Triples elecciones... divinas (1)

Se acerca el día señalado para el triplete electivo comunitario, europeo y municipal, coincidentes y “cardinales” para este nuestro país, tan turbado y turbulento religiosa y políticamente.

Ello nos brinda la ocasión de desempolvar varios facsímiles de rancios y mohosos incunables que por ahí sobrevuelan visitados únicamente por ratones, en el desvencijado desván de este decadente edificio que llaman "credulidad". Se dirimen elecciones en el clan de las divinidades.

Eso sí, tales elecciones, que afectan a tiempos eternos, suelen sucederse en intervalos seculares. 

I.- LOS CANDIDATOS

Pues relatan los arcaicos anales apócrifos que, cuando se aproximaba la etapa de “terrestres elecciones sindicales” de las distintas creencias, o sea, a la hora de elegir papas, ayatolajes o granrabinos y los parlamentos autonómicos con sus respectivas presidencias, se reunía en conciliábulo el clan de las divinidades.

Y es que era en esos y otros eventos afines cuando también se planteaban “ad intra” la “Presidencia celestial y su corte”. Había campaña clandestina, aunque todos exteriorizaban humildemente que estaban dispuestos a “hacer la voluntad de dios”, o sea, de ellos mismos. En esos conclaves se hablaba de todo, de lo divino y (poco o nada) de lo humano.

Normalmente, todo se cocía entre el “tripartitoDeus, Alá y Yahvé, tres veteranos candidatos indiscutidos e indiscutibles. Las demás divinidades quedaban postergadas y excluidas, no tenían grupo anteriormente logrado, aunque ellas no cejaban en defender atrevidamente sus derechos, puesto que todavía ejercían una cierta soberanía sobre los humanos, aunque con escasa representatividad.

En cierta ocasión Zeus, a punto de fulminarle con su mortífero rayo jupiterino, echó en cara a Deus que había usurpado y plagiado su nombre refinando su grafía. El Longevo Patriarcale refutó con que, ¡moralmente degradante y repulsivo!, en el Olimpo los dioses no se habían comportado como divinos sino como humanos y que no habían sabido preservar su naturaleza sobrenatural. Por eso, pasaba lo que pasaba. Así que ¡¡a callar!! Y Zeus terminó por callar para siempre. 

Igualmente, Amón-Ra (que allá arriba se le nombraba familiarmente “Raamón” por eso de que el nombre debe preceder al apellido) refrescó la memoria al tripartito invocando que, propiamente, ellos eran oriundos de Egipto, aunque habían renegado de sus raíces. 

El “Sinnombre”, que se dio a conocer en la historia con el link “Yo soy yo” (y añadió por lo bajo lo de “y mis circunstancias”, aunque no quedó registrado) le increpó, acusándole de que los dioses egipcios habían legitimado la esclavitud de su pueblo y que él había tenido que tomar cartas en el asunto. Luego ¡¡a callar!!

También la Trimurti hindú quiso hacer valer sus derechos de “mayorazgo” ante la hipostática terna de Deus unus et trinus. Pero inútilmente. Bah, ni caso, que al final sois un sin fin de divinidades. Buscaos una decente. 

Y Buda, que reivindicó su derecho como Iluminado. Los tres, a coro, le apearon de su reivindicación achacándole que no era dios, sino hombre divinizado por sus discípulos. Claro, que él tampoco se achantó y sugirió socarronamente: “A algún otro le ha sucedido lo mismo. Y mira qué atribuciones le han concedido: naturaleza de dios y nada menos que sentarse a la derecha del Anciano.”

Total, que los tres hieráticos sátrapas, veteranos en la campaña, eran quienes cortaban el bacalao paradisíaco y hacían valer inflexiblemente su autoridad. La sutileza más recurrente consistía en que sólo ellos tres habían hablado a los hombres y que su inefable palabra había quedado impresa por los siglos de los siglos. Incluso alguno, más sagaz y apologista, sostenía que “su Verbo se había hecho carne”.

Durante la campaña, los tres cabezas de lista habían pactado un sereno diálogo, evitando la crispación y la confrontación propia de estos eventos. Alá, aludiendo a las bilaterales alianzas testamentarias, la antigua y la nueva, entre Deus y Yavé, seguía proponiendo el rescate de una Alianza de Civilizaciones. Mientras,  el bipartito pretendía salvar la crisis de credibilidad que se respiraba en la tierra y poner sobre el tapete los medios más eficaces para restablecer la debilitada economía de la salvación.

Así las cosas, los tres colegas rivales se manifestaron dispuestos al debate abierto. Las espadas de la yihad y las santas cruzadas estaban en alto.

Y comenzó un DEBATE que terminó como el apólogo aquel... no recuerdo, pero hablaba de galgos. 

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