Moral (IX). La moral cristiana. La moral de Jesús (I)

Incluyendo, por supuesto, cierto espíritu evangélico, idealmente amigo de la sencillez, la solidaridad, la honestidad, la justicia y la mansedumbre; pero sin olvidar la represión sexual, la promoción de la culpabilidad y el recurso atemorizador con las penas del infierno que constituyeran el tema esencial de los educadores religiosos y de los libros dedicados a la edificación de los adolescentes, los católicos en general y las futuras madres en particular.
En tiempos recientes, desde hace medio siglo, se ha ido adoptando un enfoque más tolerante, realista y constructivo que ha modificado un tanto lo que se entiende por moral cristiana hasta hacerla bastante general, esto es, asumible por cualquier persona de cualquier lugar, como ocurre con un principio tan “universal” como la “regla de oro”.
Nada que objetar, siempre que se sea consciente de que se trata de un lema pre-cristiano, que estima válido casi todas las personas de cualquier cultura y creencia (y aun las no creyentes); y, en especial, que debe distinguirse entre su expresión retórica, válida para juzgar conductas teóricas, y su formulación como guía promotora de conductas prácticas.
Pasar de lo deseable a lo fáctico requiere una motivación suficiente para generar una actitud favorable y una conducta final. Ésta sería susceptible de medirse, de modo que quepa comprobar el éxito de cada propuesta procedimental o, si es a lo que vamos, medir la valía diferencial –en la práctica- de las filosofías morales.
Conscientes de que los estudios emprendidos no demuestran el menor aporte práctico (mayor consideración real hacia otros, más amor, menos egoísmo, menos materialismo) a favor de un grupo u otro, por poco o mucho que repitan determinadas frases, analicemos la filosofía moral del primer cristianismo.
La que se supone que predicaba originalmente Jesús y aparece en los evangelios canónicos, para entendernos, diferenciándola de otras posteriores como las de Agustín o Tomás de Aquino.
Suele relacionarse con la moral bíblica (la del Antiguo Testamento) en general, pero esto sería injusto, ya que en la Biblia aparecen matanzas, violaciones y esclavizaciones ordenadas por Dios, además de un sinfín de atentados de todo tipo contra la moral.
Está claro que nadie defendería hoy barbaridades de esa laya, y que nuestro juicio es independiente de lo que diga aquel Dios tan perfectible. Centrémonos, pues, en Jesús y los evangelios.
Jesús:
a)Amar a Dios y al prójimo.
Cumplir los mandamientos de Moisés (no robar, no matar, no desear a la mujer del prójimo, etc.).
o Comportarnos como hermanos, pues todos somos hijos de Dios.
b)Confiar en la providencia de Dios.
o Tener fe en el Reino de Dios (el reino mesiánico o Imperio Judío prometido a los profetas).
o Dejar de trabajar, abandonarlo todo y vivir al día, confiando en que Dios proveerá y traerá (a los creyentes judíos) los privilegios propios del Reino de Dios.
c) Despreciar la riqueza en general y los bienes de este mundo en particular.
En principio, un rabino (maestro) judío que tenía un grupo de seguidores, predicaba la inminente instauración del Reino mesiánico que en muchos judíos creían.
Él mismo y sus seguidores esperaban tener un papel dirigente fundamental en aquel ideal nacional que convertiría a Israel en la metrópoli de un Imperio mundial, con capital en Jerusalén, que sometería al resto de los pueblos.
En fin, un hombre nacionalista, profundamente religioso, que daba esperanza a los pobres y consideraba que sus enemigos eran los ricos, los saduceos prorromanos, Herodes, los herodianos…
¿Y su práctica moral? ¿Cómo fue? ¿Tolerante, pacifista, virtuosa, regida en todo momento por el ideal de amor universal?
Se nos ha contado que Jesús era pacifista y universalista. Dispuesto a perdonar incluso a sus enemigos, opuesto a la idea de desear su mal o practicar la violencia; y también a hacer distingos entre judíos y no judíos. Una persona que habría sido un hombre ideal, como amigo, como maestro, como padre, como líder político…
Pudo ser víctima de un error suyo o de otros, en particular de personas malvadas; y en cualquier caso su imperio ideal distaría de ser una teocracia totalitaria. Todo en Jesús habla de justicia, igualdad, una moral centrada en la persona, en el amor, en nuestra condición de hermanos como hijos de Dios.
¿Y la realidad? Muchos especialistas están de acuerdo en lo siguiente:
- Jesús predicaba valores absolutos, propios del judaísmo de su momento, en plena consonancia con la Biblia y los preceptos del judaísmo común de su época.
- El seguimiento a lo que predica Jesús es radicalmente exigible a todos.
- Todo debe dejarse para promover la llegada del Reino: el trabajo, la familia, los bienes. (Lc 14,15: [Quien] “no desprecie a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida no puede ser discípulo mío".)
- En este sentido, toda su ética es “interina”. El mundo presente se acabará inminentemente y hay que confiar nuestro sustento y futuro a la providencia de Dios.
- Además de un predicador religioso visionario, Jesús fue un nacionalista convencido, que simpatizaba con el espíritu del movimiento zelote. Esto es, “con la postura de lo que intentan expulsar a los romanos de la tierra de Israel recurriendo incluso a la violencia” .
- La generalidad de los especialistas deducen que Jesús, aunque fue un maestro judío moralista y altamente religioso, fue un hombre nacionalista de su tiempo que no se caracterizó por ser especialmente manso, pacifista, antirracista ni universalista. Más bien al contrario.
Analizaremos los indicios de ello en el siguiente post.