El afán de recobrar... se.

Concilios, Sínodos, Asambleas o como quieran llamar a sus reuniones extraordinarias, siempre son el parche a situaciones de tensión, de no poder más: en una sociedad pretendidamente perfecta, vaivenes tan espectaculares no debieran existir.

El Vaticano I y lo que siguió a él, fue un intento de re-imponer el “ordeno y mando” de lo inexistente: infalibilidad, Syllabus, abrazo del absolutismo, oposición a la democracia, denuncia del “progreso moderno”, oposición a la apertura...

El Vaticano II quiso dar un giro ante puertas ya cerradas.

El culto a la persona que se dio en Pio XII se trocó en evanescencia en Pablo VI, pero ha derivado en festín y exaltación liderista en JP2, B16 y hoy Francisco.

¡Qué difícil le resulta al hombre escapar, desprenderse y no dejarse llevar por el sentimiento de poder que se tiene! ¡Qué expresiones de felicidad en la cara de beatífico Francisco saludando a las multitudes depauperadas en su último viaje a Sudamérica! Jesucristo dando de comer a las multitudes.

A la postre se convencen de que el liderazgo “se debe ejercer” (¿?): la sociedad lo pide. Y lo ejercen de manera populachera. El mensaje es a veces lo de menos: casi nadie sabe lo que dicen
Volver arriba