Triángulo amoroso: Éros, Philía y Agápe/ 10


Nächstenliebe braucht keine Religion// El amor al prójimo no necesita ninguna religión (M. Schmidt-Salomon)
En la historia, el amor al más cercano (Nächstenliebe) y el odio al más lejano (Fernstenliebe) van de la mano (M. Schmidt-Salomon)
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Continuando la desmitificación y desenmascaramiento de la moral cristiana, basada en el amor y en el sacrificio, realizada por Feuerbach y Nietzsche, el filósofo alemán Michael Schmidt-Salomon, critica en la actualidad el dualismo moral que atraviese los textos sagrados de los tres monoteísmos, el Antiguo Testamento, el Nuevo y el Corán. El dualismo moral de buenos y malos, presente en el judaísmo, cristianismo e islamismo, se funda en el dualismo religioso de fieles e infieles, creyentes y no creyentes.

De esta dualidad deriva la antítesis de amigos y enemigos, que recorre los libros sagrados. Amigos son los hermanos que poseen la misma fe intracomunitaria en el mismo Dios. Los enemigos son los otros, de diferente fe o los incrédulos. Los enemigos de la fe propia pueden ser internos, por tener una doctrina diferente (heterodoxos o herejes) y externos (paganos, incrédulos o de otras confesiones). De estas premisas se deriva el dualismo escatológico de salvados y condenados, agraciados y desgraciados.

Este filósofo afirma que el verdadero núcleo de la moral judía, cristiana o islámica no es la humanidad (das Humanum), lo universal humano, sino la diferencia conflictiva entre los miembros del propio grupo confesional (Ingroup) y los miembros de cualquier otro grupo externo (Outgroup). Cada una de estas religiones monoteístas posee, pues, una moral religiosa interna (eine religiöse Binnenmoral), que regula las relaciones entre los miembros del grupo (ad intra), y una moral religiosa externa (eine religiöse Aussenmoral), referente al trato con los miembros extraños al propio grupo (ad extra).

Para probar su teoría, el autor cita numerosos textos bíblicos y coránicos, que prescriben odio a los enemigos de la fe, con la consecuente violencia de sangre y fuego. El agresivo y celoso Yahvé, como el Alá coránico, trata de exterminar a los enemigos sin compasión, aunque con sus fieles se muestra compasivo y misericordioso.

En el Nuevo Testamento se percibe la misma dualidad de amigos (fieles creyentes) y enemigos (infieles, no creyentes). Véase: Lc 19,27: “pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mi”. Por un lado, se prescribe el amor a los enemigos (Mt 5, 43-45) y por otro se contempla en el mismo evangelio el castigo eterno para los no creyentes, arrojados al fuego del infierno y al tormento eterno: Ibi erit fletus et stridor dentium [llanto y rechinar de dientes](Mt 13, 43).

Y como ya hiciera Nietzsche, el autor cita la crueldad del libro de “La Revelación”, dentro de la tradición apocalíptica, a la que pertenecen también Jesús (el “cordero degollado”) y Pablo, ambos visionarios y profetas escatológicos del fin inminente del mundo.

Sobre el libro (¡inspirado!) del Apocalipsis de Juan señala el autor que es “una impresionante orgía de violencia (eine atemberaubende Orgie der Gewalt): Yo apenas conozco una obra de toda la literatura universal, que esté marcada por tanto odio sin límite hacia ‘los otros’ (Hass gegenüber den anderen)” (véase en Internet su escrito Religion und Gewalt//Religión y violencia).

Los enemigos de la fe, después de la devastadora batalla apocalíptica, son arrojados al lago de fuego. Las dramáticas consecuencias de este odio se pueden ver en la historia del cristianismo, donde el “amor al prójimo” discurre parejo a la persecución de los enemigos.

En el Corán, Alá ordena el odio y muerte a los infieles en el más acá y les reserva sádicos castigos en el más allá. Es clemente y misericordioso con los suyos, pero inclemente con los infieles. Bin Laden legitimaba sus acciones terroristas citando estas ideas del Corán.

Como alternativa al peligroso dualismo moral de los tres monoteísmos, que es paralelo al dualismo metafísico de los dos mundos (vida temporal vs. vida eterna) y al dualismo cosmológico de lucha del Bien y del Mal, hipostasiados en la antítesis de Dios y el Diablo o Maligno, propone Schmidt-Salomon un monismo ético expresado en una ética humanista, con principios morales iguales para todos los hombres.

El humanismo laico defendido por el autor sitúa la pertenencia a la humanidad por encima de las diferencias raciales, de sexo y orientación sexual, nacionalidad, cultura, procedencia social o pertenencia religiosa. Los valores de una vida en común, afirma, deben fundarse en una base secular. Una paz duradera será solo posible si no nos percibimos preferentemente como judíos, cristianos, islámicos, hindús, budistas o ateos, sino como miembros con iguales derechos de la especie humana.

Esta ética humanista y universalista se plantea como un reto de futuro y no deriva sus mandatos y valores éticos de la naturaleza, ni de revelaciones divinas, sino de reglas autónomas socialmente acordadas. El derecho natural o la ley natural, alegados por la moral religiosa, no nos sirve de fundamento para las reglas éticas comunes, afirma.

Sería incurrir en la “falacia naturalista”, consistente en derivar el deber ser a partir del ser. En su apoyo cita a Max Weber, quien señaló el abismo lógico (Kluft), intransitable, entre las descripciones de lo real que hace la ciencia y las prescripciones éticas.

El autor propone diez mandamientos alternativos a las morales monoteístas (véase Die Zehn Angebote des evolutionären Humanismus), que relaciona con el libro de Bern Harder, Die goldenen Regeln der Menschheit… (Las reglas de oro de la Humanidad…).

El primero de éstos reza así “No sirvas a dioses extraños ni domésticos…, sino al gran ideal de la Ética, aminorar el sufrimiento en el mundo. Y el segundo: “Compórtate de forma correcta (fair) con el más cercano (Nächsten) y con el más lejano (Fernsten). Tú no podrás amar a todos los humanos, pero deberías respetarlos, incluso a los que no ames”.

Y el décimo propone como actitud razonable el hacer del mundo un lugar mejor y más habitable, lo que puede dar sentido pleno a la existencia, sin esperar premios ni castigos ultraterrenos. Lo mismo que Ernst Bloch, se basa en la esperanza de que es posible un mundo mejor (cfr. Hoffnung Mensch. Eine bessere Welt ist möglich).

Claramente, los dos primeros mandatos son una alternativa inmanente al doble mandamiento del amor cristiano, distinguiendo de forma kantiana entre amor voluntario y respeto obligatorio, priorizando la corrección ética (fairness) sobre la moral dualista de buenos y malos, fundada en la separación trascendente y escatológica de salvados y condenados (cfr. M. Schmidt-Salomon: Jenseits von Gut und Böse. Warum wir ohne Moral die besseren Menschen sind).
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