¿NECESIDAD DE DIOS?

Hemos leído y oído alguna que otra vez que la religión viene a llenar un vacío en el ser humano. O lo que es lo mismo, que la religión es capaz de dar contestación a aspectos de la psicología humana que necesitan determinadas respuestas a sus demandas. Más todavía: hay quien relaciona esta propensión hacia lo religioso con localizaciones cerebrales.

Es decir, necesidad psicológica de Dios que es quien puede responder a preguntas profundas del hombre. Es como si esta necesidad de Dios se pudiera concretar en la necesidad de tener en exclusiva y para uno mismo un amigo imaginario, un padre o el hermano grande que nunca se ha tenido, un confidente que siempre escucha...

Respecto a localizaciones cerebrales, quizá posteriores estudios avanzados del cerebro puedan determinar que existe una “zona divina” en algún lugar todavía no suficientemente clarificado del cerebro. Quede como una hipótesis, aunque sólo sea porque desde las más recónditas etapas de la humanidad el hombre parece haber necesitado de Dios, con múltiples demostraciones de religiosidad.

Frente a los larguísimos procesos evolutivos de plantas y animales la evolución del hombre es una minúscula parte de tiempo en ese proceso evolutivo, que parece haber llegado al culmen de la evolución con el hombre. Nuestra edad ya no es evolutiva, es más bien histórica, aunque sepamos bien poco más allá de 30, 40 ó 50.000 años atrás.

Y debemos presuponer que el hombre desde que pudo hacer uso crítico de sus acciones y uso de su pensamiento por medio del lenguaje se ha manifestado religiosamente. Es esto también una suposición, una hipótesis de trabajo de etnólogos e incluso historiadores. Es decir, cuándo el hombre pudo sentir, pensar y expresar ciertos comportamientos religiosos, no sólo cuándo dejó constancia –datos fehacientes— de un cierto pensamiento mágico que podría interpretarse como religioso.

Frente a esa línea investigadora que busca explicaciones religiosas a ciertos comportamientos que parecen ser religiosos, podemos esgrimir otros supuestos explicativos que no necesitan necesariamente tener como respuesta “Dios”.

Presuponiendo un Dios que introdujera en la mente de los hombres la necesidad de que lo busquen a él, las manifestaciones de tal necesidad se podrían interpretar con otros parámetros.

Así, la supuesta búsqueda de Dios se podría entender como expresión artística; o como necesidad de encontrar explicación a cosas y fenómenos (ciencia); o manifestación de otra forma de amistad entre los hombres, lo que hoy entenderíamos como humanismo; incluso esa supuesta manifestación religiosa se podría entender como amor a este mundo real que no presupone otros mundos tras la muerte.

Esas primeras expresiones religiosas relacionadas con la Naturaleza tienen el mismo viso de religión que el panteísmo de nuestros siglos pasados y presentes: la Naturaleza es Dios y viceversa.

Así pues, esa “necesidad cerebral” de Dios es un supuesto tan supuesto como cualquier otra explicación de las primitivas formas de expresión religiosa: ciencia, arte, empatía, socialización, biofilia (amor al medio ambiente en que vive)...

Estamos de acuerdo en lo que los antropólogos y etnólogos afirman de los cuatro roles fundamentales que en la Historia de la Humanidad ha representado la religión: la religión ha sido explicación; ha sido también recomendación, exigencia y germen de moralidad; ha sido y sigue siendo consuelo frente a las adversidades del hombre; y, finalmente, una fuente de inspiración.

Decimos “ha sido”, puesto que ya no es. O casi. Quedan residuos de su papel en la conformación de la historia del hombre. En primer lugar, la religión ya no explica nada: ha sido desbancada por la inquietud de saber que tiene el hombre, inquietud que fue secuestrada por explicaciones “incontestables”. Dicha inquietud se satisfizo cabalmente con el avance de la ciencia, especialmente el conocimiento del hombre, arrinconando saberes impuestos por la incultura y expresados en forma de leyendas.

Otro tanto aunque en otro sentido podemos decir del papel que ha jugado la religión en la formación de la conciencia moral. Cierto que así ha sido... pero añadiendo normas y más normas que incidían en el provecho de la casta sustentadora de las religiones. A fin de cuentas, todas las religiones han legislado, junto a lo que era “natural”, algo así como el “ayudar a la Iglesia en sus necesidades”.

Tampoco en esto pudo el hombre desarrollar suficientemente un corpus ético adecuado, porque las religiones secuestraron el mundo de la moralidad. Excepto corrientes filosóficas como los estoicos, pocos fueron los pensadores que escaparon a las redes de la fe. Para llegar a una Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789, luego 1793 y 1947) tuvieron que sucederse demasiados hechos sangrientos.

Y ¿qué decir de la religión como consuelo espiritual y fuente de inspiración? Otro día, si procede.
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