alojar a cuantos visionarios profetas quisieran retirarse; predicadores fervorosos y regeneradores del Reino Nuevo de Israel, frente a la podredumbre y molicie romanas, surgían como hongos; los esenios habían fundado su comunidad... Si a esto se añade que el mismo Flavio Josefo lo cita (Flavio Josefo (Ant., XVIII, v, 2)... Todo muy creíble y todo muy "normal".
¿Cómo no creer en el bautismo de Jesús en cualquier oasis del desierto? ¿Cómo no defender desde el ambón que Juan es uno de los personajes más importantes del Reino Nuevo que Cristo vino a traer?
Contradicciones tan claras entre "he aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Lucas) y el envío de mensajeros para asegurarse --¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?-- (Mateo) importan poco al creyente que todo lo cree.
De nuevo cualquiera ajeno o alejado de credulidades cristianas podrá demandar venia para sustentar posturas contrapuestas y si el crédulo tiene suficiente educación cívica, la concederá.
Juan no fue otra cosa que el buen salvaje (Mat.3,4) que la cristiandad medieval santificó, sustituyendo a demasiados arquetipos preexistentes; Juan no fue otra cosa que el guardián sacralizado de las puertas del año, el solsticio de verano, lo mismo que al "otro" Juan lo colocan a las puertas del solsticio de invierno; Juan, al inicio del "decaimiento" de los días, no es otra cosa que el que desciende para que "el otro" ascienda; Juan es el fuego divino que santifica las hogueras paganas...
Ya debería hacerles pensar a los crédulos --crédulos en realidades históricas y no mitológicas-- la coincidencia de los nombres: Cristo, María, Juan, Lázaro, Betania... con realidades nominales de otras religiones. Juan no es otro que el Jano romano al que le endosan una alegoría cristiana regida por el mecanismo cósmico de los solsticios. Juan es la puerta del verano, cuando el sol fulgura de manera rutilante --"este sol peregrino" del Corpus Christi que otros cantaban-- que trae cosecha abundante a la tierra.
Las fiestas cristianas, también la de Juan, son una colonización tardía del año que las más de las veces lo que pretendían era la sustitución de fiestas preexistentes, como si unas creencias "falsas" pudieran ser desbancadas por otras también falsas pero esparcidas como "verdad". En los primeros tiempos únicamente se hacía el memorial de la Cena de Cristo.
Las fiestas de los fuegos al comienzo del verano nada tienen que ver con el cristianismo, pero, ay, eran celebraciones paganas. Había que cristianizarlas:
"El acto de encender el fuego a veces adquiría una dimensión litúrgica. Una procesión salía de la Iglesia y se dirigía al lugar donde se habían preparado las ramas, el cura las bendecía y luego prendía la fogata. Sin embargo, por lo general el rito conservaba su carácter profano" (Ph. Walter)
Había ritos añadidos, ritos evidentemente paganos, para alejar la mala suerte, como quemar en la hoguera "bichos" perniciosos o considerados dañinos. Añádase, como dice Ph. Walter (Mitología cristiana. Ed. Paidos), que las leyendas del hombre lobo se circunscriben a la fiesta del solsticio de verano.
Para nuestro propósito, ¿podemos afirmar que Juan fue un personaje "histórico"? Podría ser, pero ¿quién lo sabe a tenor de toda la parafernalia mitológica que rodea su figura y sabiendo que los Evangelios no son escritos de fiar respecto al rigor científico que demanda cualquier investigación histórica?
Lo dicho, a nuestro entender más nos parece un engendro cristiano que otra cosa. Pero si de creer se trata, ¿qué importa?, responderán los crédulos santificados por su propia credulidad.