Triángulo amoroso: Éros, Philía y Agápe/ y 14 a


El amor verdadero se basta a sí mismo (Feuerbach)
El amante ama más allá de la recompensa o la retribución (Nietzsche)
Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca
(Quevedo)
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El teólogo Tertuliano, entre otros, vió en el mito de Prometeo un precursor pagano del Cristo redentor. En efecto, descubrió entre ambos ciertos paralelismos, como el sufrimiento de los dos para salvar a la humanidad (“por salvar a los humanos, he procurado mis males, escribía Esquilo).

Prometeo es encadenado y clavado a una roca en el Cáucaso y Jesús es clavado a un madero en el monte calvario. Incluso Luciano de Samosata en el Diálogo de los dioses califica de crucifixión el castigo de Prometeo: “lo crucificamos en el medio, al borde del abismo, con los brazos sujetos a las rocas”.

Sin embargo, a pesar de las analogías, hay que resaltar las diferencias y la contraposición de dos modelos antitéticos de “salvación” humana, representados por el mito helénico de Prometeo y el mito judío de Jesús, divinizado como Cristo. Sólo así podremos entender dos visiones contrapuestas del tema genérico del Amor, como Éros, Philía y Agápe.

El “modelo prometeico” concibe a Prometeo como creador y benefactor de la humanidad. Prometeo, el más sabio de los titanes, representa la sabiduría aprendida de Atenea y el Éros del saber propio de la filosofía, encomiado por Sócrates y Platón, en contraposición a la necedad y descuido de Epimeteo.

En cambio, en el evangelio de Jesús (Mt 11, 25) Dios oculta el misterio de su Reino a los sabios (sophoì) e inteligentes (synetoì) y se revela a los infantes o pueriles (népioi). Jesús ensalza a los párvulos y simples frente a los doctos e intelectuales. Igualmente, el “modelo cristológico” de Pablo detesta la sabiduría de este mundo (sophía toû kósmou toûtou) y exalta la sabiduría de Dios que da la fe por obra del Espíritu.

El impío y desobediente Prometeo se rebela contra el poder de Zeus (=Deus), atentando contra la voluntad divina. En cambio, Jesús cumple la voluntad de Dios, se humilla y es obediente hasta la muerte en cruz. Y el creyente cristiano, por imitación, ha de ser criatura sumisa a su creador y a la ley divina. La fe en el Antiguo y Nuevo Testamento es obediencia y sumisión a Dios, como obedece y ama el siervo y el esclavo a su Señor.

El modelo emancipatorio y titánico de Prometeo, sin embargo, se opone al modelo tiránico celeste de Zeus. Simboliza el desafío a la voluntad y a la ley divina, sea Zeus, Yahvé u otra divinidad. Defiende la autonomía de la voluntad humana, la autarquía en la creación de un mundo que es obra del género humano. Representa la esperanza en un mundo humanizado por la acción humana, pues su humanismo es antropocéntrico y secular, no teocéntrico ni sagrado.

Prometeo con su antorcha robada a los olímpicos es portador del fuego y de la luz. Es un Lucifer benigno, diferente al maligno y calumniador (diábolos) de la Biblia. Jesús/Cristo en el evangelio de Juan se revela como la Luz del mundo, la única Luz verdadera.

La salvación y la gracia vienen de arriba. Es celeste y trascendente. Jesús pide la fe y conversión al Reino de Dios, desde su predicación de profeta apocalíptico y escatológico. La liberación de Prometeo se genera desde abajo. Es terrestre e inmanente. Es “pelagiana”, fruto del titánico esfuerzo y trabajo humano.

El humanismo prometeico es secular, por fundarse en valores laicos, no sagrados. Su amor a los humanos es beneficencia y benevolencia, como la philía en Aristóteles.
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