Principios de vivencia y convivencia... ninguno propiedad del credo.


Recibí el otro día un ENLACE (blog “Principia Marsupia”) cuyo contenido y cuyo comentario me sirve hoy para trasladar pensamientos “humanistas” a este blog, en la consideración de que al menos en esto estaremos todos de acuerdo.


Habla Alain de Botton, escritor suizo, de Diez Mandamientos para el hombre de nuestro tiempo.Con la sugerencia de que el interesado visite el blog "Principia Marsupia", me permito comentar los "mandamientos" que allí se enuncian.


Buenos modales: quizá estén un tanto de capa caída los así dichos "buenos modales" y no debe ser así. Yo mismo en los tiempos de "tutoría" para alumnos de 3º y 4º ESO dedicaba tiempo a ellos, con la guía de un librito para niños no del siglo pasado sino muy cerca del 2000 escrito por A.Soler y P. Delgado ["Los buenos modales o cómo impresionar a los demás" de Ediciones Destino. 1999]. Ser educado en algunos ámbitos parece sinónimo de "falso" y no es así: los hábitos adquiridos en la infancia resultan "naturales" cuando se es adulto. Pero deben hacerse "hábito". La persona que se muestra educada generalmente "es" educada. Buenos modales, educación, tolerancia, amabilidad son conceptos idénticos. Son el aceite lubricante de toda relación social. Y, la verdad, cuesta bien poco "habituarse" a ser educado: preciso es, pues, inculcar en los niños la "buena educación".


Empatía: es "un paso más" en el proceso de socialización. En palabras vulgares es un "meterse en la piel del otro", compartir experiencias, interesarse por sus problemas, escuchar... Será incluso algo que reporte humildad, a la vista de que la valía de los otros nos soprepasa o, en el lado adverso, que sus problemas y sufrimientos son infinitamente mayores que los nuestros.

Confiar. Confiar en la doble vertiente que se refiere a uno mismo y a los demás. Una sociedad se disgrega, se torna irrespirable si no se da un mínimo de confianza en los demás, en su palabra y en sus hechos. La confianza soslaya contratos porque el verdadero contrato está en la propia palabra: ella debiera ser la rúbrica de cualquier negocio. Confiar en uno mismo es conocerse y reconocerse: conocer la propia valía y las propias limitaciones y reconocerse en los logros conseguidos como signo de que uno puede dar de sí más de lo que pensaba. Es al final de la vida cuando muchos se dan cuenta de lo que podrían haber hecho si se hubieran atrevido: sea esto un estímulo para aquellos que creen que el futuro siempre depara oportunidades... ¡pero dejan escapar el presente!


Autoestima. Ligada con el punto anterior, la autoestima se basa en el conocimiento y en la "consciencia" --hacer patente el conocimiento de nosotros mismos-- sobre las propias capacidades. Es el sempiterno "si queremos, podemos". A veces son los demás quienes tienen más confianza en nostros que nosotros mismos. En su vertiente social implicaría responsabilidad, asumir tanto los logros como los fracasos, sin hacer responsables a los demás de lo que es obra y producto de nuestro hacer. En el fondo es un aspecto de la honestidad.


Esperanza: En lograr lo que uno pretende y en corregir fallos y fracasos, siempre que se tenga la capacidad y la voluntad de intentarlo de nuevo. El pesimismo no es necesariamente un signo de “inteligencia y profundidad intelectual”, ni el optimismo un reflejo de necedad, dice el autor citado.


Paciencia. Ligada necesariamente a la constancia, a la perseverancia, al denuedo en la realización de algo e incluso al optimismo como impulso creador. Muchas cosas son fruto del "poco a poco" e implican años de esfuerzo continuo. Si algo tiene viabilidad, necesita dedicación. Los avances tecnológicos que han cambiado nuestro mundo han exigido un esfuerzo de siglos: nuestra corta vida es un peldaño "necesario" en esa ascensión.


Perdón. Concepto harto difícil de asimilar y de llevar a efecto. Es un término polisémico que necesita un cierto acotamiento, dado que junto al perdón caminan tanto la justicia como el necesario olvido. "Perdono pero no olvido" es algo frecuentemente repetido pero contradictorio. No perdona el que no olvida. Perdón si hay resarcimiento, perdón si el fallo es involuntario, perdón si... ¿Qué implica, por ejemplo, perdonar al que ha asesinado a un hijo? ¿Dejarle en libertad? ¿No someterle a juicio? Tal hecho jamás se podrá perdonar... Quizá sea rescindir para siempre aquel bíblico "ojo por ojo y diente por diente", tan presente en sociedades todavía en proceso de inculturación como la islámica o la usamericana.


Tolerancia a la frustración. Es un concepto psicológico que constituye la esencia de lo que entendemos por "fortaleza de carácter". No arredrarse ante los problemas, no dejarse amilanar por el fracaso, tener entereza ante la desgracia, no responder al insulto, olvidar el desafecto, sortear los reveses tomando otro camino (otra actividad, otra relación, otra amistad...). Es, asimismo, aceptar lo inevitable. Esto también se aprende en la escuela y en la familia debe aprender el niño a ser "tolerante con las frustraciones", asumilas y reaccionar ante ellas.

Capacidad de sacrificio. Otra palabra excesivamente sobada y ajada por la credulidad pero de vital importancia para la consecución de lo que se pretende. Podría hablarse de esfuerzo, renuncia, sufrimiento... pero no es lo mismo. El hombre --también algunos animales-- es capaz de renunciar a fines inmediatos con tal de conseguir otros superiores: ahí está el espíritu de sacrificio. En el aspecto social, es espíritu de sacrificio es un valor muy estimado. El individuo se hace "sociedad" y busca el bien de la especie sacrificando el instinto propio, siempre egoísta.

Sentido del humor. Podríamos hablar de otros muchos valores, pero parece oportuno detenernos en éste, valor que procura bienestar y alegría. A uno mismo y a los demás. Saber reírse de los propios fracasos y hasta de los propios logros. El humor relativiza todo y lo pone en su sitio. El humor es crítico pero no ofende. El sentido del humor, junto al uso de la razón, es algo exclusivamente de los humanos. Por incidir en "lo de siempre", la relación de lo humano con lo sagrado, es éste uno de los valores más ausentes en todas las religiones: no saben ni cómo apropiarse de él ni, menos, ejercitarlo.
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