Seguimos con la educación religiosa en la infancia... (2/2)


Insistimos: enseñar a un niño a ser bueno es... ¡bueno! Para esto no hace falta acudir a ninguna catequesis ni prepararse para la I Comunión ni editar textos titulados Religión-I, II, III... Enseñar "religión" es también instruir, conocer las verdades de la fe, ¡conocer!

Se nos concederá que les exijamos a ellos, enseñantes o catequizantes, la obligación de ser consecuentes respecto a "conocimientos" que según su misma doctrina son esenciales.

Una de esas enseñanzas es que la Biblia es palabra del mismísimo Dios ("palabra de Dios" dicen después de cada lectura de la misa); otra es que Dios, a lo largo de los siglos de al menos "su revelación" es siempre el mismo, aparezca de una manera o de otra.

Si los niños supieran la condición que asumen en algunos relatos, especialmente del Antiguo Testamento, huirían espantados de Dios. En la mente de todos están.

No, la imagen que se desprende del Dios bíblico es difícilmente transmisible a un niño (y si no se transmite “toda” la verdad sobre Dios, ¿no creen que algo raro está pasando?).

Unos leves ejemplos: además del relato conocido de Abraham y su hijo Isaac en Génesis, 22, sugerimos se consulten las citas siguientes. Tampoco pasará nada si, por cansancio o carencia de Biblia, no se consultan, no tienen el mínimo interés: Exodo, 20,5 y 34,7. Números, 14,18. IISamuel 12,13-19. IIReyes 6,24-33. Lamentaciones 4,10-11. Ezequiel, 20, 25-26.

Lógicamente, leídas estas historias a mentes infantibles fácilmente impresionables, el terror que emana de ellos haría, hace, que sean asumidos con el mismo criterio que los cuentos de Grimm o Perrault o como los miedos irracionales de determinadas etapas de la niñez.

Lo que no es admisible que no queden sólo en “cuentos”, sino que condicionen la vida diaria del niño. La verdadera ciencia pedagógica está ausente del Libro por antonomasia.
Volver arriba