Moral (XVI). Los nuevos DDHH (III). Derecho al aborto, derechos de los homosexuales, etc.
Advertía Comte-Sponville:
“Pensad en el problema de la contracepción, en general, o del preservativo en particular. El aborto es un problema moral: se plantea tanto para creyentes como para ateos, y se pueden encontrar partidarios de su liberalización, aunque en diferentes proporciones, en ambos campos. Sobre la cuestión del preservativo, en cambio, nunca vi que un ateo se la planteara seriamente. Si carecéis de religión, la cuestión de saber si es moralmente aceptable utilizar un preservativo (ya sea como método contraceptivo o, a fortiori, para protegerse y proteger al otro contra el sida) se resuelve rápidamente. (Porque) el preservativo no es un problema moral…”
Lo mismo cabría decir de la práctica de la homosexualidad y del derecho de los homosexuales a casarse, a expresarse, etc.
En realidad, la moral puede ser racional y pro-libertad, además de nacer de un sentimiento.
Los derechos humanos son expresión de una moralidad universalista y liberadora. La moral cristiana, en efecto, está yendo –desde hace medio siglo- en esta dirección constructiva y pro-vida. Pero hasta hace poco ha arrastrado, y aun arrastra en cierto modo –como se evidencia en temas como el divorcio y la homosexualidad, entre otros- el antiguo espíritu represivo, además de la tendencia a dogmatizar e imponer a la sociedad en general conductas que, a lo sumo, deberían ser moralmente promocionadas, esto es predicadas con pretensión meramente pedagógica, entre sus propios fieles.
Comte-Sponville identificó bien los problemas morales de verdad (objetivos) de aquellos que de trasfondo teológico. Pero estos últimos van más allá del caso del preservativo y pueden promover conductas “inmorales”.
Hay ejemplos de “cristianismo represor” y con vocación de intervenir en legislaciones globales y usos internacionales, incluso en contra de algunas prácticas humanitarias. Recuérdese aquella ocasión en que Juan Pablo II trató de influir a fin de impedir que las entre 20.000 y 50.000 mujeres violadas en la guerra en Bosnia (en 1993) recibieran, de manos de la O.M.S., la píldora del día después (por su efecto potencialmente abortivo, esto es, contrario a la anidación de un grupo de células potencialmente embrionarias).
¿Qué tipo de argumento es éste? ¿Qué persona que prime su sentir humanitario y su racionalidad -o razonabilidad- sobre la cerrazón dogmática podría opinar siguiendo un argumento como éste? ¿Qué razón entendible –dejando aparte un código anti-moral, precisamente por rígido- impondría semejante condena a las afectadas, desoyendo su propia opinión, y exhortando a un organismo internacional, a condenarlas a parir hijos engendrados por sus violadores racistas?
La cosa no ha cambiado desde entonces –los principios rígidos y dogmáticos mutan con lentitud- “El 29 de junio de 1995, Juan Pablo II publica una Carta a las Mujeres, en la que desarrolla su visión de la mujer en la sociedad, dirigida tanto a las propias mujeres como a la Conferencia de Pekín.
En la misiva se muestra cruel al reiterar su condena al aborto y al ordenar a las mujeres violadas, ya sea en situación de paz como por la soldadesca enemiga, proseguir su embarazo con «un amor heroico».”
Puede compararse la moral religiosa antigua con la laica moderna, humanista e implementadora de los DDHH y de su desarrollo progresivo. Una organización humanitaria como MSF tiene que afrontar problemas serios con espíritu práctico. ¿Hay alternativas que puedan llamarse “morales”? Algunos tipos de enfoque moral terminan siendo profundamente inmorales en la práctica…