Tarea frenética de Dios con fiasco incluido: almas y pecado original.
De vez en cuando me solazo con la relectura de libritos píos editados en las postrimerías del XIX y primer cuarto del XX. Son maravillosos en ingenuidad aunque también en mostrarse terroríficos.
Buscando una explicación al asunto del "pecado original", la encuentro en un librito de divulgación de la fe, pastas rojas, 36ª edición que "ayuda a salvarse". Leo: Nosotros no somos responsables del pecado original porque no es pecado personal nuestro: pero ¡¡¡en virtud de la ley de solidaridad de Adán!!! con toda la Humanidad, por ser su cabeza físico-jurídica, "nos priva" de los bienes que Dios había concedido en un principio a Adán para que los comunicara a sus descendientes y que nosotros hubiéramos heredado si él no hubiera pecado. El párrafo se comenta por sí solo.
Antes de seguir con las reflexiones que me inspirara el último bautizo -- presente yo de cuerpo presente--, hemos de dar todos gracias a Dios por vivir y fruir los tiempos actuales. No por sabiduría sino por haber salido de la esclavitud.
En los pretéritos yo no habría llegado hasta aquí; el autor de estas reflexiones “blogueras” estaría ya en la cárcel de la Inquisición a la espera de ser quemado vivo en la hoguera que aparece en la imagen, como lo fueron mis amigos del pasado Pedro de Bruys y Enrique de Lausana en 1140 por decir lo mismo; o como el desgraciado Benito Ferrer en aquel 21 de enero madrileño de 1624 por profanar una hostia.
Así de duro, así de real.
Puede mover a risa, pero es un absurdo que implica una actividad de lo más trascendente: me refiero a la tarea frenética creadora de Dios. Como los mundos ya no los crea, que los deja al albur de su propia evolución, los Jerarcas Dogmáticos le han permitido crear almas.
Actividad continua, sin reposo, la de crear almas; alegría a su vez cercenada por la frustración permanente de ver que esas almas quedan ennegrecidas por un pecado tan deletéreo como etéreo.
Habría que preguntar si tal actividad divina es intencionada, esperada o de "piloto automático", habida cuenta de la cantidad de actos sexuales fallidos, truncados y trucados, retardados, abortados, errados, desaprovechados... que se dan.
Lógicamente ahí estriba el nefando pecado que constituye el uso del condón: el tener a Dios esperando y dejarle con un corte de mangas; o la procreación reprimida, cual es la masturbación masculina, que no la femenina, que arroja a la nada medio pecado de Adán; o la caquexia mental de la fecundación in vitro.
Respecto al pecado original, el famoso "pecado original" tan difícil de justificar(1), ¿de qué elementos químicos se nutre? ¿Quién y cuál es su vehículo? ¿En qué momento exacto se propaga? ¿Qué leyes lo rigen? ¿Por qué sólo lo lava el bautismo y no la infinita fuerza redentora del sacramento de la Penitencia?
Sabidas las respuestas, ¿por qué no se informa con más audacia a los esposos del acto de barbarie que van a cometer y colaboran más al control de la natalidad? ¿No es mejor, en la lógica de evitar ese pecado, practicar siempre el "coitus interruptus"?
Si los esposos cayeran en la cuenta de tamaña tragedia, quizá se lo pensaran dos veces y evitaran la instalación en el vientre materno de un monstruo .
Concluyo con la pregunta congrua: ¿Cree algún Jerarca, del Máximo al último, que pueda haber algún fiel que admita como hecho real este cuentecillo pío del pecado original? La Iglesia, sin embargo, mantiene el despropósito porque ¡de él dependen todas las creencias posteriores a la par que la adscripción "in aeternum" de su feligresía!