MÁS MISTERIO(3/4)

A fuerza de querer encerrar tantas realidades en un concepto, la palabra “misterio” ha perdido para nosotros, gentes de doscientos años de edad, todo el significado que en otros tiempos tenía.

Porque en la mentalidad moderna entendemos al fin que el descubrimiento de lo conocido unido al deseo de conocer, priva de cualquier connotación crédula a lo desconocido, que queda “ahí”, en la confianza de que algún día perderá el halo de incógnito que tenía: en ese sentido el hombre de ahora se funde con el pasado y se torna a la vez futuro.

Pero, ah, no para todos. Hay quienes, por el contrario, acrecen su aturdimiento mistérico cada vez que los descubrimientos generan nuevos interrogantes: ¿Por qué la luz se ajusta a las ecuaciones de Maxwel (1) y no a otras o a ninguna? y similares lindezas.

O yo soy un patán que no alcanzo a ver más allá de lo que afirman o el asombro por hallar el patrón al que responden hechos desconocidos es de un “patanismo” mayor.

Veámoslo de otra manera por la vía del ridículo.

PUESTOS A SER RIDÍCULOS, SEÁMOSLO TODOS.Determinadas afirmaciones crédulas, servidas incluso con el altavoz de publicaciones de algunas sectas, como Testigos de Jehová, van por ese camino del asombro que deriva interesadamente en Dios, cuando refieren hechos portentosos, grandiosos o simplemente curiosos de la naturaleza.

Su pasmo es del mismo calibre que el mío, cuando, puesto a decir tonterías, a través de ellas encuentro al Creador:

--Oh Señor, qué maravillosas son tus obras, porque si las moscas no tuvieran esas alas especiales, su vuelo sería más lento o no podrían volar...

--También alabamos tu admirable disposición del tiempo, que nos has dado la noche para dormir...

--Es asombroso que el agua tenga la fluidez que tiene, porque si tuviera mayor densidad no podría discurrir por las cañerías de nuestras ciudades, desde los pantanos hasta nuestras casas...

--¿Y no es maravilloso, Señor, que los desiertos se encuentren en zonas de la tierra donde no vive nadie?

--También te damos gracias, Señor, porque nos creaste con una nariz sobresaliente para poder sostener las gafas, como decia Voltaire.

Asombrarse por lo que es, es de estúpidos, aunque su exposición tenga a veces caracteres literarios de alta calidad, comenzando por los Salmos de David.

La ciencia trata y descubre lo que es y los descubrimiento científicos sirven para “funcionar”. Lo misterioso es alimento para la credulidad y muchas veces argumento para las religiones.

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(1) James Clerk Maxwel (1831-1879) descubrió que las perturbaciones del estado electromagnético del espacio se propagan vibrando y al calcular su velocidad obtuvo los famosos 300.000 km/s. Es decir, descubrió que la luz es una onda electromagnética. Hay que apuntar también que además de teórico, se dedicó a la experimentación y consiguió la primera fotografía en color. Es sintomático cómo y por qué un científico de tanto fuste “cayó” en las garras de la religiosidad. Podría parecer paradójico, pero se entiende al acercarnos a su personalidad. Desde su infancia fue educado en la fe y en las prácticas anglicanas y presbiterianas. Por agotamiento, sufrió una grave enfermedad, hecho que, unido a su sensibilidad a flor de piel, le llevó a una conversión “mayor” y a una nueva percepción del “amor de Dios”. Lógicamente, la religión para él era algo que escapaba a las consideraciones racionales, afirmando que por encima de la perspectiva física del mundo –él fue un gran científico— se dan otras, como la moral, la religiosa o la estética.
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